«Para arreglar algo, hay que saber lo que está roto» - Semanario Brecha
Con Martín Quiroga

«Para arreglar algo, hay que saber lo que está roto»

Es una voz áspera en la plena. Tiene lo que no se compra en la farmacia, dicen sus colegas: el sabor. Las letras de sus canciones no esquivan los dramas de los barrios donde suena y su conducta no le ha evitado líos; como cuando en enero cantó, desde la calle, para las mujeres encerradas en la Unidad 5. Es zurdo. Integra la lista 906. Y la campaña lo encontró repartiendo listas.

Martín Quiroga (der.) durante una barriada en Paso Molino, Montevideo Gianni Schiaffarino

Es una constante. De Conciliación al Paso Molino, del Paso a los «cuernos de Batlle» y de allí a 8 de Octubre y Propios, la escena se repite. Las chiquilinas de calzas negras, camiseta y visera roja que reparten la 25 –con Andrés Ojeda a la cabeza– le sonríen, le tiran onda y le hacen saber con gestos que no pueden aceptar las listas que Martín Quiroga –cero gimnasio, un Gandhi de colita– les ofrece desde la ventanilla del destartalado Renault 12 en el que vamos.

Gustavo Torena, el Pato Celeste, disminuye la marcha cada pocas cuadras e incita a Quiroga a ofrecer la lista: «A ver si te conocen», le dice. Y casi siempre lo conocen. De hecho, le gritan cosas desde antes que el Pato frene. Detenidos frente a un semáforo de 8 de Octubre, el conductor de una camioneta de reparto –de 30 años tal vez–, visiblemente conmovido por el encuentro, pide más listas y se compromete a distribuirlas.

Martín tiene ya 49 años. Tenía 11 cuando, con sus padres, llegó al complejo Verdisol, una de tantas moles de hormigón armado, más allá de Nuevo París, en el límite norte de Conciliación, antes de llegar a La Tablada. Su familia fue una de las primeras 13 «promitentes compradoras» en entrar al complejo.

La empresa constructora fue de las que aprovecharon la plata dulce que ofrecía el Banco Hipotecario en la era de los petrodólares y que –cuando cambió la ecuación financiera– terminaron dejando 16 mil viviendas sin terminar, entre ellas las de Verdisol, que la gente fue ocupando durante los primeros años de la primera presidencia de Julio María Sanguinetti.1

«Esto estaba rodeado por guardias de Coraceros para que no se ocupara más, pero en un momento se tuvieron que ir», contó Esteban Ferreira (vecino del complejo, amigo de Martín, autor de algunas de sus canciones) para el documental que el cineasta Aldo Garay hizo sobre el músico.2 «En esa época, que éramos muy poquitos, llegaba un camión con una mudanza, con una familia, tocaba bocina y me acuerdo de que la poca gente que había, en un bloc o en otro, bajaba. Uno de acá, otro de allá, bajaban como hormiguitas y en cuestión de minutos vaciaban el camión, se habitaba la casa y todos de nuevo para adentro», narró.

Entre tanto Martín cursaba sus primeros años de liceo. De haber seguido, le hubiera gustado estudiar Arquitectura, confiesa. Pero entonces, su voz de liceal pasó de acompañar la guitarra folclórica de su padre en asados familiares a sonar en el Carnaval de las Promesas y, después, en el certamen oficial. Ahí lo encontró el director de Platino, una orquesta que entonces «era como Danubio: la cantera», según la definió Alex Stella. Como Stella, Quiroga fue parte de la segunda generación de Karibe con K, la de los melenudos que relevaron a Gerardo Nieto, Yesty Prieto, Fata Delgado y Miguel Ángel Cufós. Pero Quiroga supo cuál era su clave después de pasar por Sonora Cumanacao: «La plena es conmigo», asumió en el documental de Garay, que muestra a adolescentes haciendo cola para entrar a los bailes donde canta Quiroga. Fue con Cumanacao que en 2002 grabó «El ángel». «Y de ahí para adelante, hasta mañana», dice.

Sin embargo, la tarde del lunes pasado, la cita con el semanario era para hablar de política. Primero, a pocos metros de su casa, en la sede del Club Atlético Villa Teresa, el rojiblanco de Nuevo París.

* * *

—Martín, ¿por qué sos de izquierda?

—Por ideología. Primero por ideología de familia. Mi familia siempre fue del Frente Amplio [FA] y uno va mamando eso que ve de chico.

—¿Y qué ideas hay en esa ideología?

—Primero, de democracia, de superación. De democracia como principal medida. Después, todo lo que eso involucra. De lucha, de militancia, de buscar siempre lo mejor para el país.

—¿A qué sectores has votado?

—Siempre voté a los socialistas, a la 90. Siempre eran los impulsores de la fórmula de presidente y vice. Por el tipo de cosas que vivieron, la dictadura, el exilio, mil cosas…

—Si calculo bien, votaste por primera vez a fines de los noventa…

—En 1999. Una vez creo que voté a Michelini con Astori. Pero siempre fui un tipo socialista.

—¿Qué encontrabas en los socialistas?

—Veía que iban más hacia lo social y más hacia la cultura. Abarcaban los aspectos que a mí me interesaban.

—¿Y cuáles dirías que son hoy los problemas principales del país?

—El primero, la seguridad. Segundo, la educación. Tercero, la salud. Para mí son los grandes problemas, las deudas fundamentales que el gobierno tiene con la sociedad. No se van a solucionar de un día para otro, eso es obvio, pero cuanto más tarde empecemos, más tarde empezará el camino de la recuperación.

—Empezaste por la seguridad. ¿Qué errores te parece que el Estado comete en ese tema?

—Errores tácticos. De repente hay dos pandillas que se están matando, pero la cosa no es solo reprimir. Y, bueno, hay mediadores. Pero los mediadores que hay acá de repente llaman por teléfono. Y no es así. El mediador tiene que ir al conflicto y tratar de hacer lo imposible, ver las caras: vos mataste a mi primo, yo te maté al otro; esto se va a terminar cuando no quede ninguno. Entonces, ¿qué hacemos? Porque no se puede meter a un policía en cada casa. Aunque lo pongas, se van a seguir matando igual. Por eso hay que tratar de ponerse de acuerdo. Siempre se puede llegar a un acuerdo y evitar balaceras, conflictos de barrio en los que muere gente inocente por una bala de onda. Y hoy por hoy te matan por ver si sale la bala. La represión es necesaria. Pero hay otras cosas que hacer, que no se hacen acá, que se hacen en el mundo.

—Hay una discusión entre los que creen que la epidemia de homicidios sucede a causa de los enfrentamientos entre grandes organizaciones criminales y los que dicen que tenemos un problema, digamos, de calenturas mal resueltas…3

—A eso me refiero cuando digo que hay que escuchar las dos campanas. Pero para eso se necesita presencia. Para arreglar algo hay que saber lo que está roto. Saber si realmente es un problema de deudas de drogas u otra cosa. Hablan de ajustes de cuentas. Es fácil caratular, poner en la tapa del diario que fue un problema de drogas. Un adicto debía pasta base y por eso lo mataron, dicen. Yo no creo que maten a nadie por 100 pesos. Toda la vida anduve en la noche y no creo que nadie gaste una bala para matar a un consumidor. No tiene sentido. Vale más la bala que la deuda. Pero para ellos no. Hoy es imposible que no te maten porque cuando te atacan, te atacan con un rafagazo. Con los ojos cerrados te matan.

—¿Qué está pasando?

—Cuando crecí sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal. Hoy estoy convencido de que los menores no saben qué está bien y qué está mal. Los ajustes eran ajustes personales por problemas personales. Nadie mandaba a matar a otro. Los botijas no están sabiendo lo que hacen. Se dan cuenta cuando cumplen la mayoría de edad y van en cana. Después salen peor.

—¿Qué sabés de la cárcel?

—No sé de las leyes, sé de cómo se vive, bah, cómo se sobrevive. Porque es una jungla, de cemento, de pared. Está muy difícil la convivencia, está muy difícil alimentarse bien, está muy difícil el aseo. Y eso que la plata para que las cosas sean distintas está. Estoy convencido de que la plata está, pero no llega. ¿Por qué es tan difícil encontrar un buen plato de comida en una cárcel, pero no falta un chasqui? Acá no hay otra que que la responsabilidad sea del ministerio. Mucho escáner, muchas revisiones… ¡Si la droga la entran ellos mismos! Y ellos no pasan por el escáner. ¿Por qué se vende droga en las cárceles? Porque el preso vive mal, necesita el dinero. Si no les faltara nada, seguro que no venden y sería una buena realización,
porque si vos perdés por drogadicto y estás ahí drogándote, vas a salir igual o peor, porque en la cárcel te cuesta tres o cuatro veces más conseguir lo que conseguís en la calle.

—«Entran y salen las penas/ de su niño corazón», cantás en la canción «Cómo que no». Pero en el medio se hacen mierda…

—Por supuesto. Pero la canción dice que también tienen la valentía de enfrentar el día a día; noches sin luna en la oscuridad que hay ahí adentro. Y más si se te pierde el encendedor. Es literal lo que dice la canción. Es difícil ingresar con los ojos grandes a un lugar donde no sabés qué te espera. Lo más probable es que no seas bien recibido. No vas a ir donde está tu gente. Vos podés pedir ir al módulo tal, donde tenés conocidos, pero el sistema hace lo contrario. Primero te hacen sentir la verdugueada, de los internos, de la propia Policía, para después llevarte, corte asustado, a donde vas a estar más cómodo. Te hacen pasar por situaciones espantosas. Es una lucha día a día, por sobrevivir, por comer, por un rato en el patio. Si pensás que cometés un delito, vas preso y después salís a la calle y está todo bien, no tenés idea. Cuando estás ahí te querés matar. Pero a la vez te juntás con gente más poderosa que la que conocés en la calle. Salís con la agenda mucho más completa. Si conocías tres rapiñeros, en la cárcel vas a conocer tres rapiñeros más; tres traficantes, tres que andan de hurto y tres que andan de escruche. Y como que te enganchan. Te dan una mano ahí adentro y después afuera. ¿Cómo te vas a negar a ayudar al hombre que adentro te dio tremenda mano? Por código, porque el tipo te consiguió un colchón.

Rolando Paz dice que a cantar se puede aprender cantando. «Ayúdenme con el tono/ que mi garganta ya grita», canta en «A mi papá».

¿A hacer política se puede aprender igual? ¿Así piensan hacer Martín y los artistas que lo acompañan en la lista 906 del FA? Por ese rumbo andaba la conversación cuando sonó la voz del deber, la de Torena en este caso. Venía a buscarnos para retomar la recorrida y añadió algo: «Hay que valorarlos a ellos. Porque andan por todos lados, dando la jeta donde a ellos los quieren».

* * *

Hace más de una década, cuando Yessy López empezaba a plumerear su reinado, quiso explicarle a Brecha el sentido del desfile: «La gente me transmite una energía que no te puedo explicar, porque es una sensación que siento en ese momento. Para mí [dijo e hizo una pausa], es como volar».

Yessy ocupa el primer lugar de la lista a Diputados. El Espacio Celeste confía en obtener esa banca. Torena es su suplente. Paola Paz, la cantante de «Guerrera», va tercera; de suplente la acompaña su padre, Rolando, una de las pocas voces de la tropical que Quiroga cuenta entre las «tocadas con la varita»; otro de los músicos que hacen bailar a los muertos sin dejar de cantar lo que sucede en el barrio. «Y todo eso», afirmó el escritor y periodista cultural Diego Recoba, «con una calidad inoxidable». Siguiendo con la nómina, por allá abajo aparecen Miguel Ángel Muniz y Yesty Prieto. Martín está en el último lugar. El capital principal de todos ellos es su público.

El plenero Mariano Bermúdez lo explicó una vez así: «La gente que consume música tropical para mí es alucinante, porque permite a los que somos hijos de obreros, como somos nosotros, desarrollarnos como músicos. Nadie pone un filtro ni pregunta de dónde venís vos. ¿Dónde estudiaste? ¿Qué escuchabas de pibe? Los que están bailando ahí son hijos de obreros como sos vos, que te permiten jugar este juego maravilloso que es elegir canciones y ver cuántos corazones, cuántas caderas podés conquistar. Muchos de nosotros no tenemos formación artística. Somos muchachos que nos hemos dedicado a esto y en el camino hemos ido aprendiendo».4

* * *

—Martín, ¿qué pasa cuando el artista se pone a hablar de política?

—Por suerte, la mayoría me da para adelante. Uno tiene que tratar de hacer lo que piensa y sabe que hay que hacer. Hay que meterse. Hay que poner ese granito de arena para sacar el país adelante y es obvio que nada va a ser de un día para el otro. Hay que sumar creyentes a la política, aunque haya tanta incredulidad, aunque haya corrupción. No veo nada de malo en intentar demostrarle a la gente que puede hacer política bien.

—Pero bajando del escenario ¿nunca te pasó que te agarrara una tía, una fan, una amante y te dijera que la habías decepcionado, que nunca había imaginado que vos pudieras ser de izquierda?

—Una amante no, porque no tengo… Pero posta, fuera de joda, no me ha pasado. A mí me respetan mucho y yo soy abierto al de Nacional y al de Peñarol, al blanco, al colorado y al frenteamplista. Y no tendría problema en cambiar a otro partido si me demostraran que hace las cosas bien. Pero creo que el FA es lo mejor que le puede pasar al país y que nosotros, con la 906, podemos hacer muchas cosas en beneficio del germinador de este país que es la infancia, porque «palo que nace torcido/ jamás su tronco endereza». Entonces, vamos a evitar que tuerzan esos palos. Ya tenemos tres proyectos para presentar, sobre cultura, educación y deporte. Y si le estamos diciendo a la gente que vamos a pelear para que haya recursos para el baby fútbol, es lo que vamos a hacer. Es importantísimo que la gente tenga una buena educación para los gurises y que haya un buen baby, que saque a los gurises de la calle, que les dé una taza de leche después de la práctica. El sacrificio de acompañarlos va a ser siempre de los padres. Pero los padres van a estar orgullosos de ver a su hijo practicando. ¿Y sabés también qué pasa? Que hay gurises que terminan la práctica y no quieren volver a la casa. Porque no tienen para comer, porque los maltratan o les pegan. Entonces, ¿qué te da un buen baby, que los gurises se te quedan hasta las nueve, diez de la noche? Ese gurí no va a andar callejeando. Llegan cansados. Un bañito, se acuestan y mañana a estudiar. Si logramos que Yessy obtenga la diputación, lo vamos a pelear a muerte.

—Y a este, que anda todo el día con la lista, si no cumplimos, lo van a putear –advirtió Torena.

—¿Estás loco? No canto más. ¿Con qué cara salgo de nuevo a la calle? –ratificó Martín.

—Pero ¿por qué el Frente perdió las elecciones pasadas?

—¿Sabés qué pasó? Que el Frente abandonó los barrios –disparó Torena–. El gobierno nacional y el gobierno departamental los abandonaron. Hay gente que vive entre la mierda. ¿Sabés las puteadas que nos hemos ligado nosotros en algún barrio? La gente te dice: «Ah, ustedes vienen ahora, pero el FA…». Esos nichos se los comieron [Juan] Sartori, con plata, y [Guido] Manini Ríos, con la promesa de las 50 mil viviendas…

—Que terminó repartiendo la mujer… –terció Martín–. Pero, además, el Frente perdió por 15 minutos. La elección se perdió por muy pocos votos. Entonces, acá no se puede descuidar ningún sector. Hay gente que quedó resentida, defraudada. Tenés que devolverle la confianza. Pero para eso hay que trabajar de verdad. Y nosotros la vamos a pelear –prometió el músico mientras ocupaba el asiento del acompañante en la nave de Torena.

—¿Te acordás de Gustavo Leal?

—Seguro. Cuando se descubrió que en el Borro los Chingas se le quedaban con las casas a la gente, estaba más que los noteros en los informativos.

—Él se definía «antichorro». Pero en el baile vos usás esa palabra como un halago…

—«Y las palmas de todos los chorros/ las palmas» [canta asintiendo]. Es un término que a la gente le gusta por más que no sea chorra. Yo no canto para los chorros, canto para mi pueblo, para mi hinchada; si es laburante, mejor. Nosotros, tocando, fuimos víctimas de una rapiña. «Le estás sacando al pibe el instrumento. Nosotros vivimos de esto», les decía yo, tirado en el piso, a los que nos estaban robando. «Vos cerrá el culo», me decían. A nadie le gusta pasar por eso. Pero la palabra chorro a la gente la divierte. Y hay matices. Fijate que no pasa lo mismo con la palabra delincuente, con la palabra ladrón. No sé por qué se les dice chorros a los que se apropian de las cosas de los demás, si el chorro es algo que expulsa, no que atrae. Yo cuando pienso chorro, pienso en agua. No sé de dónde viene esa palabra.

De a ratos Quiroga también canta. Como cuando se le pregunta por qué pone un dejo andaluz en algunas de sus versiones. Alfredo Zitarrosa, a quien el músico admira, cantaba «en uruguayo», se le aduce. Y él responde a capela, haciendo recordar qué es un flamenco. «Hay canciones que traen otras temperaturas», dice al final. «Cuando se hace un cover uno le pone su impronta, el swing uruguayo, pero siempre tiene que acordarse de que el tema viene de otro lado, respetar su propia impronta, sus raíces.» 

  1. Véase «La chicana», Brecha, 7-VII-17. ↩︎
  2. Véase el episodio 10 de Memoria tropical. ↩︎
  3. Véase «Ajustar las cuentas», Brecha, 10-V-24. ↩︎
  4. Véase el episodio 4 de Memoria tropical. ↩︎

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