En estos tiempos de obligada reclusión, la observación de uno mismo parece ser una propuesta ideal para sobrellevar la situación. Coincidentemente, unos días antes del gran anuncio de que había que quedarse en casa, tuvimos la visita de una joven cantautora argentina cuyo arte es la introspección.
Eugenia Sasso, de 29 años, es la voz, la guitarra y la escritura en su disco Alma sabe. Esos tres elementos conviven en relación igualitaria: todos tienen la misma importancia, son interdependientes. Son una sola cosa, como lo eran en Violeta Parra o, tal vez, aun más en Atahualpa Yupanqui. Eugenia abraza esa tradición heredada.
En una primera escucha, nombres como Leo Maslíah, Leo Brouwer, Eduardo Mateo, Baden Powell (que Sasso reconoce como influencia) se nos vienen a la cabeza. Al adentrarnos en el disco, podemos descubrir una clara técnica de guitarra clásica, con énfasis en el contrapunto, no sólo melódico, sino también como técnica de guitarra (un “firme pulgar” de la mano derecha). La música nos remite a nociones de la armonía del romanticismo tardío y del impresionismo (la compositora también nombra a Erik Satie como influencia), así como de la armonía de la música popular latinoamericana de los años sesenta y setenta.
El trato de estos aspectos en una especie de laberinto circular deriva hacia una repetición que, por la tensión, parece avanzar hacia la nada, o más bien, hacia la no resolución, y pone en claro larelación conceptual de las canciones con algunos compositores latinoamericanos de fines de los setenta, aunque sin entrar, explícitamente, en la tradición del minimismo.Su voz es suave y flotante, y contrasta lo abrupto y rítmico de la guitarra; es como si quisiera que transcurrieran dos devenires temporales a la vez: la prisa en la que se vive y la tranquilidad que se anhela.
Sus letras provienen de una intimidad femenina y joven, consciente de su contexto, que no denuncia ni ve el mundo desde afuera, sino que relata anécdotas e historias personales, vividas. Los juicios, las opiniones no están en la letra, sino en su interpretación musical y su poesía, como si esta última cobrara vida propia. El mensaje no está en el relato, sino en la fuerza de la expresión a través del arte de tocar la guitarra, cantar yescribir. Las palabras pasan a estar en función de la música, para darle forma a un sentimiento, porque este es la verdad.
Un tema como “Calladita” lo deja en claro: la disciplina continúa palabra tras palabra, a medida que la dinámica aumenta; la gestualidad y el fraseo de la guitarra se tornan cada vez más agresivos y el contrapunto se vuelve denso y oscuro. El disco sigue una filosofía de “lo mínimo irreductible”: no es simpleza, sino que todo es indispensable. En vez de rellenar con adornos instrumentales, despliegues de metáforas y juegos vocales como si fuera una montaña rusa, Sasso lleva al máximo sus instrumentos y escritura, logrando que cubran todo el territorio del cual son capaces. Sólo hay un tema con otra guitarra, y esta también es de nailon (la continuidad sonora parece trabajar el concepto de expansión de una misma guitarra, más que la inclusión de otra).La interpretación no intenta engañar a los oyentes cubriendo agujeros con guirnaldas; los cubre con sus herramientas, y si no puede, pues que el agujero sea parte del arte.
Hay un dejo de pregunta en este disco, y tal vez por eso relata y no declara. ¿Cuáles son esas preguntas? No lo sabemos, y quizás Eugenia tampoco lo sepa. Pero el arte no tiene por qué tratarse de respuestas. En este momento, más que nunca,tal vez sea hora de escuchar las preguntas.
1. El disco se encuentra disponible en Bandcamp, Spotify y Youtube.