Si Los detectives salvajes (1998) fue la novela que consagró a Roberto Bolaño y lo colocó de modo abrupto e incontestable en el centro del nuevo parnaso de novelistas latinoamericanos, 2666, publicada un año después de una muerte precoz aunque anunciada, fue la que lo catapultó a una fama legendaria. La novela póstuma era convenientemente excesiva en sus mil páginas, y sus cualidades conquistaron de inmediato el entusiasmo unánime de los críticos. Bolaño, sin embargo, había pedido a su editor (aunque suene patético, “en su lecho de muerte”, ya que las instrucciones fueron dadas en la clínica donde murió, a los 15 días de internado, de una crónica insuficiencia hepática) que publicase ese proyecto todavía iné-dito en cinco tomos, de modo que rindiese mejor económicamente para sus hijos. La ...
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