Primero acudieron a los ginecólogos, que les reclamaban paciencia, luego a los estudios de fertilidad y a las inseminaciones artificiales. Sin éxito, se toparon con el Fondo Nacional de Recursos (Fnr), y los impronunciables nombres de los estudios les empezaron a resultar familiares, y fueron en busca de los medicamentos necesarios, que se consiguen en una única farmacia de Montevideo, aunque vivan en la capital o en Artigas (entonces los cargaron en los ómnibus procurando que no se cortara la cadena de frío). El final del camino fueron las clínicas de fertilidad, que están sólo en Montevideo y Salto. Así, la búsqueda de un hijo para muchos empezó a estar mediada por pasajes de ómnibus y estadías. Así, los meses se convirtieron en años.
De las 1.306 solicitudes realizadas en los dos años q...
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