Es muy bienvenida la mirada de las nuevas generaciones y la relevancia puesta en las voces autorales nacionales por parte de un elenco oficial. En esta segunda temporada, la Comedia Nacional presenta el montaje de Un drama escandinavo, de la joven dramaturga Vika Fleitas, que irá hasta el 1 de diciembre en Sala Verdi. El montaje de este texto, que es resultado de un concurso de residencia en dramaturgia de 2018, es dirigido por Alejandro Bello Contenti (recordemos sus últimas direcciones en Subterránea, Terrorismo emocional, de Josefina Trías, y Verdes, con la compañía Implosivo). La puesta propone un interesante juego de teatro inmersivo en el que el director viene trabajando desde puestas anteriores, donde el espacio se redimensiona y el público circula junto a los actores, no sólo derribando la cuarta pared, sino generando una fuerte cercanía en un espacio teatral del que todos forman parte.
El texto de Fleitas adquiere una fuerte carga de absurdo desde su título, que promete el desarrollo de un drama mientras lo que se ve en escena es una gran tragicomedia delirante con un excelente desarrollo del humor. La anécdota, que puede parecer descabellada, presenta a un grupo de desconocidos que son convocados para comprar un espacio en un búnker subterráneo, donde accederán a grandes comodidades para estar a salvo de una amenaza que no queda del todo clara. De aquí en más, Fleitas desarrolla una ingeniosa reflexión acerca de una sociedad acechada por un miedo irreal, autogenerado, que deviene en paranoia colectiva. Contenti logra delinear, junto con el elenco, a estos personajes paródicos que invitarán al público a este viaje delirante. Es un logro del equipo el tránsito por los diferentes espacios de la Sala Verdi y la realización de escenas en distintos recovecos, en que el público debe acompañar a los personajes para seguir la trama. Los actores se adaptan con naturalidad a este trabajo no frontal y componen con solvencia a sus personajes. Destacan los trabajos de Jimena Pérez, en su doble rol de mujer mística y detective, de Gabriel Hermano, que también se desdobla en dos personajes y aporta la mayor cuota de humor del texto, de Alejandra Wolff, con su talento musical, y de Roxana Blanco, con su gran presencia escénica. Completan el elenco Fabricio Galbiati y Daniel Espino; la incorporación de Cristina Techera como actriz invitada es un destacable aporte para los momentos de absurdo.
Contenti utiliza la música en vivo para componer este universo opresivo bajo tierra; junto con el diseño de iluminación, la ambientación refuerza lo ficticio de la anécdota. El director eligió, nuevamente, trabajar con el músico Leandro Acquistapace (recordemos su participación en Terrorismo emocional), que acompaña con sus composiciones los estados de ánimo de los personajes.
La reunión en el búnker no parece casual. Hay siete cuerpos bajo tierra y cal en las paredes que los rodean. Hay reminiscencias de un pasado oscuro que se repite y de una verdad a la que no se puede llegar. Entre esos datos tan duros que afloran en los diálogos, el humor sobrevuela para ayudarnos a tolerar lo que se termina convirtiendo en un delirio demasiado real. La música de Abba (con una excelente escena de parodia del elenco) también funciona como un enclave de la salvación. Se trata de una puesta que arriesga y sigue demostrando que el teatro es, sobre todo, una herramienta de transformación.