Llámese ejercicio nostálgico o nueva oportunidad para revisitar aquellos clásicos que disfrutamos hace más de veinte años, en estos días tiene una nueva edición este pequeño ciclo, enfocado en esas películas que en su momento pudieron verse en los viejos aparatos de videocasete doméstico y que hoy mantienen su interés y su vigencia. El ciclo, organizado por Accu (Asociación de Críticos de Cine del Uruguay), presenta una selección valiosa e introduce, además, un par de olvidados estrenos nacionales. Las pantallas de Cinemateca son un medio inmejorable para revivir estas películas a lo grande.
Quizá lo más llamativo de esta selección sean, justamente, las dos películas uruguayas. La primera de ellas es La Bcg no engorda, mediometraje producido por el Cema (Centro de Medios Audiovisuales), que fue transmitido en 1988 por Canal 10. Luego de ello, pasó directo a formato de video, por lo que la película, en rigor, nunca fue proyectada en una sala de cine. El “estreno”, un poco más de treinta años después, contará con un evento especial y la presencia de Jorge Esmoris. Por su parte, Reina de la noche es la película perdida de Manuel Lamas, director reverenciado tardíamente por Acto de violencia en una joven periodista (1988), quizá la obra más involuntariamente bizarra que se haya filmado en nuestro país, que, con los años, ha despertado un creciente culto. Se estima que Reina de la noche fue filmada a mediados de los noventa. En ella Lamas redobla la apuesta por lo esotérico, lo erótico, las actuaciones nefastas, los diálogos marcianos y los monólogos imposibles. La proyección contará con la presencia de la protagonista y viuda de Lamas, Marianela Ferrari, así como con la de Rosa Acosta.
La película más antigua de la selección es La noche de los muertos vivos (1968), la ópera prima y la mejor que filmó el recientemente fallecido cineasta George Romero. Además de ser una excelente alegoría sobre los comportamientos humanos en circunstancias extremas, introdujo la figura del zombi tal cual la conocemos, haciendo surgir algunas de las constantes que definen su comportamiento: aparecen masivamente y como una plaga, nadie los controla y su única motivación es comerse la carne de los vivos. Más acá en el tiempo, tanto El sonido de la muerte (1981) como Silverado (1985) y Conquista sangrienta (1985) son notables ejemplos del buen cine que podía filmarse en la época y del sobresaliente pulso cinematográfico de sus cineastas: Brian de Palma, Lawrence Kasdan y Paul Verhoeven, respectivamente, fueron directores a menudo desestimados o tachados de artesanos orientados a un cine comercial y de género; sin embargo, fueron autores y sus películas envejecen de maravilla.