Después de todo quizás no sea cierta la presunción de que en un escenario de guerra, con la economía colapsada, con especulación y mercados negros, la carestía es un azote. “En Siria compraba 20 quilos de cebolla con un dólar. Aquí un quilo me cuesta 90 pesos”, explicaba un beduino, padre de 12 hijos, que acampa en la plaza Independencia. Y su mujer acotaba: “No queríamos salir de la guerra para venir a la pobreza”. Debe de ser muy cara la vida en Uruguay, como para que refugiados sirios prefieran enfrentar las mismas vicisitudes que los llevaron a abandonar las zonas convulsas de Oriente Medio, antes que pasar hambre con un ingreso de 15 mil pesos para toda la familia. Algunos uruguayos se apresuraron a criticar a los sirios “desagradecidos”, y otros a recordar que muchos reciben salarios...
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