Los hermanos Foenkinos, David y Stéphane, creadores de la exitosa La delicadeza (2011), firman esta comedia ácida1 con visos de drama, protagonizada de manera absoluta por Karin Viard. Eran necesarios los matices y el dominio facial de esta actriz para encarnar la calidad de despreocupada prescindencia de los sentimientos ajenos que caracteriza a su personaje. Ella es Nathalie, una guapa profesora de literatura bordeando la cincuentena, divorciada y con una hija adolescente (Dara Tombroff) que estudia ballet con dedicación y entrega, y tiene un novio con el que comparten una relación que, para su edad, se muestra muy sólida. Es a partir del momento en que la chica llega a los 18 –concitando alabanzas unánimes por su gracia y belleza, y también porque en la celebración correspondiente se entera de que su ex marido proyecta un viaje exótico con su nueva esposa– que esta mujer que no demuestra razones exteriores para una baja autoestima comienza un sutil proceso de encerramiento en un globo tapizado de envidia. Como si algo irrumpiera de golpe, sin pensarlo casi, de pronto se encuentra propinando respuestas ácidas e hirientes a personas cercanas, como su hija o su mejor amiga, o que podrían llegar a serlo, pero se chocan contra su muro de desconfianza, como sucede con una nueva profesora que se incorpora al instituto donde ella da clases o un hombre por el que se siente atraída.
Es un pequeño drama con visos de comicidad, porque a pesar del daño que va causando, Nathalie, esa bruja contemporánea, parece mucho más alguien con una curiosa chifladura que un ser de verdad malvado. Después de todo, esta fémina insoportable encarna a un tipo de persona bastante más corriente de lo que se piensa, aquellas que sienten que los demás, o la vida en general, las han estafado, y se empecinan en creer que se les debe algo. A pesar del trasfondo amargo –con un inesperado pico violento que parece subvertir todo orden familiar medianamente normal– el ritmo que los hermanos realizadores le imprimen a la narración, y sobre todo la peculiar y distendida interpretación de Karin Viard, otorgan a todo el asunto un aire de levedad, con mínimos pero efectivos toques de ridículo. Claro, tratándose de algo con intenciones de ser, en parte, una comedia, habrá caminos de rectificación que, obviamente, no hay que adelantar. Sólo comentar que ellos se mantienen en el tono casual y despegado de toda la película, y que no habrá milagros ni enfáticas catarsis, sino inesperados y sencillos encuentros, modestamente calmantes. Una película amena sin mayores pretensiones, cuyos aciertos están, simplemente, en un medido manejo de los matices y una marcada cautela frente a la emoción.
- Jalouse. David y Stéphane Foenkinos, Francia, 2017.