Los hechos ocurrieron en Massachusetts, Estados Unidos, a comienzos de la década del 20. Tuvieron como protagonistas a los anarquistas italianos Nicola Sacco (1891-1927) y Bartolomeo Vanzetti (1888-1927), acusados de varios delitos, aunque sin mayores pruebas ni oportunidad para defenderse con las necesarias garantías. Ambos fueron asesinados. El caso, además de ocupar las primeras planas durante largo tiempo y motivar sesudos análisis de índole social y político, dio origen, en el año 1971, a partir del trabajo conjunto de varios libretistas, a una recordada película dirigida por Giuliano Montaldo, con puntuales caracterizaciones de Riccardo Cucciolla y Gian Maria Volonté, y en cuya banda sonora compuesta por Ennio Morricone asomaba la voz de la estadounidense Joan Báez interpretando un tema que también daría la vuelta al mundo.
El texto que motiva el presente espectáculo pertenece al argentino Mauricio Kartun y dispone de más de una quincena de actores en escena, llamados a encarnar no sólo a los dos involucrados y a las distintas figuras de su entorno, sino también a entonar, las significativas canciones compuestas por Agustín Ferreyra, entre las cuales, hacia el final, se cuelan los acordes del tema de la gran Báez. El amplio escenario del teatro El Tinglado le permite al director José María Novo ubicar al elenco en significativos espacios que originan hábiles contrapuntos de discurso y canto, al tiempo que el equipo se desplaza y utiliza el proscenio para acercarse más a una platea involucrada desde el comienzo. Un mérito especial de la versión descansa en el crecimiento de un asunto que transcurre en varios planos físicos, al compás de un ritmo sin pausas que jamás interfiere con la claridad expositiva del desarrollo. Novo, un inquieto por naturaleza a quien no parecen asustarle los desafíos de enfrentar repertorios variados, encara esta vez la difícil tarea de disponer de un grupo de actores que, en lugar de tener que encarnar personajes con un complicado perfil, deben reflejar las diferentes personalidades que afloran a lo largo de un “acto legal” más que controvertido. El espectador no se instala entonces de cara a una serie de figuras sobre cuyas conductas puede inferir un puñado de datos, sino frente a un conjunto de personalidades acerca de las cuales debe arribar a rápidas conclusiones. Vale la pena observar entonces lo que Novo consigue del afinadísimo núcleo que integran Álvaro Armand Ugon y Cristian Amacoria como los acusados, y Juan Worobiov, Sergio Pereira, Leonardo Franco, Luis Lage, Charly Álvarez, Washington Sassi, Ángel Carballedas, Gonzalo Moreira, Alejandro Martínez, Carina Méndez, Cecilia Lema, Julio Olivera, Anthony Méndez y Rosario Fernández Chávez, animando a quienes les rodean. Los méritos de la tarea se extienden, por cierto, a la solución escenográfica aportada por Adán y Bruno Torres, a las luces de Martín Blanchet y al vestuario de Nelson Mancebo.
Con el fervor que corresponde, Novo y los suyos reviven así las alternativas de un proceso cuyos críticos ecos no deberían olvidarse.