El nacimiento del ambientalismo alemán: De verdes a maduros - Semanario Brecha
El nacimiento del ambientalismo alemán

De verdes a maduros

El 68 alemán supuso el primer quiebre generacional tras la dictadura nacionalsocialista. Los reclamos y experiencias de organización popular que surgieron de él sentaron las bases del partido ecologista más poderoso de Europa.

Las movilizaciones del 68 alemán sentaron las bases del movimiento ambientalista, que nació en Alemania a mediados de los años setenta. En la foto, manifestantes con banderas del Black Panther Party protestan contra la guerra de Vietnam, en Fráncfort. Foto: Afp

A mediados de la década del 60 el conflicto generacional en la República Federal Alemana (RFA) era evidente. La prosperidad y el «milagroso» crecimiento económico alcanzado veinte años después de la caída del régimen nazi enorgullecían a aquellas mujeres y hombres que habían sobrevivido a la guerra. Los nacidos después de 1945 estaban marcados por circunstancias diferentes. Esta generación fue la que entró en ebullición en 1968.

El conflicto generacional estalló con la formación del gobierno de «gran coalición» entre la Unión Demócrata Cristiana (Cdu) y el Partido Socialdemócrata (Spd) en 1966. El nuevo Ejecutivo federal liderado por Kurt Georg Kiesinger, que había hecho carrera en el Ministerio de Asuntos Exteriores en plena dictadura nazi, pretendía tramitar una reforma para que en situaciones de crisis el gobierno tuviera poderes especiales.

La denominada «ley de emergencia» fue rechazada enérgicamente por las organizaciones de estudiantes, profesores universitarios y los sindicatos, que la comparaban con la «ley habilitante» de 1933, que había permitido a los nacionalsocialistas alcanzar poderes dictatoriales bajo una apariencia de legalidad. Más allá del repudio al proyecto de reforma, esta fue la oportunidad de los jóvenes para expresar su rechazo a una sociedad a la que consideraban conservadora, consumista y mojigata.

El 2 de junio de 1967, 2 mil manifestantes protestaron por la visita del sha de Irán, Mohammad Reza Pahlevi, a Berlín occidental. Frente a la Deutsche Opera, donde el monarca iraní asistía a una gala, la represión policial se saldó con la muerte del estudiante Benno Ohnesorg. El asesinato provocó una ola de indignación en toda Alemania occidental que, en buena medida, se canalizó a través de la Außerparlamentarische Opposition (Oposición Extraparlamentaria; Apo, por  sus siglas en alemán), una coordinadora que nucleaba a diversos movimientos e iniciativas populares.

Pese a que las protestas y movilizaciones se intensificaron, la «ley de emergencia» fue aprobada el 30 de mayo 1968. En las elecciones federales de 1969 los socialdemócratas encabezados por Willy Brandt respondieron al descontento que existía y desplazaron a la Cdu del Ejecutivo. El nuevo gobierno de Brandt, en alianza con los liberales (Fdp), tuvo un marcado sesgo reformista que recogió las reivindicaciones de una importante parte de la sociedad alemana. Por ejemplo, ilegalizó la violación conyugal, despenalizó la homosexualidad y el aborto, abolió el castigo corporal en las escuelas y hogares e introdujo la participación de los sindicatos en la dirección de las empresas.

GÉNESIS DEL AMBIENTALISMO. Si bien la Apo se diluyó y los movimientos estudiantiles perdieron fuerza, los reclamos y las experiencias de organización de base marcarían a la sociedad alemana. Así, a fines de los años sesenta surgieron en la Rfa las llamadas «iniciativas ciudadanas» (Bürgerinitiativen), en las que los ciudadanos se organizaban por una causa particular y local. Como señala Pierre Jacquiot en su estudio del movimiento ambientalista en Alemania,1 fue a través de las iniciativas ciudadanas (que se multiplicaron por toda la Rfa y movilizaban en total a cientos de miles de personas) que los alemanes comenzaron a organizarse por causas ecologistas. Y así nació, a mediados de 1970, un movimiento ambientalista que se nutría de la crítica del 68 a la sociedad consumista, de la experiencia de los grupos «naturalistas» –que defendían la fauna y la flora–, y de las agrupaciones de la izquierda radical.

Aunando parte de los colectivos que habían aparecido en torno a las protestas antinucleares y en contra del papel que Alemania jugaba dentro de la Otan en el marco de la Guerra Fría, el 13 de enero de 1980 se fundó Die Grünen (Los Verdes). El «partido antipartido», como lo denominó Petra Kelly, una de sus fundadoras, buscaba ser una herramienta para que sus militantes tuvieran presencia en espacios clave y abrir nuevas posibilidades políticas bajo cuatro principios fundacionales: el pacifismo, la ecología, la justicia social y la democracia directa. En las elecciones anticipadas de 1983 Los Verdes alcanzaron el 5,6 por ciento de los votos y entraron al Bundestag.

En una formación tan heterogénea no tardaron en aparecer fisuras, y pronto quedaron marcadas las diferencias entre los Fundis (fundamentalistas) y los Realos (realistas). Los primeros insistían en no alejarse de los principios fundacionales; los segundos defendían el alcanzar acuerdos con otras formaciones, argumentando que la integración al sistema de partidos exigía pragmatismo. Llamativamente, los Realos estaban encabezados por Daniel Cohn-Bendit –alias «Dany el Rojo»– y Joschka Fischer, quienes durante las protestas del 68 habían defendido las posiciones antisistémicas más radicales. A fines de los ochenta los Realos le habían ganado definitivamente la pulseada a los Fundis, y el ala de izquierda que defendía un proyecto transformador –y no reformista– pasó a ocupar un lugar decorativo.

PRAGMATISMO RADICAL. Con las manos libres para realizar pactos, los Realos llevaron al partido a integrar gobiernos. En 1985 Los Verdes formaron gobierno con el Spd en el estado federal de Hesse, y Fischer se convirtió en ministro regional de Medio Ambiente. Cuatro años más tarde fueron socios minoritarios de los socialdemócratas en el gobierno de Berlín occidental. El gran salto llegó en 1998, cuando, con 6,7 por ciento de los votos, volvieron a pactar con el Spd, esta vez para ingresar al gobierno federal encabezado por Gerhard Schröder. Joschka Fischer pasó a ocupar los cargos de vicecanciller y ministro de Exteriores.

Apenas un año en el gobierno federal le bastó al partido «ecopacifista» para perder una de sus banderas fundacionales. En 1999 la administración de Schröder aprobó la participación de Alemania en el bombardeo que la Otan –sin el aval del Consejo de Seguridad de la Onu– realizó en Yugoslavia. Fischer alegó que se buscaba evitar «un segundo Holocausto», esta vez de los albanokosovares a manos de los serbios. Dos años más tarde, bajo la consigna de la «guerra contra el terror», el gobierno alemán apoyó la intervención en Afganistán, y con el respaldo del partido pacifista rompió un tabú que había durado 50 años: la Bundeswehr (las fuerzas armadas alemanas) volvió a intervenir en un país extranjero.

En el año 2000 Los Verdes concretaron una de sus principales reivindicaciones cuando el gobierno federal alcanzó un acuerdo con las empresas de energía para cerrar gradualmente los reactores nucleares y abandonar por completo esa energía en 2020. Pero por otro lado el programa político de ese gobierno socialdemócrata-verde desarticuló buena parte del Estado de bienestar, ya que incluía normas que flexibilizaban las condiciones laborales (por ejemplo, suprimió las limitaciones en los contratos temporales), recortes en el seguro de paro y una reforma del sistema de pensiones. Como resultado las cifras de desempleo se redujeron, pero aumentó la precarización laboral, y la desigualdad económica en Alemania se agudizó.

CAPITALISMO VERDE. Con la caída del gobierno de Schröder y el comienzo de la era Angela Merkel, en 2005 Los Verdes volvieron a la oposición, pero mantuvieron su elasticidad ideológica: pronto llegaron a acuerdos para formar gobiernos regionales con los conservadores, los liberales o la izquierda.

El accidente en la central nuclear de Fukushima en 2011 volvió a poner el tema ambiental sobre la mesa y Los Verdes se frotaron las manos. Lo sucedido en Japón demostraba que el uso de la energía atómica seguía siendo una amenaza real. Merkel, rápida y pragmática, no vaciló y anunció que Alemania retomaría inmediatamente el proceso de apagón nuclear. La canciller se apropió así del tema más importante de la agenda de Los Verdes. Lo que parecía ser una victoria de largo aliento para los ecologistas se tornó un problema. La bandera antinuclear, fundacional e innegociable, había sido absorbida por el establishment político. Despojados de este estandarte, Los Verdes entraron en tiempos de redefinición y su perfilamiento ideológico aún hoy es indescifrable.

Si bien el alemán no fue el primer partido verde de Europa, se convirtió en el más poderoso e influyente. El impacto que ha tenido en la política doméstica y a nivel europeo es muy profundo, no sólo en el esquema de partidos y las posibilidades de alianzas para formar gobierno, sino también en los temas de la agenda política. En sus 38 años de existencia como partido, Los Verdes recorrieron a máxima velocidad la enorme distancia que parecía haber entre los movimientos estudiantiles del 68 y la realpolitik.

  1. «Comparaison des processus de formation et de diffusion du mouvement écologiste en Rfa et en France», en Cahiers Internationaux de Sociologie, 2007/2.

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