Se trató de algo digno de registrarse en los anales de la historia de la institución: proyecciones que en otras circunstancias hubiesen estado colmadas de gente –como es el caso del estreno de la coproducción uruguayo-argentino-francesa La muerte de un perro, de Matías Ganz– se vieron al tope de su aforo, es decir, una gran sala con la amplia mayoría de sus butacas vacías. Todos y cada uno de los espectadores llevaba cubierto el rostro con su atuendo de rigor y si se le «deslizaba» por debajo de su nariz durante la función, era inmediatamente llamado al orden por algún funcionario. Se echaron en falta los cócteles, las performances y las fiestas a los que Cinemateca nos venía acostumbrando, y, esta vez, los invitados –únicamente uruguayos o extranjeros residentes– hacían pensar en una celebración exclusivamente local.
Pero, como siempre, el protagonista fue el cine. Y curiosamente este año estuvo, en cuestiones de programación, a la altura de los anteriores. Este cronista pudo ver sólo una fracción de las películas exhibidas –algunas ya fueron comentadas aquí–,1 pero se puede afirmar que el nivel general fue sobresaliente. Con respecto a los documentales, la oferta supuso un abanico de lo más diverso: el notable registro observacional de Las facultades, de Eloísa Solaas,es un acercamiento a varios alumnos de diversas carreras de la Universidad de Buenos Aires, justamente en su momento de rendir examen, con hallazgos brillantes y rendimientos que varían desde lo mediocre hasta lo descollante, atravesando toda la gama intermedia. También argentino, Responsabilidad empresarial se ocupa de exponer, mediante una narración en off y una puesta en escena sumamente original pero implacable, una acumulación de datos, detalles e implicancias, que acaban conformando una estructura, un mapa de responsabilidad y una forma diferente para pensar cómo se configuraron los horrores del Cóndor en Latinoamérica. Por su parte, Esa película que llevo conmigo cuenta una historia personal que podría ser perfectamente uruguaya y que quizá por eso se siente tan cercana. La directora Lucía S. Ruiz reconstruye su árbol genealógico y explora especialmente la vida de su abuelo, quien siendo niño huyó de la dictadura franquista y fue acogido en un orfanato en Francia para, más adelante, exiliarse en Argentina. La protagonista documenta su viaje a España, la exploración de sus raíces y su intercambio con su familia más lejana. Pero la mayor revelación (¿documental?) fue la grandiosa La metamorfosis de los pájaros, de Catarina Vasconcelos, un abordaje atípico y bellísimamente fotografiado. Es una suerte de diario poético y fragmentario que reproduce, con breves tomas, un recorrido vital familiar, abundante en reflexiones profundas emitidas por la voz narradora. Las imágenes reconstruyen una historia que logra ser profundamente emotiva.
En ficción, uno de los mayores hallazgos de la programación fue Sister, de Svetla Tsotsorkova, maravilla del cine búlgaro cuya fuerza reside, fundamentalmente, en Monika Naydenova, su actriz protagónica –una adolescente que despierta ganas de abofetearla o de abrazarla, alternativamente–, y en un libreto repleto de buenas ideas que logra el milagro de convertir una anécdota pequeña, centrada en una familia de tres, en una historia atrapante e impredecible.
Otro punto alto fue La virgen de agosto, del consagrado director español Jonás Trueba (Los ilusos, La reconquista). Trueba es uno de los más importantes herederos del cine de Jacques Rivette y Eric Rohmer, y esta vez se concentra en un verano asfixiante en Madrid y en una protagonista treintañera que no tiene mucho que hacer excepto vivir experiencias nuevas y, quizá, hallar su lugar en el mundo. Un tipo de cine que fomenta la reflexión a partir de situaciones aparentemente intrascendentes y cotidianas.
Es probable que no se vuelvan a repetir en cartelera películas grandiosas como la mexicana Mano de obra, una alegoría brutal, la brasileña Mi nombre es Bagdad, centrada en skaters adolescentes de San Pablo, la argentina Emilia, una aproximación a una adulta conflictiva, la china Days, transgresora a lo grande, o la ucraniana y casi marciana Mis pensamientos son silenciosos, una comedia como nunca se ha visto. Pero son las reglas del juego y el festival es así, hay que aprovecharlo mientras está. Sólo esperamos que el próximo no se haga esperar tanto.
1. Artículo disponible en https://brecha.com.uy/el-mas-esperado/