Después de 47 días de continuos bombardeos y destrucción, la noticia de que Israel y Hamás habían llegado a un acuerdo temporal de alto el fuego fue recibida con cauteloso alivio aquí en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza. Desde las siete de la mañana del viernes 24 de noviembre, la vida ha comenzado lentamente a volver a algo parecido a lo que era antes de la guerra, con familias que abandonan sus hogares y refugios por primera vez en semanas para ver cómo están sus familiares o intentar encontrar comida y combustible para cocinar. Pero el alivio también trae tristeza y ansiedad, mientras la gente se enfrenta a la magnitud de la devastación causada por el bombardeo de Israel, incluida la pérdida de seres queridos y de hogares.
Jan Yunis se ha visto gravemente superpoblado en las últimas semanas en medio de una afluencia de personas desplazadas desde el norte, invadido por las tropas israelíes, y las zonas del este cercanas a la valla que enjaula Gaza, que han enfrentado intensos ataques aéreos y bombardeos desde el comienzo de la guerra. Como resultado, la población de la ciudad se ha triplicado hasta alcanzar aproximadamente 700 mil habitantes, y los nuevos y viejos residentes buscan refugio en hospitales, escuelas gestionadas por la administración gazatí y la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA), y en hogares de amigos y familiares.
Las condiciones en la ciudad durante las últimas semanas han sido increíblemente difíciles. Las calles del centro están muy dañadas y desplazarse en coche es casi imposible. Hace mucho tiempo que los mercados se quedaron sin alimentos y también nos enfrentamos a una grave escasez de agua. Aunque el alto el fuego temporal ha permitido la entrada de más ayuda humanitaria, esto no es suficiente para atender las necesidades de la población después de casi dos meses de bombardeos y asedio intensificados por parte de Israel.
Desde el viernes 23 por la mañana, cuando entró en vigor el alto el fuego temporal, se ha restablecido una calma relativa en Jan Yunis. Los desplazados de zonas al este de la ciudad incluso han regresado a sus hogares y tierras agrícolas para ver la devastación causada por los bombardeos de Israel. Sin embargo, los más de 1 millón de palestinos desplazados del norte no han tenido la misma oportunidad, ya que Israel les prohíbe explícitamente regresar a sus hogares. Cientos de personas todavía intentaban hacerlo el viernes 23 mientras los cielos se quedaban en silencio, con la esperanza de localizar a sus seres queridos desaparecidos; los soldados israelíes abrieron fuego contra la multitud, matando a dos e hiriendo a decenas más.
«POR FIN PODEMOS RESPIRAR UN POCO»
Rawiya Jabr, una mujer de 40 años y madre de seis hijos, ha estado buscando refugio en una escuela en Jan Yunis después de haber sido desplazada de una zona cercana a la valla fronteriza. Según ella, la noche anterior al inicio del alto el fuego fue «una noche difícil debido a los constantes bombardeos y los gritos de los niños que lloraban de miedo. Intentamos tranquilizarlos, pero los sonidos eran aterradores y teníamos miedo de que esos proyectiles nos alcanzaran y les dieran a nuestros hijos».
A la mañana siguiente, tras enterarse de que se había establecido un alto el fuego temporal, Jabr regresó a su casa. «Quería inspeccionarla», afirma. «¿Qué había pasado con ella? ¿La habían destruido? ¿Se había salvado?» Desafortunadamente, los peores temores de Jabr se confirmaron: su casa ya no está en pie.
A pesar de la tragedia, Jabr se siente aliviada de que haya un alto el fuego temporal. «La gente aquí está contenta con la tregua porque quiere descansar de los continuos bombardeos», explica. «Necesitamos dormir. No dormí una noche seguida. Me siento muy cansada. Cada uno de mis hijos tiene un problema por el miedo a la guerra: algunos tienen ataques epilépticos y otros tienen micción involuntaria. Todos necesitan tratamiento para superar lo que vivieron.»
Rola al Saad, una residente de Jan Yunis de 25 años, describe el alivio que supone el alto el fuego en la ciudad. «Por fin podemos respirar un poco después de la intensidad de los continuos bombardeos durante 47 días», afirma. «Desde las siete de la mañana intento comunicarme con familiares y amigos. Muchos amigos fueron martirizados, junto con sus familias, y algunos de ellos perdieron sus hogares.»
Saeed Qadeeh, un agricultor de 55 años de la ciudad de Khuza’a, al este de Jan Yunis, se ha refugiado con su familia de 14 miembros en una de las escuelas de la UNRWA de la ciudad. Con la tregua en los combates el fin de semana, fue a ver su casa y descubrió que había sido totalmente destruida.
«No hay ni una casa en pie en toda la zona ni en nuestra calle», explica Qadeeh. «Todo ha sido destruido por la ocupación. Se han destruido tierras agrícolas y muchos árboles fueron quemados. Todos los vecinos lloran por sus casas. Es como si un terremoto azotara el lugar y no dejara nada intacto.»
A pesar de encontrar su casa en ruinas, Qadeeh no tiene intención de volver a abandonarla. «Me quedaré en mi casa destruida durante los días del alto el fuego y trataré de quedarme incluso si vuelven a bombardear», dice. «La vida en las escuelas para los desplazados es muy difícil. No hay agua ni comida. Temo que se propaguen enfermedades. No hay atención en los hospitales. Vivimos bajo condiciones terribles.»
(Publicado originalmente en el medio israelí +972 Magazine. Traducción del inglés de Brecha.)
Los números de la catástrofe en Gaza
Quince mil muertos
Yuval Abraham
De acuerdo a cifras de la ONU del 11 de noviembre, más de 300 familias han perdido a 10 o más miembros de su familia en los bombardeos israelíes en los últimos dos meses, un número que es 15 veces mayor que la cifra de la que anteriormente fue la guerra más mortífera de Israel en Gaza, en 2014.
Según la Oficina de Medios del gobierno en Gaza –que ha estado proporcionando cifras de muertos desde que el Ministerio de Salud de Gaza dejó de hacerlo el 11 de noviembre debido al colapso de los servicios de salud en la Franja–, cuando entró en vigor el alto el fuego temporal el 23 de noviembre, Israel había matado ya a 14.800 palestinos en Gaza; aproximadamente 6 mil de ellos eran niños y 4 mil eran mujeres, en conjunto, ambos grupos constituyen más del 67 por ciento del total de los muertos. Las cifras proporcionadas por el Ministerio de Salud y la Oficina de Medios del gobierno (ambas bajo los auspicios del gobierno de Hamás) no se desvían significativamente de las estimaciones israelíes, que hablan de 15 mil muertos en Gaza y miles más desaparecidos bajo los escombros. Los datos de la ONU para el período hasta el 11 de noviembre afirman que Israel había matado a 11.078 palestinos en Gaza. Aún no se han proporcionado desgloses actualizados de las cifras de víctimas publicadas desde el 11 de noviembre.
El Ministerio de Salud de Gaza, además, no especifica cuántos de los muertos pertenecían a las alas militares de Hamás o de la Yihad Islámica. El ejército israelí estima que ha matado a entre 1.000 y 3 mil militantes palestinos armados. Según informes de los medios de comunicación en Israel, algunos de los militantes muertos están enterrados bajo los escombros o dentro del sistema de túneles subterráneos de Hamás y, por lo tanto, no fueron contabilizados en los recuentos oficiales.
En 2014, 93 bebés murieron como resultado de los bombardeos israelíes contra viviendas familiares, de los cuales 13 tenían menos de 1 año. Durante el mes pasado, 286 bebés de 1 año o menos fueron registrados como asesinados en Gaza, según una lista de identificación detallada con las edades de las víctimas publicada por el Ministerio de Salud de Gaza el 26 de octubre. Desde ese entonces, es probable que el número se haya duplicado o triplicado.
Según el Comité para la Protección de los Periodistas, hasta el 29 de noviembre, Israel había matado a 50 periodistas palestinos en Gaza, algunos de ellos en sus hogares, con sus familias.
Según la ONU, 1,7 millones de palestinos, la gran mayoría de la población de la Franja, han sido desplazados dentro de Gaza desde el 7 de octubre. El ejército afirmó que la exigencia de evacuar el norte de la Franja tenía como objetivo proteger vidas civiles. Los palestinos, sin embargo, ven este desplazamiento masivo como parte de una «nueva Nakba», un intento de limpiar étnicamente parte o la totalidad del territorio.
(Fragmentos de un artículo publicado por los medios israelíes +972 Magazine y Sikha Mekomit. Traducción de Brecha.)