Orientados - Semanario Brecha
El tour de medios uruguayos en Israel, guiado por la embajada

Orientados

opinion

A fines de julio, invitados por la embajada de Israel en Uruguay, un grupo de periodistas uruguayos participó de un tour guiado por Israel. Colegas de El País, Búsqueda, El Observador, Del Sol FM y los canales 4, 10, 12 y VTV participaron de la iniciativa, aunque no todos publicaron artículos o informes en sus medios. Los costos fueron solventados por la embajada, y la lectura y el visionado de las muy similares notas producidas en esa visita evidencian que el itinerario y los entrevistados también fueron generosamente provistos por el anfitrión.

En ninguna de las notas se advirtió sobre estas relevantes circunstancias de producción. Recién el 3 de agosto se supo, por una publicación del periodista Leo Sarro en X, que el costo de la salida de campo por Jerusalén, Tel Aviv y el sur de Israel había corrido por cuenta de la embajada. El conciso tuit de Sarro atizó la cólera del director de El País, Martín Aguirre. El primero de los ataques fue uno de los anónimos mensajes de la sección Se Dice de ese diario, en la que se acusó a Sarro de «vulnerar códigos básicos». Luego vino una columna firmada por un «desinhibido» Aguirre, el domingo 10 de agosto. «¿Cuál es el problema en viajar a Israel en este momento?», se preguntó el director periodístico. En ningún caso la información difundida por Sarro fue desmentida.

NADA ES LO QUE PARECE

En esa larga vindicación de lo hecho por su diario, Aguirre esquiva olímpico el obvio debate sobre ética periodística que las características del viaje abren. Le basta con afirmar que los enviados a Israel no tenían «ningún condicionante sobre qué decir o limitaciones de con quién hablar» y que, «en un momento donde todo el mundo parece tener mucho que opinar sobre lo que pasa en Medio Oriente, poder ver en persona esa realidad tan compleja solo puede enriquecer nuestro trabajo».

Convenientemente, Aguirre omite mencionar el condicionante mayor: Israel prohíbe la entrada de periodistas a Gaza, por lo que «esa realidad tan compleja» que, según él, hay que «ver en persona», está de arranque limitada por lo que el anfitrión, Israel, quiere que se vea. Hoy los bonitos cafés de Tel Aviv que describe la crónica de Búsqueda no son el lugar de los hechos. El lugar de los hechos es Gaza. En Israel hoy la gente va a trabajar, a estudiar, al médico, a la playa, al cine, al shopping, al supermercado. En Israel si alguien tiene sed, toma agua. Si tiene hambre, come. Esa normalidad en la vida cotidiana es la que le permitió a una de las periodistas uruguayas sacarse fotos posando en Jaffa, en la noche de Jerusalén o en el monte de los Olivos, como si estuviera haciendo turismo y no intentando comprender una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XXI. En Gaza no se puede hacer nada de eso. Y esa parte, que parece ser intrascendente para la cobertura de los medios que aceptaron el viaje, es el elemento crucial que falta. De eso Aguirre no dice nada.

Pero demos por buena la libertad que, según el director de El País, tuvieron los periodistas para trabajar a sus anchas. Entonces, ¿por qué los entrevistados son los mismos en todos los medios? Las notas hablan de la «charla» que tal o cual persona «mantuvo con los periodistas uruguayos». Y, en todos los casos, las voces privilegiadas y reproducidas en extenso son la del vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Roni Kaplan, y la del periodista israelí Henrique Cymerman, un invitado habitual a impartir conferencias en las unidades de inteligencia y la unidad de portavoces de las FDI, el Directorio de Inteligencia Militar y los viajes de propaganda Taglit (datos que no aparecen en los artículos). Sus afirmaciones, de un nivel informativo comparable al de las afirmaciones de voceros de Hamás o de la Yihad islámica, nunca son contextualizadas ni mucho menos contrariadas por ninguno de los medios.

Si la libertad fue total, ¿a qué obedece la decisión compartida de no consignar ni preguntar sobre aspectos controversiales de la política israelí? Por ejemplo, la mentada prohibición de entrar a Gaza, los rompimientos unilaterales del alto el fuego o los colegas asesinados (según el Comité para la Protección de los Periodistas, van 186 periodistas asesinados, un número sin precedentes en la historia bélica; a ellos se suman los cuatro reporteros asesinados el domingo 10 en un ataque premeditado de Israel). Si el «conflicto» es tan complejo como dice Aguirre, ¿por qué no hay ni una sola voz palestina consultada en ninguna de las coberturas? Si no había limitaciones sobre con quién hablar, ¿por qué ningún periodista recogió ninguna voz israelí crítica con el genocidio? Durante los días que duró el viaje, las dos principales organizaciones judío-israelíes de derechos humanos presentaron sendos informes en los que acusan a su país de cometer un genocidio en Gaza, pero eso no fue siquiera consignado. Si lo importante es enriquecerse viendo en persona los hechos, ¿por qué, de los siete medios viajeros, a ninguno se le ocurrió aprovechar el pasaje y la estadía gratis para pasar por Cisjordania, ahí bien cerquita, a media hora en auto, donde la ocupación lleva desplazadas por la fuerza a más de
40 mil personas y los colonos tienen vía libre para linchar palestinos y destruir sus aldeas? Cuántas coincidencias para siete medios distintos trabajando con total libertad y sin condicionamientos.

Mientras obvia estos detalles, Aguirre se despacha contra quienes evidencian las prácticas de su medio. Para el director de El País, lo que hizo Sarro al publicar el tuit fue «tirarle en contra» a los viajeros toda la «caterva de energúmenos que lo sigue. Se parece demasiado a una forma de fomentar la autocensura, cosa que lamentablemente es cada día más habitual en la estrategia de algunas visiones políticas. Que siempre les marcan a los periodistas dónde está la raya que separa a los buenos de los malos», señaló.

Que Aguirre saque a relucir la palabra autocensura al hablar sobre Israel en los medios uruguayos es una maravillosa ironía. Que a raíz de un tuit informativo arroje la acusación de censor contra Sarro –un periodista que por hacer preguntas incómodas sobre Israel fue echado de un medio y que sigue recibiendo múltiples presiones (la de Aguirre es la última de la lista)– ya parece ficción. Aguirre quiere hacer pasar su diatriba como una defensa del quehacer periodístico. Pero, más que a defender periodistas, sus argumentos apuntan a defender la línea editorial de su medio, que, al igual que las de los otros medios participantes del viaje, ha sido desde el comienzo la de no incomodar ni contradecir el interés israelí.

«El principal problema hoy para un medio en América Latina (para hacer bien su trabajo) es superar el sesgo proárabe que tienen muchos medios europeos y americanos, ya sea por su población islámica o por el corte ideológico de sus periodistas», nos educa Aguirre. Porque ¿para qué entrar en intríngulis deontológicos sobre las condiciones de autonomía periodística en las que se produce un artículo si, en lugar de hablar de pasajes y estadías pagas, de entrevistados e itinerarios elegidos a dedo por la parte interesada, uno puede dedicar ese espacio a regalarnos opiniones sobre la izquierda, el islam y la prensa internacional?

Opiniones que casualmente coinciden punto por punto con el discurso de la embajada: Israel es víctima de una campaña difamatoria a escala global, que busca presentarlo de forma injusta como «absolutamente diabólico», al decir de la periodista de El Observador. Existe en el mundo –nos alertan los periodistas uruguayos en Israel y nos repite Aguirre– un lobby anti-Israel poderosísimo y millonario del que participan, mancomunados, los medios de prensa españoles, la monarquía de Catar, la BBC, las minorías musulmanas en Europa y Estados Unidos, la izquierda de todo el mundo ¡y hasta el New York Times! (un hecho curioso para un diario que tiene en su junta directiva y en su staff a varios exsoldados de las FDI y a exmiembros de la B’nai B’rith, como su propia CEO Meredith Kopit Levien o sus corresponsales en Jerusalén Isabel Kershner y Natan Odenheimer).

Aguirre nos dice a continuación que él tiene «amigos árabes» («amigos» de redes, aclara). Él estuvo ahí, en Oriente Medio, nos dice. Y hay que estar para saber «que nada allí es lo que parece». El director de El País imagina que los contras como Sarro y Gustavo Gómez –el director de Observacom (Observatorio Latinoamericano de Regulación de Medios y Convergencia), que cuestionó la entrevista del matutino a Kaplan– «prefieren que no vaya nadie» a Oriente Medio, no sea cosa que se sepa la verdad que él sí sabe, y sostiene que de ahí viene el origen de sus críticas. A lo largo de los años, en Brecha hemos sido varios quienes hemos visitado la región, con viajes pagos de nuestro bolsillo. Periodistas, editores y colaboradores del semanario han estado en otras ocasiones en zonas controladas por Hamás, por Hezbolá, por las FDI. Recientemente, enterados de que la embajada israelí reclutaba periodistas para uno más de sus viajes a Tierra Santa, consultamos para participar, sin expectativas, y no obtuvimos respuestas concretas, de la misma manera que solicitamos en su momento una entrevista con la embajadora para tener su voz sobre lo que sucede en Oriente Medio, entrevista que fue declinada de su parte cuando no aceptamos enviarle las preguntas previamente. ¿Cuál es el problema en viajar a Israel en este momento?, pregunta Aguirre. Creemos que una pregunta más interesante hubiese sido: si viajamos a Israel en este momento, ¿quién pone las condiciones del trabajo periodístico?

Israel se encuentra hoy en su crisis de imagen más grande desde su fundación, hace 77 años. En diciembre, ese Estado destinó a su cancillería un incremento presupuestal de 150 millones de dólares para destinar a lo que en hebreo se conoce como hasbará y que puede traducirse como el relato oficial y las relaciones públicas del Estado de Israel. La oficina del canciller Gideon Saar publicó un comunicado en el que anuncia que el dinero extra es para «influir en la prensa extranjera y en las redes sociales». «Guerra de conciencias», le llama Saar. No es un secreto para nadie que la embajada de Israel y organizaciones y personalidades sionistas uruguayas (algunas judías y muchas otras no judías) despliegan hace años esta «guerra de conciencias», y que los viajes a Israel son una parte de esa ofensiva de seducción, como recuerda la reciente visita del hoy presidente Yamandú Orsi a esas tierras.

Pero si en Oriente Medio nada es lo que parece, entonces no hay de qué preocuparse. Lo que vimos la semana pasada no es ni por asomo una operación de relaciones públicas financiada, orquestada y digitada por la embajada de un país acusado de genocidio y preocupado por su imagen, con la sumisa complicidad de un grupo de medios uruguayos que dejan de lado cualquier atisbo de ética periodística con tal de «ver en persona lo que sucede allí», y de paso colaborar en tapar lo que sucede allá, en Gaza.

Artículos relacionados

opinion
El discurso de Yamandú Orsi en la Asamblea General de la ONU

Vergüenza propia

Edición 2069 Suscriptores
Conferencia de emergencia por Gaza en Colombia

«Lo que nos falta es valentía»

Edición 2064 Suscriptores
No hay acuerdo entre el oficialismo y la oposición por la caja de profesionales

Jugar al límite

Edición 2064 Suscriptores
La tensión entre el gobierno y las bases del FA por el genocidio en Gaza

Elogio de la contradicción