El grupo, integrado por Fabrizio Rossi (teclados y voz), Miguel Recalde (guitarra), Juan Manuel Ruétalo (teclados), Santiago Tricot (teclados), Matías Chouhy (batería) y Juan Fabrizio Castro (bajo), se llama Mux, y el disco, Xum. Xum es el cuarto disco de Mux. Parece que hay un artefacto llamado multiplexor, multiplexador o Mux, que consta de varias entradas y una sola salida, y uno va eligiendo, de algún modo, cuál de las músicas que entran se escucha en cada momento. Claro, es algo muy tecno, y la parte no vocal de las canciones de este disco también lo es.
Me sorprendí al averiguar que tienen más de diez
años de existencia. En Uruguay, eso es un grupo “nuevo”; no sé, capaz que en
otros lugares también. Xum –el disco– contiene siete canciones y tres
piezas instrumentales. Por la presentación (con textos y ficha técnica –al
menos en la versión digital–, y gran cuidado de la parte gráfica), así como por
ser parte del sello Feel de Agua, uno tiene la tentación de emparentarlos con
otros grupos que ya he comentado aquí. En lo musical, Mux comparte la tendencia
a la experimentación, y el dar mucha importancia a los arreglos, llenos de
detalles sutiles y pequeñas sorpresas que se distribuyen por todo el disco. Y
se diferencia de esos otros grupos en la búsqueda de un sonido más
primermundista (lo
que habitualmente se llama “sonar bien”), tanto en la grabación como en la
interpretación. En cuanto a las letras, oscilan entre el uso de frases
poéticamente contundentes, que también se da en varios de sus colegas (“No
sabemos tocar esta canción/ pero aun así está sonando” o “Vienen los
demás/ vámonos de acá”), y otras más trilladas, del tipo “No quiero
despertar de este sueño” o “Adoradores de la fantasía/ sobrevivientes
del planeta azul”. Junto al mencionado sonido, que se podría catalogar como
estándar (más allá de la originalidad de algunos arreglos), lo que más los
aleja de ese incipiente movimiento es, tal vez, una forma de cantar cercana al
baladismo roquero rioplatense que, si uno se descuida, enmascara un poco
aquello de lo que se está hablando.
En conjunto, es un disco de gran coherencia y total solidez, con varios puntos altos. El último tema, el instrumental SIN (así, con mayúsculas, lo que sugiere que tal vez se trate de una sigla o vaya a saber qué), es una belleza, en una onda bastante “ruidista”, pero que llega a una sensible tonal larga y rasposa, como de violonchelo desvencijado, que resuelve en un acorde mayor muy austero pero empalagoso, con timbre de metalofón en su registro agudo. Para terminar, un “xum”, si seguimos el juego verbal y tecnológico, sería algo a lo que entra una música y de donde salen varias. No sé si pasa eso en este disco (que es, estilísticamente, bastante homogéneo), pero se me ocurre que es un buen plan de trabajo. Si es así, lo mejor, lo distinto, está por venir; la mira está muy alta. Que así sea.