Veinticinco años no es nada - Semanario Brecha
Libros. Música y periodismo

Veinticinco años no es nada

The Calamaro Files: veinticinco años escribiendo sobre Andrés, de Martín Pérez. Gourmet Musical, Buenos Aires, 2022. 168 págs.

Hay algo de razón en pensar que los libros sobre músicos solo importan a músicos y fanáticos. Pero The Calamaro Files es más que un libro sobre un músico, aunque también sea eso. Toda recopilación intenta organizar el caos generado por elementos disímiles que nunca tuvieron la finalidad de ser leídos uno atrás de otro. Empresa, por otra parte, que lo deja a uno preguntándose: ¿para qué? Porque, más que en la ficción o en la poesía, la intención autoral se vuelve central en este tipo de textos que casi no tienen razón de ser. Y eso es este conjunto de entrevistas, reseñas y crónicas que el periodista Martín Pérez (1967) le dedicó al Salmón.

Con el subtítulo Veinticinco años escribiendo sobre Andrés, el libro tiene como columna vertebral las entrevistas hechas con motivo de la salida de los discos del músico, que devienen en crónicas personales de un autor que, contrario al dictamen enunciado por Ivana Romero en el prólogo, no se vuelve para nada invisible ante el retrato del personaje principal y se muestra sin pudor en las piezas retrospectivas en las que ambos analizan los derroteros del rock argentino.Y es allí, en el desarrollo de la amistad entre Pérez y el Salmón, que el libro adquiere su razón de ser. Se puede observar a un Calamaro abierto, amiguero, si bien siempre solitario. En una nota de 1995, una de las más viejas, titulada «El efecto Travolta», Pérez narra una conversación en la que lo compara con un galán de cine devenido en exgalán, como el protagonista de Pulp Fiction. Es que Calamaro tuvo éxito juvenil con Los Abuelos de la Nada y fracasó como solista para luego llegar al éxito internacional con Los Rodríguez. Andrés le responde que se identifica, más que con el actor, con su personaje, Vincent Vega.

La organización del libro recuerda también a la estructura pulposa del clásico de Tarantino. Comienza con un texto escrito en 1997 que vio la luz por primera vez en 2009, luego sigue con dos textos de 1995 y salta a 2016. Como si de una película se tratase, también dedica dos secciones a los personajes secundarios, algunos colaboradores recurrentes del artista. Así, los textos hacen aparecer diversos momentos de esos 25 años de amistad, y el desorden juega a favor de la lectura: cuando funciona, parece un acierto calculado; cuando pisa en falso y el hilo se pierde (no vendrían mal algunas notas al pie), el error se justifica por esa naturaleza recopilatoria.

Lo que queda es un Andrés mucho más humano que el cínico que le copió a Dylan y a Sabina, que defiende las corridas de toros, que canta y habla como el más porteño de los porteños. Queda el Andrés workaholic, el de la dirección más difícil, introspectivo, que baja «al infierno un poco» porque allá están sus amigos fallecidos. Si, después de leer el libro, al lector le parece que fui algo indulgente con The Calamaro Files (excepto con el título horrible), es porque, al igual que Pérez, tengo un aprecio especial por el Salmón, por asociarlo a amores, amigos y familia. Es que su catálogo es tan amplio como su persona: hay un Calamaro para cada día del año y para cada estado emocional. Todo eso debe haber estado en la mente de Pérez al imaginarse el libro. Hay en él, también, el testimonio de una forma de hacer periodismo musical que, lejos de plantarse de forma objetiva, se dejaba influir por esa particular intimidad que creamos con ciertas canciones.

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