Hace unos meses (que parecen siglos), Daniel Martínez había dicho que, de perder las elecciones nacionales, se dedicaría a cuidar a sus nietos. Pero la tentación era grande. Tenía la oportunidad de volver a un cargo que ya había ganado cómodamente y había ejercido de forma competente. Su entorno lo presionaba, y para un político ambicioso era lógico buscar un lugar desde donde preparar un segundo intento presidencial.
Pero quizás en esa racionalidad falló la percepción de la situación más amplia. Martínez es, en la historia frenteamplista, la cara de una derrota traumática. Al presentarse como candidato a intendente se ofreció como chivo expiatorio al pueblo frenteamplista. Este, quizás, sintió que sacándose de encima a Martínez la derrota se iría con él. Es que si Martínez ganaba la Inten...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate