Sin razón, ser feliz - Semanario Brecha

Sin razón, ser feliz

“El otro que despierta”, de Jorge Portillo

El domingo en el Tundra (Durazno y Convención) hay un maratón de música desde las 17.00 hasta la medianoche: Animales de Poder, Matador, Mansalva, Portillo y Señor Faraón. Es buena parte de la nómina de quienes vienen aportando más a la renovación de la música uruguaya y una buena ocasión para apreciar una concentración de propuestas diversas pero unidas en un espíritu de valentía estética, imaginación y libertad.

Una muestra de ello es el disco nuevo de Portillo,1 en el que confirma y profundiza la personalidad creativa que había exhibido en el anterior, de 2015. Es una música inclasificable. A veces suena muy fuerte, a veces intimista, algunos breves pasajes remiten a gestos musicales familiares, pero eso nunca se perpetúa sin un vuelco inesperado hacia otro ritmo, otra sonoridad, otro ámbito armónico, otro clima (no sólo entre una canción y la otra, sino en el seno de un mismo surco, y casi siempre en forma impredecible). Portillo maneja de manera visceral una voz poco educada y no se empeña en disfrazar esa relativa crudeza vocal, que se integra muy bien a un criterio de producción que acepta gustoso las desprolijidades. Esa suciedad sonora general no es una precariedad, sino una opción estilística, ya que, por otro lado, se nota que hay mucho ensayo y cada músico toca con entrega, determinación y seguridad, logrando transmitir con claridad figuras que son complejas y exigen dominio musical. La guitarra criolla de Portillo es casi siempre la base, a la que se suma el instrumental beat (sus compañeros en la banda Genuflexos), aunque casi nunca las guitarras eléctricas, el bajo y la batería se reducen a sus roles más comunes en la música popular. Hay algunos invitados adicionales (destaco un uso muy creativo del bandoneón en “Lembranza”).

Los textos nunca plantean situaciones anecdóticas concretas y casi siempre tiran hacia una especie de catarsis de desencanto y angustia: “La vida sin razón no encuentra nada mejor que morir lentamente”, “la vida no es ser feliz”, “vos con tu horror”, “firma mi condena”, “la parálisis cotidiana del calabozo”, y, aun cuando remite a imágenes más luminosas (“los riega el sol / los trae el viento / del parque Rodó”), poco después se yuxtaponen, en el mismo texto, otras que cortan la frescura con evocaciones de asco y podredumbre (“sopa de ranas con sanguijuelas”, “un árbol infecto”). Ese hurgar en zonas oscuras se corresponde con citas, en dos canciones, de textos de Darnauchans.

Pero no se trata sencillamente de un disco angustioso. El desacomodo que el disco provoca en quien escucha no refiere tanto a una posible empatía lacrimógeno‑depresiva o a una construcción identitaria dark, sino a la extrañeza de estar frente a canciones que contornean aquello que, para la mayoría de la gente, es la razón de ser misma de una canción, es decir, comunicar o compartir sentimientos más o menos tipificados. Pero tampoco se trata de una frialdad intelectualista, ya que resulta muy notoria la carga de entrega, energía y calor vital empeñada en estas composiciones e interpretaciones, que, haciendo aun más paradójica o polisémica la “situación afectiva” de este fonograma, por momentos entran en el terreno franco de un intenso goce (“Canción de Aída”) o de humor (los momentos de seudosamba en “Lembranzas”).

De vez en cuando asoman referentes que puedo reconocer. El más claro debe de ser el arpegio candombeado a lo Mateo (como en “La casa grande”) en el inicio de “El erizo”. En forma más difusa, encontramos aires de Lazaroff y Trochón desperdigados por el disco (las melodías hechas con pocas notas en distintas permutaciones, la suciedad, el trabajo tímbrico). El concepto formal de algunas piezas (“El erizo”, sobre todo) puede verse como una versión condensada del planteo de Fela Kuti en, por ejemplo, “Just Like That”.

Esta música puede propiciar la incomodidad de lo nuevo, pero, a la larga, brinda el enorme placer de superar obstáculos y ampliar o detallar nuestro rango de sentimientos y conceptos. Desborda inventiva, entrega, coraje y musicalidad.

1.   El otro que despierta, Feel de Agua, sin número, 2019. Sin edición física. Disponible en feeldeagua.net para descarga gratuita; se puede oír también en Bandcamp, Youtube y otras plataformas.

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