Hace unas semanas, el hombre más rico del mundo, Elon Musk, CEO de Tesla, les dijo a sus empleados que debían volver a la oficina o abandonar la empresa. Musk escribió en un correo electrónico que todos en Tesla deben pasar al menos 40 horas a la semana en la oficina: «Para ser superclaro: la oficina está donde se encuentran tus verdaderos colegas, no en una pseudooficina remota. Si no te presentas, asumiremos que has renunciado». A continuación elogió a los trabajadores de sus fábricas chinas por trabajar hasta las tres de la mañana si es necesario.
En 2021, el director ejecutivo de Goldman Sachs, David Solomon, dijo: «El trabajo remoto no es lo ideal para nosotros y no es la nueva normalidad». Y pronosticó que su mantenimiento en el tiempo sería «una aberración» que van a corregir «lo más rápido posible». Sin embargo, un año después, menos de la mitad de los empleados del banco acudían regularmente a su sede de Nueva York, lo que obligó a Solomon a suplicar al personal que regresara. También el año pasado, Jamie Dimon, director ejecutivo de JP Morgan Chase, dijo que trabajar desde casa «no funciona para la generación espontánea de ideas, no funciona para la cultura». Finalmente cedió y dijo que el 40 por ciento de los 270 mil empleados del banco podían llegar a trabajar hasta un mínimo de dos días a la semana desde la oficina. En su carta anual a los accionistas, escribió: «Está claro que trabajar desde casa se volverá algo más habitual en las empresas estadounidenses».
Musk y estos otros jefes son como el rey Canuto y su legendario intento de hacer retroceder la marea. Desde la pandemia, muchos trabajadores se niegan a volver a una semana de cinco días a tiempo completo. Más de un tercio de los oficinistas de Reino Unido todavía trabajan desde casa. En ese país, el 23 por ciento de los trabajadores que ganan 40 mil libras (49 mil dólares) o más siguen trabajando desde casa cinco días a la semana y otro 38 por ciento sigue un patrón híbrido y divide su tiempo entre la oficina y el hogar.
Desde la pandemia viene ocurriendo el fenómeno de la llamada gran renuncia, la idea de que una gran cantidad de personas están renunciando a sus trabajos y lo hacen porque la pandemia les dio una nueva perspectiva sobre sus carreras o porque sufrieron burnout durante la pandemia. Una encuesta global de Microsoft a más de 30 mil trabajadores mostró que el 41 por ciento estaba considerando dimitir o cambiar de profesión, y un estudio de la empresa de software de recursos humanos Personio, sobre los trabajadores en Reino Unido e Irlanda, mostró que el 38 por ciento de los encuestados planeaban dimitir en los próximos seis meses o en un año. Solo en Estados Unidos, según un resumen ejecutivo del Departamento de Trabajo, en abril más de 4 millones de personas renunciaron a sus trabajos, el mayor aumento de renuncias registrado en la historia.
No es un fenómeno exclusivamente estadounidense. El movimiento chino tang ping, o «echarse boca arriba», por el que muchos jóvenes están dando la espalda a la excruciante rutina diaria, viene ganando popularidad. En Japón, conocido por sus largos horarios de oficina, el gobierno ha propuesto una semana laboral de cuatro días.
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Antes de la pandemia de covid-19, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que el 7,9 por ciento de la fuerza laboral mundial (260 millones de trabajadores) trabajaba desde casa de forma permanente. Aunque algunos de estos trabajadores eran teletrabajadores a la antigua, la mayoría no, ya que, además de empleados, la cifra abarcaba una amplia gama de ocupaciones, incluidos los trabajadores industriales a domicilio, los artesanos, los propietarios de unipersonales y los freelancers.
Los empleados representaban uno de cada cinco trabajadores a domicilio en todo el mundo, pero este número llegaba a uno de cada dos en los países de altos ingresos. Mundialmente, el 2,9 por ciento de los empleados trabajaban exclusiva o principalmente desde su hogar antes de la pandemia de covid-19, pero cerca del 18 por ciento tenían ocupaciones y vivían en países con la infraestructura necesaria para hacer su trabajo desde casa efectivamente (OIT, 2020). Esta estimación coincide con otras de Reino Unido, como la de que el 18 por ciento de los puestos de trabajo en ese país (5,9 millones en total) son anywhere jobs, trabajos que pueden hacerse desde cualquier lugar. Mirando el desglose ocupacional, los anywhere jobs son principalmente ocupaciones profesionales (36 por ciento), técnicas (30 por ciento) y administrativas (24 por ciento). De todos ellos, 1,7 millones (28 por ciento) se encuentran en los sectores financiero, de investigación e inmobiliario, y 1,1 millones (18 por ciento) en los de transporte y comunicaciones.
Pero la mayoría de los jefes todavía se resisten al cambio y al trabajo remoto o a la semana de cuatro días. ¿Por qué? Por dos razones. La que habitualmente se ofrece es que cuando el personal está en la oficina es más productivo. Sería más difícil colaborar con tus compañeros y ser creativo por medio de videollamadas interminables. Sin embargo, esa no es la opinión de muchos trabajadores, quienes dicen que rinden mucho más en casa sin los chismes, el ruido y otras distracciones de la oficina. En 2015, un estudio de 16 mil empleados de call centers encontró que quienes trabajaban desde casa eran un 13 por ciento más eficientes que sus compañeros en la oficina, porque tomaban menos descansos, se enfermaban con menos frecuencia y hacían más llamadas por hora, ya que no se distraían en los descansos para tomar té o beber agua.
La libertad física para trabajar fuera de la oficina, potenciada por la pandemia, ha aumentado la libertad temporal para trabajar. Trabajo asincrónico es la expresión de moda en los círculos de gestión y recursos humanos. Esto tiene sus ventajas: evita la desagradable sincronía de que todas las mañanas y tardes todos nos amontonemos en el transporte colectivo y permite que las personas ajusten sus horas de trabajo en relación con otras prioridades o responsabilidades. Pero también hay desventajas. Un estudio publicado en 2017 sobre trabajadores de 15 países encontró que el impacto del trabajo remoto en el equilibrio entre la vida laboral y personal era «altamente ambiguo»: los trabajadores señalaron que pasaban más tiempo con sus familias, pero también que sufrían un aumento de las horas de trabajo y los límites borrosos entre el trabajo remunerado y la vida personal.
También hay preocupación sobre el posible impacto en la salud mental que puede tener trabajar desde casa. Una investigación de la consultora McKinsey descubrió que, en realidad, trabajar desde casa había aumentado las tasas de burnout entre los trabajadores dependientes, a medida que estos luchaban por hacer malabarismos con sus carreras y sus vidas familiares, particularmente en el caso de las mujeres. Una encuesta de 65 mil empleados encontró que la brecha de género entre las tasas de burnout de hombres y mujeres casi se duplicó, con un 42 por ciento de las mujeres sufriendo este fenómeno, en comparación con un tercio de los hombres.
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Pero la verdadera razón de la oposición de los empleadores no es tanto la menor productividad como el hecho de que la gerencia comienza a perder el control sobre sus empleados, tanto en términos de tiempo como en cuanto a las decisiones sobre las actividades. La opresiva relación jefe-empleado comienza a debilitarse. Y, por supuesto, está la cuestión del dinero. El bufete de abogados londinense Stephenson Harwood permite que su personal trabaje desde casa el 100 por ciento de las horas, pero solo si acepta una reducción salarial del 20 por ciento. «Al igual que muchas empresas, creemos que es valioso estar juntos en la oficina con regularidad, al mismo tiempo que podemos ofrecer flexibilidad a nuestra gente», ha dicho un portavoz de la compañía. En el popular portal de la industria del derecho Roll On Friday, un abogado de Stephenson Harwood asegura que la política de «100 por ciento en casa, 80 por ciento de la paga» fue «un cambio total». «Puedo vivir en Bath y trabajar para una empresa de la City de Londres», dijo, ganando más que en su antigua empresa regional, «incluso después del 20 por ciento de recorte».
En Reino Unido, estas objeciones de los jefes al trabajo remoto y a una semana laboral más corta ahora se pondrán a prueba con un nuevo plan piloto. Desde la semana pasada, más de 3 mil trabajadores de 60 empresas de toda Gran Bretaña se encuentran experimentando una semana laboral de cuatro días, en lo que se cree que es el plan piloto de este tipo más grande del mundo. Joe O’Connor, director ejecutivo de 4 Day Week Global, declaró el lunes 6 a The Guardian que ya no había forma de «retroceder el reloj» al mundo anterior a la pandemia. «Cada vez más, los gerentes y los ejecutivos están adoptando un nuevo modelo de trabajo, que se enfoca en la calidad de los resultados, no en la cantidad de horas», afirmó. Para O’Connor, «los trabajadores han salido de la pandemia con diferentes expectativas en torno a lo que constituye un equilibrio saludable entre la vida y el trabajo».
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Eso suena muy bien para las clases profesionales involucradas en los sectores de las finanzas, el derecho y la tecnología. En general, el 48 por ciento (2,8 millones) de las personas que se desempeñan en un anywhere job tienen un título académico. De hecho, en Reino Unido el 20 por ciento de las personas con estudios de grado o superiores tienen uno de estos trabajos. Pero a la mayoría de los trabajadores no se los necesita en ese tipo de ocupaciones. La mayor parte trabajan en trabajos mal pagos y que requieren una actividad de tiempo completo fuera de sus casas. Solo el 6 por ciento de quienes en Reino Unido ganan 15 mil libras (18.500 dólares) o menos trabajan desde casa todos los días, y solo el 8 por ciento tienen los privilegios del trabajo híbrido.
El Congreso Británico de Sindicatos (CBS) advirtió recientemente que trabajar desde casa supone el riesgo de crear una «nueva división de clases», ya que los trabajadores de la primera línea en los supermercados, los hospitales, los talleres mecánicos y otros trabajos centrados en el cliente no tienen la opción de hacerlo. Frances O’Grady, secretaria general del CBS, señaló a The Guardian a comienzos de mes: «Todo el mundo debería tener acceso a un trabajo flexible. Pero mientras que el trabajo a domicilio ha crecido, las personas en trabajos que no se pueden hacer desde casa se han quedado atrás. Ellos también merecen acceder a un trabajo flexible. Necesitan nuevos derechos que les permitan acceder a horarios flexibles, turnos predecibles y puestos de trabajo compartidos».
La realidad es que para la mayoría de los trabajadores la desaparición de la jornada de ocho horas cinco días a la semana viene en marcha desde hace décadas. En 2010-2011, el 20 por ciento de los empleados en Estados Unidos trabajaban más de la mitad de sus horas fuera de los horarios estándar, comprendidos entre las seis de la mañana y las seis de la tarde o en los fines de semana. En 2015, una amplia encuesta de trabajadores en toda la Unión Europea encontró que aproximadamente la mitad de los trabajadores dependientes trabajaba al menos un sábado al mes, casi un tercio trabajaba al menos un domingo al mes y aproximadamente una quinta parte trabajaba por la noche. Y esto ocurría principalmente en los lugares de trabajo, no en el hogar.
Un patrón de turnos común hoy para los trabajadores de la producción, el almacenamiento y la distribución es trabajar cuatro días de 12 horas, tener cuatro días libres, luego trabajar cuatro noches y luego tener otros cuatro días libres. Otro es trabajar en turnos de ocho horas en rotación. Como explica un actual anuncio de trabajo británico para un puesto en un depósito: «El horario de trabajo es: de 6 AM a 2 PM, de 2 PM a 10 PM, de 10 PM a 6 AM. Trabajará una semana en un turno y luego rotará, por lo que se requiere flexibilidad para cubrir todos los turnos». Y nada de trabajo en el domicilio.
Las fábricas y los depósitos de distribución y almacenamiento no son los únicos lugares de trabajo que funcionan las 24 horas. El trabajo en turnos es común para los médicos, las enfermeras, los cuidadores, los choferes, los guardias de seguridad, entre otros. Parece estar en aumento. En 2015, el 21 por ciento de los trabajadores de la Unión Europea informaron que trabajaban en turnos, frente a un 17 por ciento de la década anterior. Si bien el trabajo en turnos puede ser cómodo para algunas personas, la evidencia científica sugiere que daña tu salud, especialmente si te hacen rotar entre el día y la noche. Los turnos de 12 horas, los turnos rotativos y los horarios impredecibles están asociados con un mayor riesgo de enfermedades mentales y problemas cardiovasculares y gastrointestinales.
El trabajo en turnos también puede perjudicar la vida familiar. «Los casos de divorcio son bastante abundantes. Vemos muchos divorcios, solo por el hecho de que las familias, especialmente las parejas jóvenes, están lejos durante 12 horas y luego, cuando regresan a casa después de un turno de 12 horas, solo quieren dormir», señaló un gerente de una planta de fabricación estadounidense a los académicos que estudian el impacto del trabajo en turnos, según consignó el año pasado el Financial Times. Un trabajador que participó del mismo estudio apuntó: «Esto cambia nuestro tiempo con nuestra familia. Cambia nuestro tiempo de vida social y de participación en la iglesia y en nuestros grupos comunitarios. Todas esas cosas en las que te gustaría seguir involucrado».
El teletrabajo puede haber llegado para quedarse y muchos empleadores pueden estar de acuerdo con una semana de cuatro días (pero casi con certeza lo harán solo si la productividad aumenta lo suficiente como para justificarlo y probablemente se acompañe con un recorte salarial). Pero, en el actual estado de cosas, la esclavitud de todos los días (y noches), con salarios apenas aceptables, continuará siendo la norma para la mayoría de los trabajadores.
*Michael Roberts es un economista marxista británico. Trabajó durante 30 años en la city londinense como analista económico.
(Tomado de The Next Recession, blog del autor. Traducción al español y titulación de Brecha.)