Expulsados al desierto por la ciudad laica, los vecinos de Casavalle han construido una comunidad cuya historia parece imposible de narrar sin asomarse a una religiosidad siempre cambiante y plural. Ni agua corriente había en 1972 cuando Elena Castellanos –que entonces tenía 2 años– llegó con su familia desde el sur de la ciudad a las viviendas de emergencia del Plácido Ellauri, al norte de Aparicio Saravia y al oeste de San Martín. “Nosotros vivíamos en una casa, pero la luz, el agua y la televisión no habían llegado”, recordaba el martes, mateando en su casa, que ahora está del otro lado de la avenida Saravia. “Cuando vino la tele, fuimos de los primeros del barrio en tener una y los vecinos se amontonaban en el patio de casa para mirarla. Pero el agua había que ir a buscarla a las canil...
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