Laura caminaba las dos cuadras que separan la parada de su lugar de trabajo cuando, desde la ventana de un auto con chofer, alguien le dice: “Vení que vamos a hablar.” Al distinguir a Nathalie, Laura se niega. El día anterior los inspectores de trabajo allanaron la casa de los Manhard junto con la Policía y encontraron a dos de las cuatro bolivianas que cumplen tareas actualmente en la casa y, en plena calle, la ex empleadora la acusa de haber radicado la denuncia. El coche se detiene y sale la señora. “Vamos a hablar como gente civilizada”, insistió. “Ella empezó a hablar de mi familia, de mis tres hijos. Nunca le había contado con detalle en qué colegio están o a qué hora salen. Sabía todo detallado. De mi hijo, de mi hija que está en una guardería todo el día. Se me ha puesto la piel de gallina. Mis hijos no tienen la culpa de nada”, narró Laura a Brecha. Manhard insistió: “Sé a qué hora salen, sé que están con tu hermana, y que un fin de semana pasa con el padre de tus hijos”. “Es verdad, pero nunca le había contado a nadie. Ella sabía dónde vivo, dónde viven mis hermanas, en qué colegio están mis hijos… Todo.” Según relata Laura, desde el coche salió un hombre que se identificó como abogado y anunció que tenían una denuncia de robo en su contra. “Vamos a hablar, entrá”, insistían. “Yo insistía que no, pero me tomó del brazo y me metió. De ahí dio la vuelta a la rambla. Eran aproximadamente las 17 y me soltó a las 20 horas. Ella quería que me vaya del país. Me preguntaba si puse la denuncia, yo le dije que no sabía qué denuncia. Si la hubiera querido poner lo hubiera hecho ese día, no ahora, ¿de qué me sirve? Me hizo firmar un papel donde dice que saldría del Uruguay por propia voluntad a las 10 pm y que a ellas (las otras trabajadoras bolivianas a quienes Manhard acusaba de la denuncia) el jardinero las iba a pasar a buscar, que ya tenían el pasaje. ‘Te voy a regalar el pasaje de aquí a Buenos Aires y te vas’, me dijo. Yo, asustada porque me ha dado el nombre de mis hijos detalladamente, le dije ‘me voy, sí señora, no se preocupe’. Me dijeron que a las 10 me recogerían. Me fui a la casa y le dije a la señora que me tenía que ir.” Ante la insistencia por saber qué estaba pasando, Laura contó lo sucedido a sus actuales patrones, quienes llamaron a su abogado y a la Policía.
El pasado martes, Diana González y Valeria España, abogadas de Cotidiano Mujer, presentaron la denuncia ante el Juzgado de Primer Turno del Crimen Organizado, a cargo del juez Néstor Valetti, ya que el uso del secuestro, la similitud en los procedimientos empleados para captar a las mujeres y el grado de explotación al que eran sometidas son elementos que hacen sospechar la participación de una red de trata de personas. Hasta entonces, la organización feminista se había dedicado a recabar los testimonios de las trabajadoras y a presentarse ante la Institución Nacional de Derechos Humanos, donde había expuesto la situación, pero la gravedad de los hechos obligó al cambio de estrategia.
La casa de Cotidiano Mujer es, desde hace meses, sede de encuentros con trabajadoras domésticas, en el marco de un proyecto llamado “Alzando su voz: Promocionando la participación de mujeres pobres en la gobernanza”. A través de trabajadoras peruanas que concurren a las jornadas la organización tomó conocimiento de la situación de varias trabajadoras bolivianas en Carrasco y comenzó el trabajo de recolección de información y, sobre todo, de protección de las trabajadoras migrantes.