Esta puesta dirigida por Alfredo Goldstein (Se despide el campeón, Tarascones, Las maravillosas, entre muchas otras) lleva a escena la reconocida novela de Mario Delgado Aparaín, publicada en 1987 y traducida a más de 11 idiomas. El escritor, que nació en Florida, conoce con exactitud la vida y la identidad de los pueblos del interior del país, y en este relato retrata parte de la vida de Johnny Sosa, un cantante negro de blues que trabaja para un quilombo llamado el Chantecler, ubicado en el ficticio pueblo de Mosquitos. Goldstein reconoció el potencial escénico de este personaje y lo original de la narración en su abordaje sobre la dictadura uruguaya y la versionó en una puesta en escena que trabaja sobre aspectos del género musical e incluye el primer trabajo actoral del cantante Gonzalo Brown (Cantacuentos, La Abuela Coca).
La obra pudo verse en la sala principal del Teatro Stella. El montaje trabaja en una disposición escénica que, con pocos elementos (la realización de escenografía está a cargo de Hugo Millán), dibuja el mundillo de pueblo chico que es el universo de Johnny. Aun así, en este contexto humilde, Brown logra transmitir los sueños de este cantante de blues que canta en inglés aun sin conocer el idioma, mientras sueña con trascender el micromundo que habita. La novela denota el desconocimiento político de los habitantes de este pueblo en cuanto a la realidad del país y de la región. Para Johnny, la ventana hacia el exterior es un programa de radio llamado El espacio fértil de la madrugada, que conduce Melías Churi (interpretado con solvencia por Diego Artucio). Allí escucha varios relatos sobre la vida de su ídolo: el cantante de blues Lou Brakley. Goldstein logra que los actores (Gianinna Urrutia, Marcelo Ricci y Artucio) se desdoblen en varios personajes mientras se transforman en narradores para acompañar el devenir de un hombre que se va transformando en héroe rebelde casi sin saberlo.
El elenco responde con soltura a esta dinámica. Destacan los momentos en los que Gianinna Urrutia (que interpreta a la rubia Dina, pareja de Johnny) y Brown dialogan para intentar comprender la irrupción abrupta de estos personajes siniestros que comienzan a invadir los espacios del pueblo e imponen su mirada sobre las cosas, incluso acerca de lo relacionado al mundo del arte. Johnny (que en la novela de Aparaín es un cantante sin dientes) parece un blanco fácil para estos seres, que intentan sobornarlo con una dentadura nueva tratando que se doblegue ante sus exigencias. Pero una de las principales fortalezas de la novela es la construcción de la entereza de este personaje, que logra enfrentar al poder y luchar por la libertad en un pueblo pequeño.
Hay mucho de humor en la construcción de esta historia, a pesar de la dureza del trasfondo político. Goldstein logra conformar los cuadros necesarios para mostrar la dicotomía constante que existe entre la inocencia y la convicción de este personaje, que lucha por sostener versos en inglés que remiten al blues y al rock and roll (como los de Little Richard o Elvis Presley, interpretados con sobrado talento vocal por Brown), y no doblegarse ante la necesidad de incluir en su repertorio boleros en español, esos que contienen una potente simbología en torno a la dominación cultural. El montaje es una invitación a volver a encontrarse con el mundo narrativo de Aparaín y a disfrutar de un elenco con sobrado talento.