No hubo, posiblemente no habrá, otro proceso igual. Como ninguna otra, esta selección uruguaya lleva grabada a fuego la impronta de Óscar Washington Tabárez. Para bien o para mal, para bien y para mal, el imaginario popular y la realidad no virtual identifican a los 11 charrúas a quienes les toque en suerte entrar en cada partido, a sus suplentes, a sus ausentes, a sus no-convocados y hasta a sus dirigentes, como la resultancia de las unívocas decisiones de su director técnico. En El camino es la recompensa –en esencia la sistematización de una larga entrevista que le hizo Horacio López–, Tabárez pone el acento en el carácter colectivo, el espíritu democrático y la persistente búsqueda de consensos entre los jugadores (y no entre los dirigentes), que en todas las etapas del juego futbolís...
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