Batlle y Ordóñez propuso el colegiado: un Ejecutivo conformado por nueve miembros renovados cada año. Así distribuido el poder, se disminuía el riesgo de una dictadura personal y se aseguraban los derechos del pueblo. Los blancos estaban de acuerdo con reformar la Constitución de 1830, pero no con el colegiado (que también tuvo opositores dentro del Partido Colorado). El 30 de julio de 1916 se eligió la Convención Nacional Constituyente que elaboraría la nueva Constitución y ganaron los opositores al colegiado batllista. A pesar de ello, se introdujeron importantes cambios: el sufragio universal masculino para los mayores de 18 años y el voto secreto, la ampliación del derecho de ciudadanía a los extranjeros, la separación Iglesia-Estado, la representación proporcional en el Legislativo y un Ejecutivo colegiado, con un presidente y un Consejo Nacional de Administración de nueve miembros. Con estos cambios Uruguay inauguraba la Constitución de 1917.
Los resultados fueron considerados un triunfo por los conservadores; algunos entendieron que la negativa al colegiado implicaba un rechazo a la política batllista y a sus reformas. El presidente colorado Feliciano Viera (elegido en marzo de 1915) fue el principal promotor de esa idea y suspendió la aplicación de las reformas. A esta medida se le llamó Alto de Viera: contuvo las estatizaciones y paralizó las nacionalizaciones y los proyectos de cambio en el plano social.
Los argumentos para frenar una serie de medidas que habían transformado al Uruguay de comienzos de siglo XX en una democracia de avanzada son elocuentes. En consonancia con los intereses de la Federación Rural, Viera planteaba que “las avanzadas leyes económicas y sociales sancionadas durante los últimos períodos legislativos han alarmado a muchos correligionarios y son ellos los que nos han negado su concurso en las últimas elecciones. Bien, señores, no avancemos más en materia de legislación social y económica; conciliemos el capital con el obrero. No patrocinemos nuevas leyes de esa índole y aun paralicemos aquellas que están en tramitación en el cuerpo legislativo o, por lo menos, si se sancionan que sea con el acuerdo de las partes interesadas”. En el primer editorial de La Mañana, el 1 de julio de 1917, su director, Pedro Manini Ríos –abuelo de Guido–, escribía lo siguiente: “En aquel pleito comicial se ventilaron no solamente problemas constitucionales y orientaciones políticas. Todo el inquietismo legislativo en materia económica y social estuvo también, y de manera principalísima, en tela de juicio. El espíritu de novelería y el afán de captarse votos entre las clases desheredadas de fortuna, por ser las más numerosas, llevó a los próceres del situacionismo a pretender transformar el partido en lo que entonces llegó a denominarse por ellos mismos ‘socialismo sin bandera’, fórmula que concretaba un plan amorfo de reformismo a todo trance de nuestra legislación social y económica, de violencia de las costumbres, ataque a las tradiciones y agresión a todos los intereses”.
Todavía están tibias las palabras de Lacalle Pou cuando dijo que es necesaria una alternancia en el poder, ya que el continuismo es sinónimo de dictadura. Es risible que su concepto de alternancia omita que las familias Herrera, Bordaberry y Manini Ríos (y en este último caso, hasta su retórica) han mostrado un nefasto continuismo en los destinos de la nación, al igual que la Asociación Rural, la Federación Rural y el mismo Ejército.
Arnold Toynbee, historiador inglés, defendía la teoría cíclica de la historia y la teoría del “desafío/respuesta”. Respecto a la primera, considera que no se trata de un desarrollo circular, sino de la aplicación de ciertas leyes descriptivas, derivadas del estudio comparado de las fases que han recorrido todas las civilizaciones, desde su génesis hasta su decadencia. Esto se completa con el mecanismo “desafío/respuesta”, esto es, con la tesis de que las civilizaciones avanzan o se estancan y desaparecen dependiendo de la respuesta que sean capaces de dar a los desafíos o retos que tengan ante sí. Habría que ver qué respuesta damos, en lo colectivo, a esta coyuntura de retrocesos que, a través de la coalición multicolor que integra la ultraderecha, se reiteran y nos ofrecen.