Las
elecciones presidenciales del 20 de octubre sumieron a Bolivia en una crisis
política. Ese día, el presidente Evo Morales buscó un cuarto mandato en la
contienda más abierta desde su llegada al Palacio Quemado en enero de 2006, con
el 54 por ciento de los votos. Desde entonces, el “primer presidente indígena”
triunfó, elección tras elección, con más del 60 por ciento de los votos y
enormes distancias respecto de sus contrincantes, y conectó como ninguno de sus
antecesores con la Bolivia indígena y popular. Pero en esta ocasión la
coyuntura era diferente: por primera vez, existía la posibilidad cierta de una
segunda vuelta. Para evitarla, Morales debía obtener más del 50 por ciento de
los votos o el 40 por ciento con diez puntos de diferencia sobre el segundo.
La noche del 20 de octubre...
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