Aportes para pensar las prácticas universitarias en el medio: Transformarse para conocer - Semanario Brecha
Aportes para pensar las prácticas universitarias en el medio

Transformarse para conocer

En el último tiempo, referentes de la salud colectiva brasileña vienen planteando la necesidad de profundizar la tesis 11 de Marx en su crítica a la filosofía contemplativa de Feuerbach. Esta señalaba que no solo es necesario interpretar el mundo, sino que el objetivo es transformarlo. Desde ese punto de vista, la máxima de la investigación crítica ha sido «conocer para transformar». Sin embargo, en función de los múltiples desafíos de la realidad contemporánea, de la necesidad de construir procesos democráticos de investigación y de la voluntad por diseñar respuestas situadas, la premisa está siendo «transformar para conocer». Ante situaciones de alta complejidad social (drogas, personas en situación de calle, etcétera), esa idea orienta el trabajo colaborativo entre colectivos sociales y equipos universitarios de los estados de San Pablo y Río de Janeiro.1

A partir del interés por retomar los debates sobre la colectivización del conocimiento, en esta nota primero se ubican algunos problemas sociales que insisten actualmente en experiencias de trabajo con grupos y comunidades. Luego, en función de nuestro contexto nacional, se hace referencia a un conjunto de estrategias que se vienen implementando en la región para revitalizar el vínculo de las prácticas universitarias con el medio.

Textos grupales

La psicóloga argentina Ana María Fernández señala que el texto grupal evidencia el acontecer social. Es decir, desde esta perspectiva, el contexto –más que escenografía– es drama en los grupos. En nuestro país, son varios los temas que forman parte de las reflexiones en el trabajo con grupos. Sin embargo, algunos insisten particularmente. Aquí se detallan cuatro de ellos, con información actualizada con respecto a cada uno.

Un tema que aparece de distintas maneras en los colectivos sociales está relacionado con la precarización de la vida. Esto abarca, sobre todo, el trabajo y la alimentación. Al respecto, el Instituto Cuesta Duarte informó que en 2022 el 21 por ciento de las personas empleadas no estaban registradas en la seguridad social.2 El año pasado, este mismo instituto indicó que 550 mil personas percibían un salario menor a los 25 mil pesos mensuales.3 Por su parte, la Universidad de la República, durante 2023, identificó problemas alimentarios en dos territorios montevideanos; en Punta de Rieles y Bella Italia casi el 40 por ciento de los hogares presentaban inseguridad alimentaria moderada o grave. En el oeste de Montevideo, en menores de 12 años, este número superaba el 60 por ciento (véanse «En reiteración real», Brecha, 16-VI-23 y «Hambre al oeste del pantanoso», Brecha, 23-X-23).

Otro tema que hace texto en los grupos son los padecimientos psíquicos de distintas características: ansiedad, depresión, consumo problemático de drogas, etcétera. En la fundamentación del último proyecto de rendición cuentas, desde el Poder Ejecutivo se puntualizaba que de las enfermedades no transmisibles que causan discapacidad, el 33 por ciento estaba vinculado con padecimientos psicosociales. A su vez, el mismo documento consignaba que de las consultas por este tema realizadas en 2018 en la Administración de Servicios de Salud del Estado, casi el 50 por ciento correspondían a depresión y ansiedad, mayoritariamente de mujeres adultas jóvenes. Finalmente, se destacaba que Uruguay presenta las tasas de suicidio más altas de la región, de 23 personas cada 100 mil habitantes.4

En tercer lugar, otro tema recurrente en los grupos tiene que ver con los cuidados, tanto en el ámbito familiar como institucional. Con relación a los cuidados domésticos, una encuesta nacional presentada el año pasado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas señalaba diferencias entre mujeres y hombres. Mientras que las primeras llevaban a cabo el 87 por ciento de dichas tareas, los segundos se encargaban de un 76 por ciento. No obstante, al diferenciar los tipos de tareas, la disparidad era mayor. En la alimentación, las mujeres participaban en un 70 por ciento y los varones, un 30 por ciento. En la limpieza, en tanto, las primeras dedicaban un 80 por ciento de su tiempo y los varones, un 20 por ciento. Por último, en relación con el cuidado de menores de 12 años, las mujeres dedicaban –en promedio– 18 horas semanales y los hombres, 13.5

En cuarto lugar, el problema de las violencias se presenta de manera frecuente en los grupos. Un informe elaborado por el Centro de Informaciones y Estudios del Uruguay señala que en 2022 se consumaron 388 homicidios, principalmente entre varones jóvenes. En ese mismo informe se plantea que estos predominaron en la periferia oeste y noreste de Montevideo –donde se encuentran las zonas de inseguridad alimentaria descritas anteriormente–.6 Por otra parte, la violencia basada en género también es objeto de preocupación colectiva. Al respecto, información sistematizada por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas señala que en 2021 se registraron 30 femicidios y 39 mil denuncias de violencia basada en género.7

Además de estos textos grupales, en el trabajo universitario con colectivos sociales surgen otros temas de singular relevancia: degradación ambiental, discursos de odio, restricción de derechos, etcétera. La información presentada podría complejizarse aún más, pero lo cierto es que el contexto actual es realmente complejo, tanto por la agudeza de las injusticias como por la virulencia de sus efectos. Ante esto, ¿qué orientaciones podrían adquirir las prácticas universitarias en el medio?

Abrirse al tiempo

Las instituciones universitarias son hijas de su tiempo y, en su historia, han estado más o menos abiertas a la incidencia pública. En los países latinoamericanos, las universidades públicas tuvieron una tendencia al compromiso social, que actualmente se encuentra en retroceso. Frente a este escenario, colectivos docentes del campo de la salud colectiva están trabajando para ubicar, articular y analizar el saber académico desde perspectivas renovadas.

En primer lugar, desde estos enfoques se convoca a los equipos universitarios a ubicarse en un plano de lo común con quienes trabajan.8 Esto significa que los problemas no son de unas u otras personas, sino que también los involucran. Además de esta premisa ética, construir desde lo común exige correrse de una lógica representacional de «hablar» por los grupos y sus dificultades. Desde este punto de vista, el trabajo consistiría en acompañar procesos y, en ese recorrido, identificar los aportes académicos que colaboren con la búsqueda constructiva de soluciones. Esto, de alguna manera, resitúa la contraposición entre investigación y extensión, tan instalada en ciertos espacios universitarios.

Otro eje para la democratización del conocimiento en situaciones de alta complejidad social tiene que ver con la articulación entre el saber popular y las más diversas tecnologías científicas. El médico brasileño Emerson Merhy, para restituir el cuidado en salud, plantea darle más centralidad a lo que define como tecnologías blandas: promoción de vínculos, acogimiento y procesos autogestivos. Las contrapone a las tecnologías duras, que refieren a los equipamientos informáticos, generación de estadísticas, entre otras. Ante los desafíos sociales contemporáneos, articular ambos tipos de tecnologías resulta ineludible.

Por último, para recuperar la capacidad transformadora de los saberes académicos, una estrategia que ha adquirido centralidad es el análisis de las implicaciones. Fue desarrollado por el francés René Lourau en la segunda mitad del siglo XX y buscaba analizar los marcos de referencia que condicionan los modos de investigar. Esto abarcaba las relaciones establecidas con los objetos/sujetos de conocimiento, las fuentes de financiación, el momento histórico-político, las perspectivas disciplinares utilizadas e, incluso, la forma en la que se difunde el conocimiento científico. Así, al analizar la implicación, se problematizan las determinaciones del saber académico y sus alcances de cambio social.

En síntesis, el recrudecimiento de los efectos del neoliberalismo, además de demandar programas y proyectos universitarios, requiere estrategias de investigación e intervención que revitalicen el diálogo con la sociedad y la búsqueda de respuestas colectivas. Las perspectivas comentadas indican que, además de la priorización de ciertos problemas, la forma y los modos de abordarlos también son relevantes.

* Nicolás Rodríguez González es doctor en Salud Colectiva y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.

1. Para profundizar en esta perspectiva, se puede consultar este trabajo coordinado por Sergio Resende Carvalho y su equipo.

2. Instituto Cuesta Duarte. «Informalidad: Aproximación conceptual, caracterización interna y análisis de su trayectoria reciente», 2022.

3. ICUDU. «Los salarios sumergidos en 2022: 100.000 “veinticincomilpesistas” más que en 2019», 2023.

4. Poder Ejecutivo. «Proyecto de rendición de cuentas y balance de ejecución presupuestal correspondiente al ejercicio 2022», 2023.

5. Fondo de Población de las Naciones Unidas. «Las mujeres dedican 14 horas semanales más que los hombres al trabajo no remunerado», 2023.

6. Emiliano Rojido, Ignacio Cano y Doriam Borges. «Diagnóstico de los homicidios en Uruguay (2012-2022)», 2023.

7. Naciones Unidas. «La violencia contra las mujeres en Uruguay “continúa siendo un fenómeno extendido”», 2022.

8. Al respecto, entrevista a Virginia Kastrup.

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