Según el discurso del gobierno, las personas elegidas son «los mejores». Y, para poder captar a los mejores, hay que pagar. El gobierno se propone aumentar los sueldos de los cargos gerenciales mientras baja los del grueso de los trabajadores del Estado. De forma análoga, en la sociedad más amplia, el gobierno se propone proteger a los «malla oro», mientras que a los demás les ofrece, quizás, en unos años, recuperar el salario perdido. Hay allí toda una filosofía, según la cual la desigualdad no sólo no es vista como algo malo, sino que es inevitable e incluso deseable, por ser buena aun para los de abajo: los de arriba tienen que ser fuertes para poder dirigir bien y ayudar a los pobres. La desigualdad también es una herramienta de gestión: poner un gran premio en la cima de una organizac...
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