Con Jon Lee Anderson: “La revolución cubana ha prevalecido” - Semanario Brecha
Con Jon Lee Anderson

“La revolución cubana ha prevalecido”

El periodista y escritor estadounidense Jon Lee Anderson analiza en entrevista con Brecha la relación de fuerzas dentro de la dirigencia cubana, al tiempo que pone de relieve la consistencia de las especificidades culturales históricas de Cuba como elemento clave de la resistencia del nuevo modelo.

Hasta la incertidumbre del futuro es exuberante en Cuba. El acercamiento con Estados Unidos, la visita del presidente Barack Obama, la paulatina apertura económica, los gestos de reenganche cultural con los representantes más famosos del capitalismo –Rolling Stones, Chanel, Google– y la efervescencia inagotable de La Habana diseñan un frente de transformaciones cuyo alcance se desconoce.

Pocos entienden mejor a Cuba y su revolución que el gran periodista estadounidense Jon Lee Anderson. Autor de la hasta ahora más completa, rigurosa y memorable biografía de Ernesto Che Guevara (Che Guevara. Una vida revolucionaria, editorial Anagrama, 1997), Anderson pertenece a esa dinastía de cronistas que lo que cuentan y piensan está arrancado de la vida. Cero periodismo falso de sillón, nada de ese periodismo inmóvil y pedante cuya fuente es Internet. Anderson vive y narra. Fue corresponsal en Cuba en los años posteriores a la caída del muro de Berlín (1989) y ha recorrido luego los conflictos del mundo contemporáneo como pocos. Miembro del staff de la revista The New Yorker, en estas semanas de delirio que Cuba vivió entre la visita del presidente Barack Obama y el concierto de los Rolling Stones, Anderson estuvo en la capital cubana.

—Exactamente una semana después de la visita de Barack Obama a Cuba, Fidel Castro publicó un texto donde dice, entre otras cosas, “No necesitamos que el imperio nos regale nada”. ¿Se trata de una ruptura con su hermano Raúl?

—Es un poco lo que hemos estado viendo de parte de Fidel Castro desde el principio de la negociación con Estados Unidos que inició Raúl. Fidel Castro manifiesta al mismo tiempo su recelo y su respeto ante las decisiones tomadas por su hermano. Fidel se expresa desde su estatus de líder histórico de la revolución. La gente, en Cuba, sabe que es así: él no está de acuerdo con todo esto. A medida que uno sube en la escala del poder hay más matices. Pero no creo que en ningún caso esto signifique una ruptura. Más bien, la crítica tiene su espacio y Raúl ha avanzado con eso.

No hay ruptura en el sistema, se trata más bien de un reafincamiento del sector más doctrinario de la revolución cubana. En realidad, lo que Fidel está expresando es justamente de qué se trata la revolución cubana, es decir, el orgullo nacional, el espíritu soberanista. Este es el país que menos soberanía tenía hasta que vino la revolución. Entonces, en el fondo, aunque la parte socialista de la revolución entre en una fase menguante, los históricos reivindican la esencia soberanista y dicen: frente a ustedes siempre estaremos en alerta y en vigilia. Fidel Castro es más escéptico ante este proceso.

—Usted conoce muy bien este país. ¿La revolución cubana tiene un destino o está llamada a desaparecer?

—Es muy prematuro para que me ponga en plan de oráculo. Yo diría no obstante que hasta el momento la revolución ha prevalecido, aunque no sea la misma. De hecho, la revolución cubana ha tenido muchas etapas. Si comparamos la etapa de hoy con la del 63, o con la del 83, veríamos grandes diferencias. Yo viví aquí justo después del colapso de la Unión Soviética y vi a la revolución en aprietos. Esto no se siente hoy en día. El factor diferente entre hoy y hace 30 años es el factor de la globalización, del cual, parece, nadie está a salvo. Un país isla como Cuba yo creo que puede perdurar más tiempo al margen de la gran corriente globalizadora, también por su historia revolucionaria independentista. Los cubanos han aprendido a resolver las cosas por sí mismos y creo que esto va a incidir mucho en el futuro. De alguna manera, Fidel quiso decir que los cubanos no están aquí patas arriba. Hay un sector de la población cubana que siempre reclama cambios, muchos se quieren ir, otros regresan. Por primera vez estamos con un flujo en ambas direcciones. Creo que en este momento hay una mezcolanza de corrientes. En Cuba hay porvenir económico. Si bien está combatido y es difícil, por primera vez se vislumbran posibilidades de cambio, se ven posibilidades de porvenir material dentro de la isla incluso para los jóvenes. Lo que los revolucionarios históricos como Fidel tienen que medir es hasta qué punto nos abrimos a los gringos para que nos den lo necesario para seguir manteniendo el bote a flote. La pregunta es: ¿en qué momento se pone peligroso, en qué momento comenzamos a perder las lealtades de la población, en qué momento el Estado se repliega tanto que hay más ciudadanos que dependen más de su cuentapropismo que de nosotros, en qué momento perdemos el alma y el corazón de la gente? Este es el gran vía crucis que tienen Cuba y la revolución en este momento. Pero no hay que olvidar que viene desde hace un cuarto de siglo. Fidel era un personaje muy fuerte y muy carismático que logró hacer que Cuba siguiera tirando hasta que vino Chávez y reemplazó a la Urss en términos prácticos, en bonanza material. Con eso lograron emparchar muchas de las cosas que se habían deteriorado. También han tenido que ir viendo hasta qué punto se abrían al turismo. Si bien el turismo trae bienes económicos, también trae consigo un deterioro cultural, y no sólo en Cuba, sino en cualquier lado. ¿Entonces qué te queda de autóctono? Finalmente, ese es el gran reto. Ahora lo enfrentan con los estadounidenses. La fuerza arrolladora de la cultura y la economía de Estados Unidos es tal que pocos resisten a ella. Lo que está ocurriendo es muy interesante. Los dos hermanos siguen vivos y Raúl está lidiando con todo esto. Fidel es más reacio, por razones obvias. Es como el viejo sabio, como el abuelo que le dice a los chicos que no acepten caramelos de los extraños que los paran en la esquina. ¡Cuidado con ellos porque te llevan!

—Hay como una suerte de apuesta malsana en el capitalismo occidental con respecto a Cuba. Unos apuestan por una suerte de “capitalismo del Caribe”, otros por un destino semejante al que conocieron Polonia o República Checa después de la caída del muro de Berlín.

—No lo creo. Hay que recordar que mucho antes del diferendo con Estados Unidos los cubanos pelearon durante décadas contra los españoles. Acá hay un espíritu duro con el que llega de afuera que data del siglo antepasado. Ellos tienen un gran espíritu nacional, y no creo que esto cambie por más que haya atractivos en el gran país del Norte. En la medida en que los cubanos tengan posibilidades de ir y venir, de sacar lo que quieren de la relación con Estados Unidos, sin tener que transformarlo todo a cambio de esa misma relación, todo esto será saludable para la economía cubana. Con tal de que la nomenclatura pueda servir como guardiana de la cultura cubana, de que estén conscientes de todo lo que pueden perder, yo creo que Cuba tiene un gran futuro, incluso con cultura propia. Ellos no tienen por qué abrir un McDonald’s si no quieren. Pueden entregar porciones, como lo hicieron durante el período especial, a italianos, a españoles, a chinos, o a canadienses, menos a los gringos. Todo esto no tiene por qué ser tan politizado. Necesitan ayuda técnica, y tal vez gestionarla en determinadas cosas. Por lo demás, pueden ir solventando su futuro como quieran. ¡Yo no veo que esto vaya a ser República Checa o Polonia! Hay mucha gente que está convencida de que esto ya se terminó, pero conociendo a Cuba y a los cubanos no creo que esto sea así. No habrá McDonald’s como en Praga o Varsovia.

—Acaso, a escala global y particularmente latinoamericana, ¿no se está jugando en Cuba la reelaboración de un nuevo modelo de desarrollo económico y humano, una suerte de equilibrio mixto entre un liberalismo menos voraz y un socialismo más abierto?

—Sí, yo creo que sí. Cuando uno analiza el discurso de los revolucionarios cubanos no es muy distinto al de las reivindicaciones de los países socialdemócratas de Escandinavia. Cuando se refieren a las conquistas del socialismo están hablando de mantener el papel del Estado en propiciar la salud, la educación, la seguridad y la vivienda para sus ciudadanos. Su gran reto es entonces cómo solventar esto. El mismo reto enfrentan los países socialdemócratas del Norte que ven cómo todo esto se va minando. En Cuba el futuro será mixto. Diría, que, en buen cubano, el futuro será sincrético. Habrá un poco de santería y socialismo…

(Tomado de Página 12, por convenio.)

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