Con Andreas Kisser: Sepultura consciente y planeada - Semanario Brecha
Con Andreas Kisser

Sepultura consciente y planeada

El lunes 22 de abril pasó por Montevideo la gira final de los brasileños Sepultura. Íconos del metal pesado a nivel mundial, dijeron basta y encararon un proceso de despedida. Andreas Kisser, su guitarra emblema, se sentó con Brecha a pensar en este final. En la vida, la muerte y lo que vendrá.

X, ANDREAS KISSER

En diciembre de 2023, el comunicado en redes sociales sentenció: «Sepultura va a parar. Va a morir. Una muerte consciente y planeada. En los próximos 18 meses vamos a celebrar 40 años junto a nuestros fans en una gira despedida que va a recorrer todo el planeta». Así nomás. La banda más emblemática del heavy metal brasileño, y una de las más reconocidas a nivel global dentro del género, anunciaba un cierre eutanásico.

Es cierto que fue mucho el tiempo vivido: formados en 1984 en Belo Horizonte con los hermanos Max e Igor Cavalera a la cabeza, fueron verdaderos pioneros. Tres años después se les sumó Andreas Kisser, que, junto con el bajista Paulo Jr., es el que todavía está tocando. Y Kisser le dio a la banda el sonido de guitarras que la marcó por décadas. Cantando en inglés, y a fuerza de discos que maridaron la música superpesada con los ritmos y los sonidos brasileños, se abrieron una ventana entre los grandes del mundo. Escuchen, como estudio de caso, los álbumes Chaos A.D o Roots. Mientras Metallica sacaba su Black Album o Pantera le metía velocidad a la música con discos como Vulgar Display of Power y Five Beyond Driven, la raíz sudamericana se subía a la ola en el podio.

Digamos, para apretar las décadas, que primero se fue Max Cavalera. Años después, Igor, el baterista. Cambios grandes en los cimientos para cualquier banda, pero Sepultura supo reconvertirse. Girando, grabando, mutando. Con detractores, como no puede ser de otra forma («Sepultura no es Sepultura sin los Cavalera», sería el leitmotiv de ese bando), el grupo llegó a los 40 años desde aquel inicio, sacó grandes discos (atención a Quadra, el último) y decidió lo atípico: darle al proceso un cierre pensado.

Andreas Kisser, alma de Sepultura en las últimas décadas, se pasea en torno a la idea de la muerte. Pero ya no como el tópico clásico del heavy metal, sino como algo real. «La muerte es mi mayor maestra», dice. Andreas propone una mirada de la muerte, de los finales, que, lejos de ser oscuridad, parecen convertirse en oportunidades para la celebración de la vida.

El nombre de la gira mundial que los trajo a Montevideo es Celebrando la Vida a través de la Muerte. Puede descansar en paz, Sepultura.

—A nivel sensaciones, imagino que están encarando la gira más importante de la carrera de Sepultura…

—Sí, sin dudas una de las más importantes de nuestra historia, un momento muy especial. Pasamos por toda una historia de cambios, y no solo dentro del grupo. Atravesamos del vinilo al download, a Napster, a Spotify, y ahora estamos celebrando un momento muy positivo. Nuestro último disco, Quadra, fue muy bien recibido y de alguna forma nos mantuvo acá. Haciendo giras, sobreviviendo a la pandemia. Creo que es un privilegio poder tomar una decisión como esta, poder parar, cerrar las actividades de una manera tranquila, en paz con nosotros mismos. Una elección consciente. Los últimos dos años hablamos mucho sobre qué hacer, arreglamos todo y acá estamos, disfrutando. Creo que eso es lo principal, estar acá, disfrutando el presente. Los conciertos están siendo realmente muy emotivos.

—Algo que debería ser natural, como tomar una decisión en un buen momento, pero muchas veces se espera que todo se tense tanto hasta estallar…

—¡Sí! Me acuerdo de un ejemplo dentro de la historia del rock, Cream, que también hicieron un farewell tour en todo el mundo y eso siempre me pareció una actitud muy ética, de grandeza, de dignidad. De decir «estamos cerrando y gracias». Porque, cuando la muerte ocurre, claro que volvemos al pasado, nos acordamos de cosas, de momentos importantes, felices, tristes, y los fanáticos y nosotros hacemos lo mismo con relación a Sepultura. Pero es muy emocionante ver cómo la banda es tan importante en la vida de tanta gente, eso es muy fuerte. Muy verdadero. No es un momento triste, es de felicidad, de celebrar, de agradecer.

—¿La partida del baterista Eloy Casagrande apenas días antes de la gira fue un golpe duro?

—Sí, fue una gran sorpresa. Estábamos arreglando todo esto, ensayando, y de repente anunció su salida, tres semanas antes del primer concierto. Una actitud extraña, inexplicable, muy difícil de entender. Entonces, sí, fue difícil e inesperado, pero Sepultura está en un momento muy tranquilo. ¿Hay problemas? Respiramos, pensamos y miramos las posibilidades. Son 40 años, estamos acostumbrados a esto. Salió Max Cavalera, diez años después, Igor, hubo cambio de sellos, de mánager, y estamos acá. Con la experiencia de pasar por todo eso. De hacer cosas correctas y equivocadas. Creo que Sepultura tiene mucha suerte de encontrar «niños» que tocan la batería de esta forma. Eloy Casagrande entró al grupo con 21, 22 años, la misma edad actual del nuevo baterista, Greyson Nekrutman. Greyson es un chico que estaba destacándose en Suicidal Tendencies, que es un grupo amigo. Y fue el primer nombre que se me vino a la mente. Me pareció que sería perfecto para nosotros, y así es. Muy buena onda, de familia. Y es otro monstruo de la batería, porque para ser baterista de Sepultura tiene que ser espectacular. Igor Cavalera empezó con todo esto, con su técnica, la mezcla de la música brasileña con la música pesada. Después, Jean Dolabella y Eloy Casagrande fueron excepcionales y ayudaron mucho a la banda.

—¿Sigue en pie la idea de un disco en vivo de esta última gira?

—Con el cambio de baterista, eso quedó un poco en segundo plano. Decidimos esperar un poco para ver la química con Greyson. Pero ahora, después de un tiempo de gira juntos, creo que estamos cada vez más conectados, conociéndonos mejor, y creo que sí, que vamos a seguir adelante. Sería increíble tener versiones de la historia de Sepultura con Grayson. Estamos grabando todo, también los conciertos de Argentina y Uruguay, y la idea es tener 40 temas en 40 ciudades de todo el mundo. Veremos qué nos queda.

—Llegás al final de Sepultura con ese cúmulo de experiencia, pero también siendo joven. ¿Qué pensás del futuro?

—Siempre hay proyectos, yo recibo muchas invitaciones relacionadas con la música. O también relacionadas a otras cosas. Ahora no tengo el tiempo, pero voy a tenerlo, para tener nuevos desafíos en la vida. Me quiero dedicar más a la guitarra acústica, clásica, que me encanta y es algo que tiene que ver mucho con mi forma de tocar; quiero tocar con gente diferente. No pienso mucho, en realidad, porque quiero disfrutar el presente, es perder energía. Pero siempre estoy con las posibilidades abiertas, conociendo gente y tranquilo. Estudiando mucha música, porque me gusta, amo lo que hago.

—Hablando de experiencia y juventud, se ve en el público de Sepultura un recambio generacional.

—Sí, totalmente. Es que el metal en general es una cosa de familia, de vinilos que pasan de padres a hijos: les gustan los productos oficiales, los discos, las remeras, y eso ayuda a la escena del metal. Es el estilo más popular del mundo. Y es increíble ser parte de una historia como esa.

MOVIMENTO MÃETRICIA: LA MUERTE COMO MAESTRA

Las cuatro décadas de discos y giras de Sepultura fueron la punta del iceberg de historias personales, peleas, rencores, más discos y más giras. Así como los hermanos Cavalera (aquellos padres de la criatura) fueron abandonando la banda, en el medio pasó la vida. Y, para Kisser, julio de 2022 fue un momento de quiebre total. Cuando la pandemia empezaba a aflojar y los shows volvían, el guitarrista tuvo que abandonar la gira europea para regresar a Brasil y acompañar a su mujer, Patricia Perissinotto, en el tramo final de su lucha contra un cáncer de colon. Patricia tenía 52 años.1

—Luego de la muerte de Patricia iniciaste el Movimento Mãetricia. ¿Cuál es su objetivo?

—Patricia falleció de cáncer después de un año y medio de quimioterapia, y fue un proceso muy difícil. Abandoné la gira de Sepultura para volver a Brasil y quedarme con ella los últimos días. Fue algo dificilísimo, pero de mucho amor, un proceso maravilloso, de dar el adiós a la persona que más amo. Pasando por eso, mirando cómo ocurrían las cosas en los hospitales, con los médicos, me surgieron muchas preguntas. Porque en Brasil no se habla de muerte, de eutanasia, de testamento vital. Es muy difícil, hay mucha religión de por medio, es un país muy grande, con muy diferentes formas de pensar desde el norte hasta el sur, algo parecido a Estados Unidos. Pero en Brasil sería interesante tener el mismo sistema que en Estados Unidos, donde los estados tienen más autonomía para discutir cuestiones como estas o como el aborto. Así que el movimiento empezó, justamente, para motivar a la gente a hablar de muerte con sus familias, con sus amigos, hablar de los detalles. Cómo quiero que sea cuando llegue el momento, si quiero ser cremado, estar en un cajón o quiero una fiesta, música o lo que sea. Hablar con padres y madres sobre las cosas burocráticas. No es barato morir, y hay que prepararse. Hay miedo, prejuicio. Es una tontería, tenemos que hablar. Patricia hablaba de la muerte de manera muy tranquila. Cuando empezamos, 30 o 40 años atrás, siempre bromeaba: «Cuando me muera, no se olviden de mi ropa caliente porque no quiero pasar frío». Y nos reíamos, pero cuando ocurrió, todos sabíamos las cosas que deseaba. Es muy difícil describirlo con palabras, pero eso es paz, pura paz.

El movimiento solo es una página en Instagram en la que hablan especialistas, y también hacemos el festival musical Patfest, en el que participan artistas amigos. Vamos a hacer el tercero este año y la recaudación va para una institución de cuidado paliativo que trabaja con las favelas de Río de Janeiro y Minas Gerais. Personas olvidadas por la sociedad, sin acceso a nada. Sé que en Argentina, Colombia, Chile y otros países están lejos adelante hablando de eso. En Brasil estamos muy parados. Con el movimiento hemos logrado cosas e incluso el gobierno ahora abrió un espacio para el cuidado paliativo, para estimular eso. Y seguimos trabajando.

—Quizá hay un fondo que une todo esto. La idea del movimiento y cerrar la historia de Sepultura mediante una «muerte consciente y planeada».

—Es que la muerte no es un castigo. Para mí, la muerte es mi mayor maestra. Estoy aprendiendo mucho con relación a la finitud, a respetar la finitud. Todos los días de nuestras vidas cerramos ciclos. Empleos, relaciones. Leemos un libro, vemos una película, y el fin es lo más importante, tiene el mensaje de la historia. Eso hay que respetarlo. Porque todos vamos a morir, no está en discusión, entonces vivamos con más intensidad, con alegría, con propósitos. Y mi vida, claro, cambió mucho. Pero con la puerta que se cerró con Patricia, otras diez se abrieron. Soy una persona diferente.

1. Mientras escribo esto, se lee la noticia de que en Perú la activista Ana Estrada murió conforme al Plan y Protocolo de Muerte Digna, luego de años de lucha.

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