A los trazos - Semanario Brecha
Palestina, un cómic de Joe Sacco

A los trazos

Joe Sacco es un historietista maltés radicado en Estados Unidos al que muchos han comparado –por su estilo y su fuerza– con Art Spiegelman, el autor de Maus: relato de un superviviente, el cómic alternativo sobre los campos de exterminio nazis y el Holocausto judío que en 1992 ganó el premio Pulitzer. Sacco dibujó (testimonió) abundantemente sobre la guerra de Bosnia (Gorazde, Historias de Bosnia), pero su fama proviene fundamentalmente de Palestina, una novela gráfica en la que retrata la vida cotidiana en la Franja de Gaza y en Cisjordania a principios de los noventa, y de Notas al pie de Gaza (2009), en la que reconstruye la matanza de más de un centenar de civiles palestinos perpetrada por soldados israelíes en la ciudad de Rafah en 1956, un hecho que pasó casi totalmente desapercibido («apenas como un pie de página») para la prensa occidental de la época. «Trabajo como un periodista, tomo fotos, entrevisto a la gente, recabo testimonios, cuento lo que veo en los lugares que recorro, y luego hago mis dibujos», contó Sacco tras ganar el American Book Award en 1996 por Palestina. También se dibuja a sí mismo en las planchas de sus historietas, para mostrar que él es el filtro y la lupa de la historia que relata, según le declaró al diario español El País en 2009. Como Alfred Hitchcock, «pero comprometido». «No soy objetivo, sí honesto», agregó, y señaló que de la objetividad en el periodismo había aprendido a descreer cuando pisó por primera vez, al inicio de su vida como historietista trotamundos, a fines de la década del 80, países de América Central sobre cuya realidad había leído en notas que se vestían con el ropaje de la neutralidad y la objetividad, y eran profundamente falsas. Lo mismo le pasó cuando comenzó a leer sobre Oriente Medio. A los palestinos se les asociaba «naturalmente» el sambenito de «terroristas», le dijo a BBC Mundo a fines de 2016. «De ellos no se sabía más nada aparte de que todos eran terroristas. No podía ser así. Con ningún pueblo puede ser así.»

Sacco estudió periodismo en la Universidad de Oregón, de la que egresó con 21 años, en 1981. «Me había tragado entera la ideología del periodismo estadounidense: la idea de que es la mejor forma de periodismo, que somos objetivos, que no tomamos partido, etcétera, etcétera. Me tomó tiempo darme cuenta de que lo que los medios decían y lo que pasaba en realidad no era necesariamente lo mismo.» Se convenció de ello «sobre el terreno», en América Central, en Oriente Medio, en los Balcanes, en los propios Estados Unidos profundos. «Lo que se decía en la mayoría de los medios que yo leía y lo que era la realidad era como el día y la noche», dijo al regresar de Bosnia. Cuando estuvo por primera vez en Gaza y en Cisjordania se propuso contar «a su manera», con dibujos («con dibujos se puede hacer que la gente vea la violencia sin darles con ella en la cabeza, porque les da un filtro, porque saben que solo es un dibujo», le explicó a la BBC), lo que había visto, lo que había hablado. Recorrió las calles, los mercados, los hospitales, los bares, y entrevistó, charló. Y le puso contexto. «Quise mostrar a los palestinos como personas: enojadas, tristes, capaces de vivir sus vidas en medio de todo, con todos esos atributos en los que pensamos cuando pensamos en la humanidad, que es lo que me interesaba», contó.

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Palestina se fue publicando primero por entregas, como había hecho Spiegelman con Maus. Luego Sacco reunió el todo en un libro.

Planeta acaba de reeditarlo en español, con el agregado de las notas que tomó el autor en su momento, bocetos, fotografías, documentos que manejó y la introducción que hiciera para una edición anterior en inglés el intelectual palestino Edward Said. Said consideraba Palestina «un trabajo político y estético de extraordinaria originalidad, como ningún otro en los extensos y a menudo irremediablemente retorcidos debates que han ocupado a palestinos, israelíes y sus respectivos partidarios». Salvo «uno o dos novelistas y poetas», escribió en 2001, «nadie ha dado cuenta de este terrible estado de cosas mejor que Joe Sacco. No hay duda de que sus imágenes son más gráficas que cualquier cosa que uno pueda leer o ver por la televisión. Con su amigo, el fotógrafo japonés Saburo (que parece perderse en determinado momento), Joe supone una presencia que escucha y observa, a veces escéptica, a veces fatigada, pero en general compasiva y divertida, mientras observa cómo un vaso de té palestino a menudo queda anegado bajo el azúcar, o cómo, posiblemente de forma involuntaria, se reúnen para intercambiar relatos de sufrimiento y aflicción, igual que los pescadores que comparan el tamaño de sus piezas o los cazadores, la cautela de sus presas. […] No hay ningún giro de tuerca obvio, ninguna doctrina discernible con facilidad en los encuentros a menudo irónicos entre Sacco y los palestinos bajo la ocupación, ningún intento de suavizar lo que, en su mayor parte, es una existencia ansiosa y exigua de incertidumbre, infelicidad colectiva, privación, y especialmente en la parte centrada en Gaza, una vida de vagabundeo sin destino entre los confines inhospitalarios del lugar, vagabundeo, pero sobre todo espera, espera, espera».

En 2016, cuando se cumplían 20 años de la primera edición del libro, Sacco le confió a la BBC que pensaba que si Palestina continuaba vendiéndose bien era porque «la situación no ha cambiado». «Las cosas básicas se mantienen igual, al punto que es un libro que las universidades siguen comprando, lo que no deja de sorprenderme.» No le sorprendería, eso sí, dijo igualmente por entonces, «que en algún momento se hable de expulsar a los palestinos». Fue hace menos de diez años.

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