La reforma educativa que no se ve: Elementos particulares - Semanario Brecha
La reforma educativa que no se ve

Elementos particulares

Pablo da Silveira, ministro de Educación. HÉCTOR PIASTRI

La precandidata presidencial Laura Raffo dijo en televisión que los conocimientos universales no le sirven a los estudiantes de Punta de Rieles para «cumplir sus sueños» o «encontrar un mejor trabajo». Días después, se difundió la reforma curricular del bachillerato que afecta las asignaturas humanísticas e introduce Emprendedurismo como nueva unidad curricular. Si consideramos que los conocimientos producidos por la humanidad a través de los siglos son un bien público y que es uno de los deberes de la educación favorecer su transmisión intergeneracional en diálogos críticos productores de nuevos significados y sentidos sobre el mundo en común, el comentario de Raffo es la justificación de un retaceo. Los conocimientos, por muy universales que sean, no son para cualquiera.

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Raffo aterrizó su idea en Punta de Rieles, un barrio donde una investigación reciente determinó que el 39,7 por ciento de los hogares con adolescentes tiene una situación de inseguridad alimentaria moderada o grave. La investigación se llevó a cabo luego de que educadores del noreste montevideano denunciaran los efectos del hambre en muchos de sus estudiantes. El discurso del emprendedurismo en la educación no solo refiere a la formación del nuevo perfil de trabajador que el capitalismo requiere, sino que, además, cumple una función ideológica: diluye el conflicto de clases y responsabiliza a los individuos de su suerte, mientras justifica la precarización laboral presentada como nueva dinámica del mundo del trabajo. El video de Capusotto en que Micky Vainilla le regala a un linyera una edición de bolsillo de la biografía de Steve Jobs cada vez tiene menos espesor irónico y más literalidad.

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En 1990, Carlos Monsiváis llamaba a fortalecer la extensión cultural de las universidades para «revitalizar el humanismo» como forma de enfrentar la «barbarie neoliberal que se propone sacrificar generaciones enteras». Recordando el «Discurso por Virgilio» en el que Alfonso Reyes (en 1931) reclamaba: «Quiero latín para las izquierdas, porque no veo la ventaja de dejar caer conquistas ya alcanzadas», Monsiváis especulaba: «Hoy, don Alfonso pediría también el latín y el español para las derechas». Desde hace un buen tiempo, el discurso que articula el pensamiento educativo de derechas y progresismos es el de la teoría del capital humano, con su jerarquización de los conocimientos económicos y los actores tecnocráticos por sobre los conocimientos pedagógicos y los docentes. Sobre esta base, el discurso de Raffo sustrae un realismo crudo que, al objetarse desde una concepción humanista, no hace más que volverse más fuerte. Allí, precisamente, es donde hay que sostener la dificultad y tensar el pensamiento.

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La división social del trabajo ha sido el tema estructurante de las pedagogías emancipatorias y una parte del movimiento escolanovista. En 1893, Paul Robin escribió en su Manifiesto de la educación integral: «La especialización a ultranza, estrecha y comenzada demasiado pronto, sin base de instrucción general, es la causa más activa de la miseria y de la desorganización social. Es la forma moderna de la esclavitud. Hace seres instintivos, incapaces de razonar, sin defensa contra los choques súbitos de los acontecimientos, predispuestos de antemano a todas las explotaciones: son máquinas y no hombres». Junto con la reivindicación de las humanidades, debemos preguntarnos qué significa hoy, programáticamente, la educación integral que da lugar al trabajo, los conocimientos prácticos, la creatividad manual y la formación tecnológica, desde las condiciones concretas de vida de los jóvenes y sus familias.

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Marina Garcés, al reflexionar sobre los tan mentados «saberes del futuro», recuerda a Diderot, el autor de la Enciclopedia. Al preparar un programa universitario para la zarina de Rusia, Diderot escribió: «¿Qué tiene que llevarse uno de una escuela pública? Buenos elementos». Agrega Garcés: «Si lo que queremos es dominar la complejidad, la velocidad y la incertidumbre, necesitaremos ponernos en manos de expertos y de tecnologías que hagan grandes modelos, análisis de prospectiva, consultorías, formación, evaluaciones, rúbricas, power points y, finalmente, consignas fáciles que podamos seguir con credulidad. Contra esa forma de subordinación cognitiva, lo más efectivo es preparar y compartir “buenos elementos”».

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Es imposible separar el auge de la instrucción tecnológica (que no la formación científica) y la marginación de las humanidades de una suerte de estado de indefensión ante el crecimiento de los oscurantismos y los posfascismos en todo el mundo. ¿Cómo hacer frente a esto sin una vitalidad de las humanidades, su capacidad crítica e interpretativa y su potencia para imaginar nuevos horizontes? En las instituciones educativas, pero también en las organizaciones sociales, barriales y culturales, el cultivo de las humanidades y las artes, de las ciencias y la experimentación, de la lectura y la escritura aporta los «buenos elementos» y produce el espesor intelectual y la hondura sensible indispensables para la abstracción, el discernimiento, la imaginación, la crítica y la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Como dice un pasaje del evangelio apócrifo de Tomás, citado por Emmanuel Carrère: «Cuando saquéis lo que hay dentro de vosotros, eso que tenéis os salvará. Si no tenéis eso dentro de vosotros, eso que no tenéis dentro de vosotros os matará».

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Mientras tanto, gradual y menos promocionada que la transformación curricular, sucede otra reforma de aspiración estructural. En su dirección tendencial, procura pasar de un sistema educativo público, autónomo y coordinado a un sistema mixto público-privado en competencia. La Ley de Urgente Consideración (LUC) perfiló esta tendencia. La actual ley de rendición de cuentas cambia la integración de la directiva del Instituto Nacional de Acreditación y Evaluación de la Educación Terciaria. De aprobarse, por primera vez se podrán acreditar carreras solo con los votos de las instituciones privadas y el MEC. A partir de la LUC, se han multiplicado los convenios del Estado con universidades privadas. La formación docente ha sido uno de los espacios piloto de la nueva modalidad. Este año, la Administración Nacional de Educación Pública pagará a la Universidad Católica y la ORT posgrados para docentes del Consejo de Formación en Educación. En paralelo, se han caído numerosos convenios que el Estado tenía con la Udelar. Uno de los traspasos interrumpidos en 2020 echó por tierra el proyecto Grupos Sonantes, por el cual, entre otros lugares, aprendían a tocar violín, violoncello y contrabajo jóvenes de Punta de Rieles.

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