En el contexto de lo que parece una vuelta a la guerra fría, con una grave crisis diplomática abierta entre varias potencias occidentales y Rusia, Uruguay mira también en estos días hacia el pasado. La lógica de ese enfrentamiento de bloques mundiales quizás ayude a contestar una pregunta que no tiene una respuesta sencilla.
El día de hoy, la evidencia de que Vivian Trías colaboró con el servicio de inteligencia checoslovaco (Seguridad del Estado, en checo: Státní bezpečnost, abreviado StB) parece incontestable. ¿Qué llevó al histórico dirigente socialista a entablar esa relación? Es la pregunta para la que todavía nadie tiene una respuesta.
Trías, como la mayoría de los socialistas uruguayos, no tenía originalmente una buena opinión de la extinta Unión Soviética (Urss). En 1957, en las páginas del periódico partidario El Sol, llegó a sostener que el desarrollo económico de la Urss se había erigido sobre la miseria y la explotación del trabajo. “Para ello se hizo necesaria la dictadura implacable, el sacrificio de la justicia y de la libertad. Cuando se analiza de cerca la explotación imperialista sui generis que la Unión Soviética ha practicado en Europa Oriental, se llega forzosamente a la conclusión de que no hay sustanciales diferencias (entre la modalidad de explotación capitalista e imperialista en Occidente y la modalidad comunista en Oriente). En ambas (…) se tiene un fabuloso desarrollo económico, en especial un pujante desenvolvimiento industrial, sobre el fundamento de una organización económica que no funciona para el consumo, sino para la producción. Que, además, funciona en beneficio de una minoría y de acuerdo a pautas ajenas al hombre. Tan deshumanizadora –en el sentido que Marx otorga a esta palabra– es una como la otra.”
Menos de un lustro más tarde, el hombre que escribió estas líneas se transformó en un colaborador local del StB. ¿Qué le pasó? Nadie conoce la respuesta. Pero, de forma tentativa, se pueden manejar algunas hipótesis.
Una de las personas que ha estudiado el tema es el historiador Fernando López D’Alesandro. Ante la pregunta por las motivaciones de Trías, respondió así en el programa Rompekbzas de radio El Espectador el miércoles de la semana pasada:
—Hay (en Trías) un proceso de cambio ideológico. Hay dos puntos que son centrales. Primero, el impacto de la revolución cubana. Y segundo, la crisis del Partido Socialista cuando la Unión Popular (una alianza con Enrique Erro) fracasó. (…) Una de las opciones que se toma (ante ese fracaso) es el rumbo hacia el marxismo-leninismo. Las coincidencias ideológicas (entre Trías y el bloque soviético) son cada vez mayores. Hay historiadores que plantean que las coincidencias son de agenda (internacional, geopolítica). Yo no creo que sólo sea eso. (…) Creo que hay una coincidencia de agendas porque hay un cambio ideológico. Trías cambia sus posiciones, que van siendo cada vez más cercanas y más avanzadas hacia el marxismo-leninismo. La colaboración también se debe a eso.
Un mes antes, el 28 de febrero, a propósito de uno de los informes que Trías elaboró para el StB pocos días después del golpe de Estado argentino de 1976, el propio López D’Alesandro había tenido esta conversación con el periodista Raúl Ponce de León, en el informativo de radio Sarandí:
—¿Cómo entender que una persona como Vivian Trías tenga un error tan fundamental en la valoración del golpe de Estado argentino?
—Es el mismo error que se cometió con los comunicados 4 y 7 en Uruguay. Exactamente el mismo error. (…) ¿Por qué se comete? No hay una sola explicación. En primer lugar, yo creo que esto demuestra que la caja de herramientas del “socialismo nacional” (…), la caja de herramientas de Trías, estaba equivocada. Los instrumentos de interpretación del “socialismo nacional” habían caducado hacía mucho tiempo. Y Trías seguía con esa caja de herramientas.
Entre estas dos respuestas de López D’Alesandro hay una especie de tensión. Porque, si las herramientas ideológicas del “socialismo nacional” fueron las que llevaron a Trías a hacer un mismo análisis errado tanto del golpe de Estado uruguayo como del argentino, eso quiere decir que todavía las seguía utilizando en una fecha tan tardía como 1976. Pero, en teoría, según el propio historiador, Trías había experimentado una trasformación ideológica a mediados de los años sesenta. No se entiende por qué, entonces, una década después de su presunta conversión, es todavía el “socialismo nacional” y su caja de herramientas el que paga los platos rotos de los análisis equivocados de Trías.
Como se sabe, fueron muchos (inclusive algunos dirigentes de los partidos tradicionales, como Wilson Ferreira) los que abrigaron expectativas en sectores militares progresistas o democráticos en vísperas del golpe de Estado en Uruguay. También ha sido señalado –sin ir más lejos, en estas propias páginas1– que el golpe de Estado argentino de 1976 despertó (muy al comienzo) expectativas muy diversas. No parece que las herramientas de análisis de la caja de herramientas del “socialismo nacional” de Trías puedan explicar estos fenómenos, en la medida en que la ilusión de los “militares buenos” no lo afectó exclusivamente a él. (Considérese el hecho de que todavía hoy sigue vigente la “mentira Trabal”, es decir, la idea insostenible de que Ramón Trabal fue un militar demócrata; pero ese ya es otro asunto.)
En cualquier caso, y con absoluta independencia de la relación que pueda haber –o no– entre las tesis del “socialismo nacional” de Trías y cierta tendencia suya a equivocarse reiteradamente en los análisis respecto del papel de las Fuerzas Armadas en las sucesivas crisis democráticas en América Latina, hay que decir que parece haber en su pensamiento una constante respecto de la idea de nación. En fecha tan tardía como 1979, poco antes de su muerte, pudo sostener aún, como lo había hecho siempre, que “la pugna por la nación y contra la nación es la clave política de las luchas de clases en el Tercer Mundo”. Mucho antes, en 1964, había escrito: “El movimiento popular que lleva adelante el proceso revolucionario debe quebrantar el sometimiento del imperialismo, debe liberarse de la opresión extranjera (abierta, descarada, o sutil y disfrazada) para cumplir los objetivos clave de la revolución. Ello significa conquistar la independencia nacional, la soberanía nacional inexistente en las colonias y formalmente existente, pero sustancialmente ausente, en las semicolonias”.
Parece razonable sostener que Trías nunca abandonó el “socialismo nacional”. Menos evidente y más difícil de defender en este brevísimo espacio, pero también razonable, parece ser lo siguiente: que Trías llegó al “socialismo nacional” desde el marxismo y específicamente desde el leninismo (en particular, desde la teoría del imperialismo de Lenin). Si esto es verdad, Trías ya era un marxista –y específicamente un leninista– antes de que empezaran sus colaboraciones con el StB. Lo que no tenía, como ya se ha visto, era ninguna simpatía por la Urss (como tantos marxistas y como tantos leninistas en la época).
Lo que le ocurre a Trías en los años sesenta parece ser más bien un acercamiento a la Urss, no tanto al marxismo-leninismo, que ya profesaba. Y, todo ello, sin abandonar sus tesis respecto del “socialismo nacional”. ¿Es compatible todo esto?
Más allá de las valoraciones que puedan hacerse respecto de su colaboración con el StB, la respuesta es que sí: son compatibles una cosa (su nacionalismo antiimperialista) y la otra (su acercamiento a la Urss).
A lo largo de los años sesenta, Trías se acerca a la Urss quizás por motivos que están anclados en su propio marco ideológico: la teoría leninista del imperialismo y la convicción, varias veces expresada, como ya se ha visto, de que la clave política de todas las luchas de clases en la periferia es la pugna por la nación y contra la nación.
Trías parece haber concluido –en el acierto o en el error– que la mejor forma de defender la soberanía de países periféricos como Uruguay, o, mejor, de la “patria grande” latinoamericana toda, no era conservar la neutralidad en la contienda entre los dos grandes bloques, sino plegarse a uno de ellos para, de ese modo, ayudar a sacudirse la dominación que el otro venía ejerciendo sobre la región desde hacía casi un siglo.
Esto es simplemente una hipótesis. Nadie sabe qué pasaba por la cabeza de Trías. Pero es una hipótesis que da un sentido político a algo que, a primera vista, resulta sorprendente. En el contexto de una izquierda latinoamericana que se había deslumbrado de forma casi unánime con la revolución cubana, que, a su vez, se había acercado muy tempranamente al bloque soviético, no llama tanto la atención el hecho de que Trías y otros integrantes de las izquierdas nacionales de la época se hayan acercado también a ese bloque, renunciando al neutralismo que habían defendido pocos años antes.
Se están diciendo disparates de Trías con la impunidad que da la ignorancia. No es el caso de López D’Alesandro. Pero hay un ambiente difuso que lo presenta como una especie de Judas Iscariote que se vendió por treinta piezas de plata. Trías seguramente cometió varios errores y muy graves, pero debería ser juzgado por sus ideas y por sus acciones (que exceden en mucho su colaboración con el StB), no reducido al simple papel de una marioneta, ni convertido en un miserable.
- Véase “Desgraciados los pueblos que necesitan héroes” en Brecha del 2-III-18.