Fronteras de sangre - Semanario Brecha
Las masacres en Israel y Gaza

Fronteras de sangre

La magnitud y la violencia de la incursión del 7 de octubre en el sur de Israel de fuerzas palestinas de Hamás tomó por sorpresa al mundo entero. Detrás del horror de los crímenes de guerra cometidos esta semana se encuentra el horror cotidiano de un régimen de desposesión que la comunidad internacional creyó poder ignorar.

Una joven palestina herida aguarda ser atendida en el hospital en la ciudad de Rafah, Gaza. AFP, SAID KHATIB

Kfar Azza, Be’eri, Netiv HaAsara y Re’im son apenas algunos de los nombres que han pasado ya a la historia universal de las peores infamias. En pequeñas comunidades rurales como esas, que bordean la frontera israelí con Gaza, más de 1.000 hombres armados de Hamás entraron en las primeras horas de la mañana del sábado 7 y mataron con disparos, cuchillos y granadas a niños de pocos meses, a ancianos, a hombres y mujeres desarmados y sorprendidos mientras dormían, desayunaban o intentaban esconderse. Un periodista de The Washington Post que arribó a Kfar Azza dos días después de la masacre encontró hogares de puertas abiertas donde las tasas llenas de café y la jarra de leche todavía descansaban sobre la mesa, a pocos centímetros de los charcos de sangre que cubrían el suelo. Otras viviendas, decenas de ellas, fueron quemadas hasta los cimientos. Las fotos y los videos de la carnicería, registrada hasta el cansancio, muchas veces por los propios perpetradores, agobian a quienquiera que navegue en internet por estas horas. Algunas de las imágenes que más han circulado fueron grabadas en la fiesta de música electrónica Supernova, que entre 1.000 y 3 mil personas celebraban cerca de Re’im, a escasa distancia de la frontera. Al menos 260 jóvenes desarmados que bailaban y se divertían allí desprevenidos de lo que se cernía sobre ellos fueron asesinados en cuestión de minutos por hombres llegados en motos y parapentes. Aunque las denuncias de violaciones y torturas cometidas en el lugar por los atacantes aún no han sido verificadas, son de público conocimiento los videos en los que estos hombres se ensañan con el cuerpo de mujeres heridas y secuestradas, exhibidas como trofeo de guerra ante las cámaras.

La lista de atrocidades es larga y al cierre de esta edición aún no terminaba de cerrarse. Las tropas israelíes que al comienzo de esta semana retomaron el control de los kibutz atacados todavía encuentran nuevos cadáveres por estas horas. Este jueves el recuento de muertos en los ataques de Hamás del fin de semana alcanza ya los 1.200, según cifras oficiales. Los heridos llegaban casi a los 3 mil. Nunca en la violenta historia del país, con sus frecuentes guerras y operaciones militares, había ocurrido algo de una magnitud similar. Shock es la palabra usada ahora hasta el vértigo. A los miles de muertos se suma la desesperación de la sociedad israelí por rescatar a los al menos 130 (el número exacto aún resulta imposible de calcular) rehenes, secuestrados por Hamás durante el ataque y hoy desperdigados en escondites de esa organización a lo largo de toda la Franja de Gaza. La enorme mayoría son civiles y muchos de ellos son niños, ancianos que necesitan medicación o ayuda de otro tipo para sobrevivir y personas que fueron heridas de gravedad durante la agresión del sábado.

«Estados Unidos inequívocamente condena los ataques sin provocación efectuados por los terroristas de Hamás contra civiles israelíes», comienza el comunicado publicado el mismo sábado 7 por la Casa Blanca, apenas conocido lo que estaba ocurriendo en Israel. Esa línea, la de la agresión gratuita e irracional, motivada por un odio inhumano contra el pueblo judío, es repetida con insistencia por el gobierno de Israel y todos sus aliados, especialmente las potencias occidentales, que han corrido a dar un apoyo sin fisuras y sin condiciones a Israel, en momentos en que su dirigencia multiplica expresiones como las del ministro de Defensa Yoav Galant: «luchamos contra animales humanos» y «Gaza nunca volverá a ser la misma».

Sin embargo, el horror exige explicaciones. En su columna del 9 de octubre en el diario israelí Haaretz, Gideon Levy afirmaba: «El sábado, ellos [las autoridades israelíes] ya hablaban de eliminar distritos enteros de Gaza, ocupar la Franja y castigar a Gaza “como nunca antes fue castigada”. Pero Israel nunca ha dejado de castigar a Gaza desde 1948, ni un solo momento. Tras 75 años de abusos, una vez más les espera el peor escenario posible. Las amenazas de “arrasar Gaza” solo demuestran una cosa: no hemos aprendido nada. La arrogancia está aquí para quedarse, aunque Israel pague por ello una vez más un alto precio». Su colega, la también israelí Amira Hass, escribió esta semana: «En el espacio de unos pocos días, los israelíes han padecido lo que los palestinos llevan décadas padeciendo y siguen padeciendo hoy: incursiones militares, muerte, crueldad, niños asesinados, cadáveres abandonados en las carreteras, bloqueo, miedo, angustia por los seres queridos, detención, ser objeto de venganzas, de disparos mortales indiscriminados contra los que participan en los combates (soldados) y los que no (civiles), posición subordinada, destrucción de edificios, fiestas o celebraciones arruinadas, debilidad e impotencia ante hombres armados todopoderosos y una humillación amarga. Por eso es necesario repetirlo una vez más: ya lo dijimos. La opresión y la injusticia continuas estallan en momentos y lugares inesperados. Las masacres no conocen fronteras».

A continuación Brecha reproduce dos artículos, uno de la prensa israelí de izquierdas, sobre el papel que ha jugado Hamás en la política israelí de los últimos años, y otro de un corresponsal en Gaza con una crónica de lo sucedido en ese enclave en las últimas horas.

La inescapable persistencia de la tragedia palestina

El fin de la doctrina Netanyahu

Los gobiernos israelíes de las dos últimas décadas optaron por favorecer el dominio de Hamás sobre Gaza para mantener divididos a los palestinos e hicieron lo imposible por evitar cualquier acuerdo de paz duradero. El sábado, esa estrategia voló por los aires.

Meron Rapoport

Los acontecimientos de los últimos días no tienen precedentes. La última vez que unidades de combatientes judíos y palestinas –militares o paramilitares– se enfrentaron en un frente tan amplio en Israel-Palestina fue en 1948. Por supuesto, ha habido varios enfrentamientos a lo largo de los años en Gaza y en ciudades de Cisjordania como Yenín, y las fuerzas israelíes y palestinas se enfrentaron en Líbano en 1982. Pero no hay nada equivalente a la magnitud de lo que ocurrió aquí desde el sábado por la mañana y nunca, desde 1948, los combatientes palestinos habían atacado comunidades judías a semejante escala.

No se trata de una simple anécdota histórica. Tiene un significado político directo y concreto. Este ataque asesino e inhumano de Hamás se produjo cuando el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, parecía a punto de lograr su obra maestra: firmar la paz con el mundo árabe ignorando totalmente a los palestinos. Este ataque les recordó a los israelíes y al mundo, para bien o para mal, que los palestinos siguen ahí y que el conflicto centenario los afecta a ellos, no a los emiratíes ni a los saudíes.

En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas hace dos semanas, Netanyahu presentó un mapa del «nuevo Oriente Medio», en el que aparecía el Estado de Israel extendiéndose desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo y construyendo un «corredor de paz y prosperidad» con sus vecinos de toda la región, incluida Arabia Saudita. Este mapa no mostraba un Estado palestino, ni siquiera la serie de pequeños enclaves que la Autoridad Palestina controla en apariencia.

Desde que Netanyahu fue elegido primer ministro, en 1996, ha tratado de evitar cualquier negociación con los dirigentes palestinos, ha optado por eludirlos y marginarlos. Israel no necesita la paz con los palestinos para prosperar, ha afirmado Netanyahu en reiteradas ocasiones; su poder militar, económico y político es suficiente sin ella. El hecho de que durante los años de su mandato, especialmente entre 2009 y 2019, Israel haya disfrutado de prosperidad económica y su estatus internacional haya mejorado es, en su opinión, una prueba de que avanza por el buen camino.

Los Acuerdos de Abraham, firmados en los últimos años con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos, y después con Sudán y Marruecos, refuerzan esta convicción. «Durante los últimos 25 años, se nos ha dicho repetidamente que la paz con los demás países árabes solo llegaría una vez que hubiéramos resuelto el conflicto con los palestinos», escribió Netanyahu en un artículo publicado en la versión hebrea de Haaretz (14-X-22,) antes de las últimas elecciones. «Contrariamente a la posición predominante», prosiguió, «creo que el camino hacia la paz no pasa por Ramala [la capital de la administración de facto de la Autoridad Palestina], sino que la evita: en lugar de dejar que el rabo palestino sacuda el mundo árabe, yo sostenía que la paz debía empezar por los países árabes, que aislarían la obstinación palestina». Un inminente acuerdo de paz con Arabia Saudita debía ser el broche de oro de la «paz por la paz» que Netanyahu llevaba años preparando.

Netanyahu no inventó la política de separación entre Gaza y Cisjordania ni la utilización de Hamás como herramienta para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (que controla la Autoridad Palestina) y sus ambiciones nacionales de establecer un Estado palestino. El plan de «retirada» de Gaza elaborado en 2005 por Ariel Sharón, entonces primer ministro, se basaba en esta lógica. «Todo este paquete llamado Estado palestino ha salido del orden del día por tiempo indefinido», declaró Dov Weissglas (Haaretz, 5-X-04), asesor de Sharón, para explicar el objetivo político de la retirada en aquel momento. «El plan proporciona la cantidad de formol necesaria para garantizar que no haya un proceso político con los palestinos.»

Netanyahu no solo adoptó esta forma de pensar, sino que le añadió la preservación del poder de Hamás en Gaza como herramienta para reforzar la separación entre la Franja y Cisjordania. En 2018, por ejemplo, aceptó que Qatar transfiriera millones de dólares al año para financiar el gobierno de Hamás en Gaza, poniendo así en práctica las declaraciones realizadas el 7 de octubre de 2015 por Bezalel Smotrich (entonces miembro marginal de la Knéset y ahora ministro de Finanzas y soberano de facto de Cisjordania) en el sentido de que «la Autoridad Palestina es una carga y Hamás es una ventaja». «Netanyahu quiere que Hamás permanezca en pie y está dispuesto a pagar un precio casi inimaginable por ello: medio país paralizado, niños y padres traumatizados, hogares bombardeados, personas muertas», escribió en Facebook la actual ministra israelí de Información, Galit Distel Atbaryan, el 5 de mayo de 2019, cuando aún no había entrado en política pero era conocida como una influyente partidaria de Netanyahu. «Y Netanyahu, en una suerte de moderación escandalosa y casi inimaginable, no está haciendo lo más fácil de todo: conseguir que las Fuerzas de Defensa de Israel derriben la organización.»

«La cuestión es saber por qué», continúa Distel Atbaryan, antes de explicar: «Si Hamás se derrumba, Abu Mazen [Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina] podrá controlar la Franja de Gaza. Si la controla, habrá voces de izquierda que alienten las negociaciones y una solución política y un Estado palestino también en Judea y Samaria [Cisjordania]… Esta es la verdadera razón por la que Netanyahu no elimina al líder de Hamás, todo lo demás son tonterías».

De hecho, el propio Netanyahu admitió esto unos meses antes de los comentarios de Distel Atbaryan, cuando dijo, en una reunión del Likud, que «cualquiera que quiera impedir la creación de un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás. Esto forma parte de nuestra estrategia, que consiste en aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Judea y Samaria» (Haaretz, 9-X-23).

El refuerzo de la barrera en torno a Gaza se ha convertido en otro aspecto de la estrategia de Netanyahu. «La valla impedirá que los terroristas se infiltren en nuestro territorio», explicó (Maariv, 3-II-19) cuando anunció el inicio de las obras, en 2019, para agregar una barrera subterránea que acabaría costando más de 3.000 millones de séqueles, unos 750 millones de dólares. Dos años más tarde, el periodista israelí Ron Ben-Yishai escribió en Ynet (18-VI-21) que el objetivo último de la barrera, considerada como impenetrable para los terroristas, es «impedir una conexión entre Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Judea y Samaria».

El sábado por la mañana, la referida barrera fue derribada, y con ella la doctrina más extendida de Netanyahu –adoptada por los estadounidenses y muchos Estados árabes– de que es posible hacer la paz en Oriente Medio sin los palestinos. Mientras cientos de combatientes cruzaban la frontera sin ningún impedimento para ocupar puestos del Ejército e infiltrarse en decenas de comunidades israelíes situadas a una distancia de hasta casi 30 quilómetros, Hamás declaraba efectivamente, de la forma más clara, dolorosa y mortífera posible, que el verdadero conflicto que amenaza las vidas israelíes es el conflicto con los palestinos y que la idea de que los palestinos pueden ser ignorados por Riad o Abu Dabi o de que los 2 millones de palestinos encarcelados en Gaza desaparecerán si Israel construye una barrera suficientemente sofisticada es una ilusión que se está derrumbando con un terrible costo humano.

Estas no son necesariamente buenas noticias. Es imposible no calificar las acciones de Hamás de crímenes de guerra: la masacre de civiles, el asesinato de familias enteras en sus hogares, el secuestro de civiles, incluidos ancianos y niños, y mantenerlos cautivos en Gaza; todos estos actos violan las leyes de la guerra y, si la Corte Penal Internacional ejerce su jurisdicción sobre Israel-Palestina, sus responsables tendrán que ser procesados. En otras palabras, la «declaración» de facto de Hamás de que el conflicto israelí-palestino sigue existiendo se hizo a costa de la sangre de cientos de inocentes.

No son buenas noticias porque, además, parece que la conclusión a la que llega actualmente Israel, al entender que el conflicto se sitúa en Israel-Palestina, no en Arabia Saudita, es que debe «derrocar a Hamás» o «arrasar Gaza». El diputado del Likud Ariel Kallner y el periodista de derecha Yinon Magal representan, probablemente, a una parte significativa de la opinión pública israelí –y ciertamente del gobierno– cuando piden en redes sociales y televisión que la respuesta sea una nueva Nakba.

No obstante, dejando a un lado los juicios morales, el atentado de Hamás nos devolvió a todos a la realidad, especialmente a los israelíes, al recordarnos que el conflicto empezó aquí, en 1948, y que ningún remedio mágico puede hacerlo desaparecer. Y, puesto que Hamás, por muy fuerte y capaz de sorprender que sea, no puede asesinar a 7 millones de judíos, y dado que Israel –creo yo– no es capaz de una nueva Nakba (ni siquiera de retomar el control total de Gaza), es posible que del traumatismo de los últimos días nazca la idea de que el conflicto debe resolverse sobre la base de la libertad, la igualdad nacional y cívica y el fin del bloqueo y la ocupación.

Tras el trauma de la guerra de 1973, la guerra de Yom Kipur, que muchos comparan con lo que está sucediendo hoy, los israelíes comprendieron que la paz podía lograrse al precio de la retirada del territorio egipcio que habían ocupado. La misma toma de conciencia podría producirse tras el trauma de 2023.

(Publicado en inglés en +972 Magazine y traducido al español por Correspondencia de Prensa).

Columnas de humo durante los ataques israelíes en la ciudad de Gaza, 12 de octubre. MAHMUD HAMS, AFP

Los bombardeos israelíes en Gaza

Atrapados

La siguiente es una transcripción de una serie de despachos de voz enviados por el corresponsal de Mondoweiss en la Franja de Gaza, Tareq Hajjaj, que describen la situación que está sucediendo sobre el terreno.

La OMS [Organización Mundial de la Saludo] emitió ayer un comunicado diciendo que los suministros médicos en todos los hospitales de Gaza han comenzado a agotarse. Al mismo tiempo, el doctor Ashraf al-Qidra, portavoz del Ministerio de Salud en Gaza, emitió un comunicado de prensa diciendo que los servicios de salud han entrado en una «fase crítica» y que los suministros médicos, las herramientas y el combustible están a punto de acabarse. Añadió que los hospitales están a plena capacidad y los heridos ahora se ven obligados a yacer en el suelo. La escena en el Hospital Al-Shifa, el hospital central de Gaza, es sangrienta. Mujeres, niños, ancianos e incluso jóvenes se ven obligados a tumbarse en el suelo. 

El miércoles, la única central eléctrica de Gaza dijo que en las próximas horas cerraría completamente debido a la falta de combustible. Para el jueves, la electricidad había sido cortada casi por completo en todas partes de Gaza; las únicas excepciones son los lugares con generadores comerciales, que también se están quedando sin combustible.

El Ejército israelí envió mensajes amenazantes a los habitantes de las torres residenciales indicándoles que evacuaran sus hogares en los complejos de Al-Nada y Al-Awda, en el norte de Gaza, que incluyen aproximadamente 50 torres residenciales y albergan a miles de personas.

La situación humanitaria en los hogares y en las escuelas de la UNRWA [Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo], donde muchos se han refugiado para escapar de los bombardeos, es catastrófica. Las viviendas están superpobladas debido al desplazamiento interno de las familias hacia las casas de sus familiares en zonas que creen que están más alejadas de la línea de fuego. Pero ningún lugar en Gaza está fuera de la línea de fuego. El hacinamiento en hogares y escuelas ha provocado condiciones inhumanas, incluidas colas de una hora para ir al baño.

La noche del miércoles fue especialmente dura. Los misiles utilizados por la ocupación parecen ser nuevos y no se han utilizado antes en Gaza. Hay misiles que explotan sin hacer mucho ruido, pero que hacen temblar el suelo bajo los pies de la gente.

 

TEMORES DE LIMPIEZA ÉTNICA Y UNA SEGUNDA NAKBA

La gente ahora teme una limpieza étnica masiva de la Franja de Gaza y el desplazamiento forzado a Egipto, después de que un portavoz militar israelí dijera que los palestinos afectados por los ataques aéreos pueden irse a ese país. Dado que Estados Unidos y Egipto están trabajando ahora para abrir un «corredor humanitario» para que la ayuda entre a Gaza, otro portavoz militar israelí dijo que todos los civiles pueden pasar por ese corredor hacia Egipto.

Estas declaraciones han llevado a los residentes de Gaza a temer una inminente segunda Nakba y una limpieza étnica masiva. Al mismo tiempo, se están extendiendo rumores entre la gente de que la ciudad egipcia de Sheikh Zweid y otras zonas del Sinaí se han preparado de antemano para recibir refugiados, lo que muchos dicen que es un viejo plan de la ocupación cuyo momento ha llegado. También se ha difundido el rumor de que la eventual limpieza étnica de los palestinos hacia zonas del Sinaí sería seguida por el establecimiento de un Estado palestino en lo que queda de la Franja de Gaza, en el que Egipto supuestamente intercambiaría tierras con Israel. Sin embargo, estos rumores siguen sin tener fundamento.

Lo que es seguro, sin embargo, es que los funcionarios estadounidenses han comenzado a discutir la posibilidad de la huida de miles de familias y civiles a Egipto a través del cruce de Rafah. Ese cruce fue blanco, ayer, de ataques aéreos israelíes, pero desde entonces los bomberos y los equipos de defensa civiles han limpiado los escombros de la zona y reabierto el cruce.

Todavía hay decenas, tal vez cientos de civiles atrapados bajo los escombros de los ataques aéreos israelíes. Este jueves, una familia entera fue sacada de debajo de los escombros, y han surgido otros informes de que una familia entera fue aplastada y murió de esta manera en el norte de Gaza. El Ministerio de Sanidad ha anunciado que al menos diez miembros del personal médico han sido asesinados, además de decenas de periodistas, que fueron atacados intencionadamente.

Durante las muy breves horas del día en que logro acceder a internet, navegar por las redes sociales se siente como navegar por un cementerio. Todo el mundo escribe obituarios, todo el mundo tiene un ser querido que ha sido mártir. Vi a un joven escribir que su madre, su esposa, sus cuatro hijos, su hermana y sus propios hijos murieron en un ataque aéreo del que solo él sobrevivió. Veo fotografías de niños con partes del cuerpo amputadas en los hospitales.

La Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU ha declarado que 338 mil personas han sido desplazadas internamente dentro de la Franja de Gaza. Más de 22.850 viviendas han sido arrasadas. En otra declaración, el Ministerio de Salud informó que las unidades de camas en las unidades de cuidados intensivos de Al Shifa y otros hospitales están llenas y que no hay más camas para ninguno de los innumerables nuevos heridos que continúan llegando a los hospitales. El ministerio afirmó que el número de heridos ha superado con creces la capacidad del hospital para tratarlos.

Dentro de Al-Shifa, los cadáveres son colocados desnudos uno al lado del otro debido a la escasez de bolsas y la falta de espacio en los refrigeradores de la morgue. El último informe de víctimas que he visto es de 1.354 mártires y 6.049 heridos.

(Publicado originalmente en Mondoweiss. Traducción de Brecha).

Artículos relacionados

El papel que el sionismo cristiano jugará en el gobierno de Trump

Con la cruz y con Israel

Edward Said y Yeshayahu Leibowitz anticiparon la hecatombe en Gaza

Responsabilidad internacional o terror permanente

Edición 2031 Suscriptores
El uso de civiles palestinos en las operaciones militares de Israel

El viejo truco de los escudos humanos