“Moriré en Buenos Aires/ será de madrugada/ guardaré mansamente/ las cosas de vivir...”
“Balada para mi muerte”, 1979.
Giró lentamente y sonrió para darme la bienvenida. Era marzo de 2010 y era de noche en la librería Más Puro Verso, de la calle Sarandí, donde Horacio Ferrer estaba terminando una cena con amigos y su infaltable compañera, Lulú Michelli, cena que yo osé interrumpir cuando aún quedaba café en los pocillos. Me invitó a compartir la mesa y de inmediato olvidó a sus acompañantes y se sumergió, grabador de por medio, en una charla que no podía ser de otra cosa que de tango. Conversación que tengo la soberbia de pensar que los lectores de Brecha disfrutaron al leerla tanto como yo al ser parte de ella, dada la memoria, el humor, la sapiencia tanguera y el don de gentes de aquel m...
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