Olas van cantando - Semanario Brecha
Walter Cambón, 1945-2020.

Olas van cantando

Walter Cambón, 1945-2020.

Última formación de El Kinto: (de der. a izq.) Eduardo Mateo, Urbano Moraes, Chichito Cabral, Luis Sosa y Walter Cambón

El medio musical recibió con tristeza la noticia de la muerte del guitarrista Walter Cambón, a los 75 años, el sábado 14 de marzo. Cambón es el autor de por lo menos un clásico del candombe-beat, “Suena blanca espuma”, y es recordado, sobre todo, como el espléndido primer guitarrista de El Kinto.

Cuando lo conocí, a fines de 1991, estaba totalmente por fuera del circuito musical. Lo andaba buscando para entrevistarlo para mi biografía de Eduardo Mateo, Razones locas. Alguien me dijo que había dejado la música y se había convertido a los Testigos de Jehová. Urbano Moraes recordaba que, allá en la década del 60, residía en el Cerro. En la guía de teléfonos no estaba. Con una tenue esperanza, me comuniqué con un templo de los Testigos, donde me pasaron el teléfono del centro de reuniones de la secta en el Cerro y llamé, a ver si tenían noticia de él. Por suerte, sí. No tenía teléfono, pero le pasaron el mensaje y, unos días después, me llamó. Combinamos de encontrarnos.

Me encontré con una persona muy sencilla, pragmática, que trabajaba como electricista industrial, dedicado a su familia. Sus tiempos como músico le habían proporcionado algunas instancias de goce artístico y personal, que parecía evocar con cierta nostalgia, pero predominaba una visión de aquella etapa que parecía despojada de glamour. Cada cosa que alguno de sus colegas me había descrito como magia, vuelo, deliciosa locura, inspiración, él me la bajaba cautelosamente a tierra. Tocaron, sí, pero no tanto. Ganaron algo de plata, pero era poquita. Estaba buena la música, pero había demasiado divague y entonces nada de aquello prosperó. No, no era un grupo totalmente maldito e ignorado por todos, sino que “despertó interés en mucha gente”. Contestó mis preguntas en forma detallada y con respeto, pero se notaba que estaba haciendo el esfuerzo de traer a colación aspectos de su vida dejados de lado hacía decenios.

Foto de 1966

Como integrante de El Kinto, Cambón fue parte de la génesis del candombe-beat, que coincidió con la génesis del rock uruguayo. Pero su índole era más bien la de un músico popular pre-rock, es decir, uno que disfrutaba los sonidos organizados en una forma gozosa, popular, ordenada, para que la gente se entretuviera y bailara, y no tanto como una forma de vida alternativa tendiente a disolver las estructuras estéticas y vitales burguesas, bañada en locura, drogas y promiscuidad. Al grupo todavía le decía “la orquesta”.

Cambón fue casi autodidacta en música, pero debe contar bastante el año de clases que tomó con el gran docente de guitarra que fue Atilio Rapat. A inicios de los años 60 integró Hit Fingers, un grupo que hacía música tipo Club del Clan. Hacia 1964, con la incorporación del pianista Ernesto Soca y un cambio radical en la formación, ese grupo se convirtió a la nueva onda beat difundida por los Beatles. Al núcleo de Cambón, el bajista Miguel Mattos y Soca, se unieron Chango Castro en batería y Mateo en la guitarra, y pasaron a llamarse Los Malditos. Pronto ganarían prestigio como el mejor grupo beatle en Uruguay (Los Shakers estaban radicados en Argentina). A mediados de 1966, Los Malditos cambiaron de nombre a The Knights y grabaron un simple. Pero poco después sufrieron otro cambio radical, y sólo permanecieron Mateo y Cambón. Con la entrada de Rada, el baterista Luis Sosa y el bajista Antonio Lagarde, pasaron a llamarse, en 1967, El Kinto.

El Kinto existió de 1967 a 1970, con algunos cambios de formación, pero Cambón estuvo hasta el final. El grupo fue el primero en Uruguay en adoptar los principios que ahora asociamos con el rock, es decir, una actitud decididamente contracultural, conexión con el folclore propio (en ese caso, candombe), idioma propio (los grupos beat se habían convertido al inglés, El Kinto regresó al castellano), abandono del uniforme y su cambio por un vestir heterogéneo de gusto jipi. Se estimulaba la creación propia, y todas las grabaciones del grupo bajo su propio nombre son canciones de alguno de sus integrantes. Cambón aportó una sola, pero qué canción: “Suena blanca espuma” es uno de los temas más emblemáticos de esa época, original y gozoso con su melodía toda en negras que recién en el estribillo se disuelven en síncopas. Rada lo considera “el mejor tema de El Kinto” y lo recuerda además como “el tema de Hugo”, porque Fattoruso lo ama. Para Galemire es “uno de los mejores temas uruguayos de todos los tiempos”.

Disuelto El Kinto, Cambón integró otro grupo de perfil similar, Limonada, que tuvo cortísima vida, pero dejó un LP increíble (1970), que contiene cuatro preciosas canciones suyas. Si “Suena blanca espuma” es, en forma indiscutible, el gran clásico de Cambón, el segundo puesto le toca a “Pies descalzos”, grabado por Limonada. Luego de ello, Walter dejó la música profesional. Hizo, en 2005 y 2006, un par de apariciones especiales en espectáculos que homenajearon a Mateo, respectivamente en Amarcord y en el Solís.

Es probable que muchos de los arreglos espectaculares de El Kinto se deban a la inventiva de Mateo o al efecto inspirador de su liderazgo. Por otro lado, todos los integrantes coinciden en describir un clima de creación colectiva, así que es probable que Cambón haya inventado una buena parte de las notas que toca en las grabaciones que sobreviven del grupo. Walter opinaba, incluso, que, para su gusto, Mateo no tenía sensibilidad para inventar punteos de “música moderna”, así que, de eso, se encargaba él. Tocaba bien, sin virtuosismo, pero con alma, incluso a la hora de hacer solos distorsionados, como en “Pippo”. Lo suyo venía más bien por el lado de las primeras guitarras de George Harrison, es decir, la nota justa metida en el lugar preciso, la línea pensada y arreglada que aporta al todo mucho más que el solo tipo guitar hero. Uno lo escuchaba y no salía a decir “¡Qué bien que toca ese tipo!”, sino, simplemente, “¡Qué linda esa música!”

El hecho es que no conozco solo de guitarra eléctrica en todo el rock uruguayo que supere, en mi concepto, al que toca Cambón en “Ni me puedes ver”, con su mezcla de pop con chachachá, su diseño melódico-rítmico perfecto, la articulación, las notas con flexión blue contrastando con otras pícaramente picaditas, la distribución de densidades, el sonido perfecto. Es de esos solos en que cada nota es un toque de brillo, y esos meros 15 compases funcionan como el punto culminante de una composición que es, de por sí, formidable. Otro momento memorable es el brevísimo solo de “Suena blanca espuma”, especie de encarnación sonora del revoloteo de las olas evocadas en un éxtasis hedonista. Cuando la escucho, me imagino un muñequito dibujado de El submarino amarillo nadando en las espirales curvilíneas de ese solo delicioso (que Jaime Roos glosó bellamente en su canción-homenaje a El Kinto, “Bienvenido”). Quizá el momento más famoso en el que Cambón puso sus manos fue ese riff mágico y tierno de “Príncipe azul”, pero destaco también la improvisación final de “Esa tristeza”, la explosión instrumental de “Siempre vas”, las notas voladas de “Muy lejos te vas” y el riff magnífico de “Pies descalzos”.

El guitarrista Antonio Pantolios lo recuerda en una entrevista que hizo para el libro De las cuevas al Solís, de Fernando Peláez: “Veía cómo Walter Cambón hacía sonar su guitarra y yo, incrédulo, estaba casi convencido de que era la guitarra lo que sonaba así. Entonces le propuse cambiarle mi notable guitarra Eko por la suya que era una Höfner, una guitarra de batalla. La estuve probando durante una semana y no pude hacerla sonar ni parecido a como lo lograba Walter. ¡Claro! Era él que la hacía sonar así.”

Probablemente esta nota no se escribiría si Walter Cambón no hubiera sido guitarrista de un grupo fundamental como El Kinto, pero El Kinto no hubiera sido todo lo que fue sin él. Se suele decir, de artistas como él, que pusieron su granito de arena en la historia de la música. Lo de Cambón fue un granito, pero de oro y diamante.

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