Fue presidenta de la Institución Nacional de Derechos Humanos y fiscal fundamental en el juzgamiento del dictador Juan María Bordaberry, el canciller Juan Carlos Blanco y varios de los militares más emblemáticos de la dictadura. El domingo pasado, durante el espectáculo Brecha de género, con el que el semanario se sumó a las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, Guianze recibió la estatuilla Memoria del Fuego. Ante una sala repleta, Brecha reconoció así su trayectoria en defensa de los derechos humanos. Compartimos con nuestros lectores un resumen de sus palabras al recibir el premio.
Quiero aclarar a todos que el trabajo en estos juicios, lo que se ha podido hacer, no es un mérito de la persona que tomó la resolución de pedir el procesamiento o de pedir la condena. Todos los casos fueron fruto del trabajo colectivo, principalmente de las personas que sufrieron el terrorismo de Estado y de sus familiares, de sus abogados, de los periodistas, y de todos los que investigaron y acercaron datos.
Quiero nombrar en primer lugar a Madres y Familiares, porque de su libro A todos ellos, donde se recopiló el material que se había encontrado sobre los desaparecidos, es donde fuimos a abrevar y, por qué no decirlo, la Comisión para la Paz en sus informes muchas veces tomó lo que ya tenía Familiares.
En 1985 se hicieron denuncias, hubo una primera actuación de la justicia, y después la mordaza, el silencio que trajo la ley de caducidad. No sé, visto a lo lejos, si estuvo bien o mal plebiscitar la ley, era la manera que teníamos… pero son cosas que no se plebiscitan. No se plebiscita la memoria, no se plebiscita el derecho a saber. Cuando la Suprema Corte de Justicia declaró la inconstitucionalidad de la ley de caducidad dijo expresamente que estaba en la esfera de lo no decidible. Ningún ciudadano puede decidir quitarle los derechos a otros, son inherentes a la persona y hacen a su dignidad. Hoy estuve leyendo a [Eduardo] Galeano en un prólogo escrito a raíz del entierro de Ubagesner Chávez Sosa, el primer desaparecido del que se encontraron los restos, dice: “Dignidad de la memoria, memoria de la dignidad”, necesitamos dignidad para tener la memoria siempre presente. Los derechos humanos son eso: sólo por serlo, el ser humano ya tiene derecho a la dignidad. El terrorismo de Estado barrió con ello.
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Estamos en el mes de la mujer y quiero hacer una referencia especial a las mujeres, no porque quiera separar; alguno me va a decir que estoy en onda feminista, pero no. El asunto es qué recuerdo tengo yo de las mujeres durante el terrorismo de Estado: las víctimas, las desaparecidas, las que parieron en el pozo de Banfield, las mujeres que tuvieron a sus hijos esposadas, en condiciones terribles, a las que les quitaron a sus hijos, hemos recuperado hijos de uruguayas pero ellas continúan desaparecidas.
El primer caso que tuve fue el de Elena [Quinteros]. En ese momento, por distintas razones, me tocó llegar a la fiscalía de 2° turno, donde estaban todos estos expedientes viejos. El primero que sacamos a la luz fue el suyo. Vinieron Raúl Olivera y Pablo Chargoñia con el caso, todavía vivía Tota [Quinteros]. Tota estuvo toda la vida buscando a Elena y murió sin encontrarla, pero ese caso salió, fue el primer procesamiento; no fue iniciativa mía, fue un caso conjunto, y así se fueron sacando expedientes. No sé si fue el destino, pero algo me llevó a esa fiscalía, era un hervidero de personas que traían datos, de periodistas que investigaban, de familiares que sabían de un documento… y ese es el problema: ¿quiénes investigan? Las víctimas, los denunciantes; el Estado no tiene la presencia que debería tener.
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Quiero recordar a las mujeres que denunciaron, todas juntas, en octubre de 2011, las agresiones sexuales que sufrieron en los cuarteles, asimilables a la tortura, pero diferentes porque tienen otro componente de vejación, de humillación, de dominación, de utilización del cuerpo de la mujer como arma de guerra. Eso está reconocido en el derecho internacional, tenemos casos en tribunales internacionales (Ruanda, la ex Yugoslavia) en la Corte Interamericana, pero en Uruguay no. En Uruguay hay un procesado por privación de libertad o algo por el estilo, ni por tortura ni por complicidad en violación. Estamos siglos atrasados.
Mi recuerdo también para las mujeres que acompañaron, para las que estuvieron siempre en la cola con el paquete, en la cárcel, esperando al compañero, las que tuvieron que exiliarse y dejar el marido preso, las que estuvieron presas, las que estuvieron presas y tuvieron que dejar a sus hijos con la familia o estuvieron presas con sus hijos.
(…) Quiero hacer el homenaje a todas las mujeres, a las que me han traído elementos para los juicios y que el otro día estaban en la marcha [del 8 de marzo], con el cartel de las ex presas políticas. Pienso en la voluntad que me expresó una compañera, que me dijo “vamos a meter para adelante y este año vamos a seguir con este juicio”. Eso es importantísimo, que las mujeres a pesar de que han pasado tantos años desde que hicieron las denuncias, que han sufrido toda clase de humillaciones al declarar en condiciones inadecuadas, no comprendidas, que no han tenido resultados, van a seguir. Eso es propio de las mujeres.
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Este premio se llama “Memoria del Fuego”, estamos pensando en la memoria. Escucho el programa de un amigo todas las noches, habla de los fueguitos, del Libro de los abrazos, y deseo que tengamos los fueguitos prendidos para ver cómo cada uno de nosotros hace algo para que la memoria perdure. Ya no es el miedo, es la indiferencia, la trivialización de lo que pasó, la naturalización, que los jóvenes no sepan lo que pasó es porque nosotros no lo supimos trasmitir. Tampoco hubo coraje para incorporarlo a la educación formal (…) No es que tengamos los ojos en la nuca, hay un derecho a tener pasado. En algún momento se nos quiso borrar el pasado, y no se puede dar vuelta la página y olvidar.
El terrorismo de Estado no ocurrió y se terminó, el terrorismo de Estado está hoy, porque estamos viviendo sus consecuencias. Los desaparecidos son la herida abierta más profunda, pero este país se caracterizó por la tortura terrible, por la prisión prolongada, por la destrucción de las personas, [quisieron] anular su personalidad, destruir la familia, y todo eso trajo sus consecuencias. Hay personas que no hablan, que sufrieron mucho y prefieren callar, que sufren las consecuencias, y las sufren la segunda y la tercera generación, entonces nuestra obligación es trasmitir. Llegó el momento en que los de la tercera edad tenemos que trasmitir lo que pasó, no podemos dejar que esto se olvide. La memoria la construimos entre todos y creo que esta es la oportunidad de seguir adelante.
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Hablé de memoria y no hablé de justicia; memoria, verdad y justicia van juntas. En este país ni siquiera hubo, como en Argentina, juicios de la verdad para averiguar los hechos. Se vedó todo, no se podía averiguar, no se podía hablar Y ahora que podemos hablar, la Suprema Corte de Justicia, en mayoría, está tratando de poner un freno a todos los juicios. Pero más allá de eso, alguna esperanza se está vislumbrando. Tengo esperanzas en el nuevo fiscal para los crímenes de lesa humanidad, a pesar de que al Centro Militar no le gusta, a nosotros nos gusta. La impunidad no son sólo las amenazas, es lo que pasó en el Giaf, lo que se ve en las redes, hay un ambiente de que están ahí, como esperando, y nosotros tenemos que cerrarles el camino. Nunca más terrorismo de Estado.