Tras cinco años de encuentros e investigación de la figura de Roberto Jones, y con apoyo de Ventanilla abierta del INAE, el libro vio la luz. En 2018, Muslera publicó Sin maquillaje. Historias de la Comedia Nacional en el siglo XXI, texto en el que transitaba por la historia de la institución a través de la voz de sus protagonistas. Luego comenzó a trabajar en esta biografía: una narración de la vida de uno de los grandes actores de la escena uruguaya. El libro nos invita a la amena lectura de variados aspectos de la trayectoria de Jones, narrados en primera persona. Podemos descubrir a un hombre múltiple y místico, vinculado a la militancia política del partido blanco, a acciones del MLN, al cristianismo y la masonería entre cientos de anécdotas que rescatan la memoria histórica del Uruguay.
—¿Fueron muy distintos los procesos para tus dos libros?
—El libro de la Comedia Nacional era más coral, entrevisté a más de 70 personas y estaba contando la historia de una institución cultural. Este segundo libro fue un proceso de más tiempo, tuve muchas entrevistas con Roberto, empecé en 2017 los encuentros con él, al mismo tiempo que empezaba mi camino como dramaturga. En 2018 estrené El amigo fantasma, en 2019 Luz negra y en 2020 Rescate a la dama con tutú. Tardé mucho tiempo en pensar cómo contaba esta historia porque tenía un personaje muy rico, vasto, complejo, con un discurso que me resultaba apasionante. Finalmente decidí contarlo en primera persona.
—¿Antes de comenzar el libro tenías presente que la figura de Jones tenía tantos y tan versátiles aspectos?
—Lo conocí en 2015, cuando lo entrevisté para El Observador motivada porque había visto La memoria de Borges, que me había parecido excepcional. En esa entrevista sentí un encuentro entre almas. Años después, él me escribió que conocerme había sido una linda causalidad. Luego de eso volví a entrevistarlo para el libro Sin maquillaje, ya que fue integrante del elenco de la Comedia Nacional. Jones ganó el concurso en 1976 y la dictadura no se lo reconoció, entró al elenco ocho años después. Allí, en esa segunda entrevista, me pidió si podía escribir el libro sobre su biografía. Sabía lo que me había contado, que estuvo exiliado, preso, sabía de su bagaje místico porque en La memoria de Borges habla de ello, además de relatar lo que fue su encuentro con el argentino. Cuando me ofreció hacer el libro no lo dudé ni un segundo, porque además de ser un artista excepcional sabía que como personaje iba a rendir mucho, tiene una vida muy rica a nivel periodístico. Además es un gran orador, no solo es interesante lo que cuenta, sino cómo lo cuenta.
—En el libro hay un recorrido en el que se menciona a varias figuras de la política.
—En las entrevistas íbamos y veníamos en el tiempo. Él tiene temas que le interesan mucho, como la geopolítica, el capitalismo, el sistema financiero. A veces tenía que reconducirlo hacia temas artísticos. Traté de armar el rompecabezas para darles cierta cronología a sus declaraciones, me interesó hacer una reconstrucción del contexto, utilizar su historia como ventana hacia otro Uruguay y hacia el mundo, porque estuvo exiliado en Argentina y Venezuela. Para mí era importante que el libro se leyera casi como una novela. Al decidir escribirlo en primera persona se mezcló mi vocación periodística con la dramatúrgica, porque quería que el lector sintiera que estaba viendo a Jones en un escenario haciendo un unipersonal.
—En ese gran monólogo, las notas al pie tienen un valor muy importante.
—Sí, es una idea que empezó con el libro de la Comedia Nacional. En este libro me pareció que las notas podían servir para que apareciera mi voz y la voz de las demás personas entrevistadas. No quería cortar la narración, así que lo demás lo incorporé en una especie de libro aparte. También utilicé las notas para contextualizar lo que decía Roberto, porque es una máquina de tirar referencias históricas y culturales y muchas veces hay que situar al lector. Traté de sumar a su relato otros puntos de vista, datos curiosos o descripciones de eventos como Desagravio al Mate, acto que Benito Nardone hizo luego de la visita del Che Guevara a Punta del Este.
—En general las biografías nacen cuando las personas ya no están, pero Roberto es un aquí y ahora. ¿Tuviste libertad de dar forma al material o lo trabajaron siempre en conjunto?
—Le mostré el libro para corregir referencias. Fui clara con él y le dije que no quería retratarlo como si fuera de bronce. Quería acercarme de forma periodística y dramatúrgica, quería que el lector entrara en la piel de su personaje, entonces no podía mostrarlo solo a través de sus virtudes, sin contar también sus contradicciones. Pero cuando lo leyó estuvo muy conforme. A veces no recordaba cosas que me había contado; además, también intercambiamos mucha información por escrito. Algunos contenidos los negociamos.
—Para tu criterio, ¿cuál es el mayor interés que ofrece el libro?
—Creo que Roberto, además de tener muchas facetas en su vida, es también un pensador. Él se define como un librepensador. Tiene un discurso que, además de ser muy interesante, es muy a contracorriente de lo que se ve hoy en día.
—El libro excede el tema del teatro.
—Sí, pero a su vez habla mucho de teatro. Si alguien quiere buscar en el libro lecciones de Roberto como maestro, las va a encontrar. Pero como escribe Alfonso Lessa en el prólogo, se trata de un hombre múltiple, que así como ha encarnado distintos personajes ha encarnado distintas identidades. Limitar a Roberto solo al teatro, por más que haya hecho muchas cosas magníficas, me parecía que era limitar su campo de intereses. Hay cosas que no están en el libro; jugué un poco con la idea de misterio, porque veo a Roberto como un ser misterioso. Siempre me interesó pensar en qué mecanismos utilizamos para reconstruir nuestra historia. ¿Qué es el pasado? ¿Dónde está? El vínculo entre memoria y pasado me parece muy interesante.
—¿Cómo fue tu intercambio con Alfonso Lessa?
—Me interesaba que revisara las referencias acerca de la historia reciente, porque es un referente en este tema. Hizo lecturas sobre el libro y me ayudó periodísticamente en muchas cosas. Además, es alguien que conoce y aprecia a Roberto.
—También aparece la palabra de las actrices Marisa Bentancur, Gabriela Iribarren y María Mendive.
—Ellas son directoras del Instituto de Actuación de Montevideo y funcionan como un nexo entre generaciones. María Mendive también trabajó con Roberto. Fue una idea de él que ellas estuvieran en el prólogo, y escribí con ellas una escena a tres voces.
—En Uruguay hay muy pocas publicaciones sobre teatro. En la academia surgen investigaciones, pero hace falta mucho más.
—No estoy al tanto de lo que se hace académicamente, pero me parece que está bueno el abordaje periodístico porque da lugar a que aparezcan muchas voces. No solo se trata de las obras, hay que contar quiénes son las personas que las llevan adelante, por qué hacen lo que hacen, qué significa ser actor en Uruguay.
—En el libro también hay un rescate de material fotográfico. ¿Fue difícil esa búsqueda?
—Roberto es una persona que no guarda nada, ni recortes de obras, ni videos de sus obras, ni los premios. Me ayudaron sus hijos, algunos fotógrafos y el Centro de Información y Documentación. Por suerte logramos recopilar material interesante.