En la fotografía hay un niño sentado sobre una alfombra. El saco, prendido solamente por el primer botón, puede ser blanco o beige, pero no es posible distinguirlo porque la foto está en sepia. En su mano hay un peluche de cuatro patas y orejas largas. Atrás de él, una gallina. «Es mi hermano, con la gallina de doña China», cuenta a Brecha Francisco Celestino, parado frente a la foto. «Eso es en el conventillo, en Medio Mundo.» La foto está colgada a la entrada de las escaleras que van al sótano del Museo de la Memoria (MUME).
Leticia Rodríguez Taborda, realizadora audiovisual y militante afrouruguaya, busca a Olguita Celestino, una de las encargadas de la muestra y representante del grupo Volver a mi Barrio. Celestino está abajo, en el sótano, terminando de armar la muestra que se ha inaugurado ese mismo día, 28 de mayo. «Se trató de recrear un espacio de tantos que tenemos nosotros», dice Celestino a Brecha. Luego señala una olla pequeña que está en la entrada: «Todavía nos faltan ahí algunas florcitas».
Biografías ocultas de Montevideo al sur incluye fotografías y artículos de la vida cotidiana de las familias que fueron desplazadas forzosamente del conventillo Medio Mundo y del barrio Reus al Sur, más conocido como Ansina, durante la última dictadura militar. Las encargadas de la investigación y de recolectar el material de archivo fueron Olguita Celestino, la antropóloga Alejandra Guzmán y la integrante de la Coordinadora Nacional Afrouruguaya Noelia Maciel. También se presentó un cortometraje a cargo de Rodríguez Taborda, en el marco del proyecto de la Universidad de la República «Somos las nietas desplazando al olvido. Memorias afrouruguayas sobre el terrorismo de Estado», presentado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas, la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Información y Comunicación. El audiovisual, que dura unos 20 minutos, recoge imágenes y testimonios de vecinas y vecinos que fueron protagonistas del hecho y que aún no han obtenido su debida reparación.
«Tomé la responsabilidad de trabajar con ellas para darles un espacio en el que se vieran representadas», dice Guzmán a Brecha, y explica que la muestra presenta los discursos de las mujeres afrouruguayas acerca de su propia comunidad. Allí se encuentra la memoria que, gracias a la hermandad y la lucha por no dejar morir los hechos, pueden reconstruir después de 40 años de silencio. «Ellas son las que hacen su historia», añade Guzmán.
RESIGNIFICAR
Los escalones que van al sótano son finos y empinados. Abajo, las fotografías seleccionadas por Olguita Celestino reciben a quienes se animan a recorrer las biografías ocultas de una parte derrumbada de la historia. Algunas fotos se encontraron en el catálogo del Centro de Fotografía de Montevideo, otras fueron cedidas de los acervos familiares de las familias desplazadas.
Hasta el último momento, los funcionarios del museo, Olguita Celestino, Maciel, la curadora de la muestra y el director del MUME, Elbio Ferrario, dan vueltas y vueltas cambiando el orden de algunas fotografías, sustituyen una por otra, dejan algunas sobre la mesada y colocan otras sobre piedras cuadradas, cada una con su título y descripción. Las imágenes han sido dispuestas en orden cronológico: bajar la escalera, recorrer en sentido horario el espacio reducido de la muestra, salir por donde se entró. «Los visitantes van a ver la evolución, la documentación, cómo vivimos en Cerro Norte y la forma en que nos juntamos con la OEA [Organización de Estados Americanos] y otras instituciones, los momentos históricos en los que fuimos avanzando», cuenta Celestino.
En los primeros días diciembre de 1978, los habitantes de los conventillos Medio Mundo y Ansina fueron desplazados de su hogar, de sus trabajos, de sus centros educativos y sanitarios. Con pocas pertenencias y la promesa vacía de que les devolverían los muebles, fueron trasladados hacia Martínez Reina, una fábrica textil que pasó a funcionar como un depósito humano, una prisión sin rejas. Luego fueron reubicados en distintos lugares de la periferia montevideana. Las y los vecinos de Volver a mi Barrio fueron llevados a Cerro Norte, un territorio extraño, ajeno, en el que hacer posible la vida requirió de un largo proceso de adaptación.
«Vi cuando se desmoronó el Medio Mundo», cuenta una vecina en el audiovisual. «Salí de la escuela y me senté a ver cómo destruían mi casa.» Las autoridades, en su momento, dijeron que el conventillo se había derrumbado porque era viejo y estaba en malas condiciones edilicias. Esa explicación fue la que perduró en el tiempo, pero no era la verdad. «Es como dicen los vecinos. La razón del derrumbe fue el convencimiento de las autoridades de que los negros no tenían por qué estar viviendo en el centro de la ciudad», explica Maciel.
PRIMEROS PASOS
«Esta muestra es un paso más», dice Maciel. El proceso comenzó en octubre de 2019 con la conformación del grupo de trabajo «Memoria y reparación integral de la comunidad afrouruguaya en tiempos de terrorismo de Estado; en particular, de las familias desalojadas y desplazadas forzosamente de Medio Mundo y Ansina (1973-1985)», dentro de la Institución Nacional de Derechos Humanos. El propósito era elaborar informes o estudios para profundizar y visibilizar temas relacionados con las obligaciones que tiene el Estado uruguayo en materia de derechos humanos. La primera etapa se cerró luego de presentado el informe temático en el Parlamento, en agosto de 2021.1 Luego, la Coordinadora Nacional Afrouruguaya y Volver a mi Barrio formaron un colectivo más reducido, abocado a plasmar las recomendaciones del informe. «Esta segunda etapa tiene que ver con lo simbólico, con la difusión del proceso», explica Maciel. «Quedan las más difíciles, las vinculadas a obtener una reparación material y a lograr que las familias vuelvan al barrio de alguna forma, como se les prometió.»
«Esto representa el pasado, el presente y lo que se necesita para conseguir el objetivo de la reparación», dijo Celestino al presentar el cortometraje, y agregó: «Habla de toda la población uruguaya, porque estamos unidos, no importa el color. Tenemos que reparar nuestra historia, que nuestra cultura esté a la altura de quiénes somos». Más tarde, la doctora en Ciencias Sociales Ana Laura de Giorgi tomó el micrófono para resaltar la voz de las mujeres en esta lucha: las vecinas Olguita y Juanita, nietas de la capataza de Medio Mundo, fueron quienes tomaron el rol de la palabra. «La voz de las mujeres en la recuperación de la memoria es central», afirmó.
Al terminar el documental se abrió un espacio para reflexiones. Un vecino que estaba sentado en la primera fila se levantó con el micrófono en la mano y se dio vuelta hacia el resto de vecinos y espectadores: «Todos estamos en la misma condición: carentes de pasado. Nos quitaron todo, pero se olvidaron de algo, quedaron las huellas de nuestros juegos en la calle, nuestros rincones oscurecidos, la palabra secreta». Otra vecina dijo: «Se pone en evidencia que el racismo institucional invisibiliza todo nuestro proceso. Si la palabra racismo no se menciona, nos está faltando un plato de realidad».