Este sábado 11 comparten fecha en La Cretina: es la concreción de una colaboración que deseaban hace tiempo. Es también una oportunidad para apreciar un diálogo entre artistas cuyas búsquedas tienen varios puntos en común.
—¿Cómo surgió la idea de este espec-táculo compartido?
Patricia Turnes —Flavio y yo siempre tuvimos ganas de tocar con Dani, porque los tres tenemos una gran afinidad estética, pero ni se nos ocurrió que fuera posible. Ya teníamos concretado un toque en La Cretina, y Mía Ferrando, que hizo el afiche, me sugirió llamarlo, porque sabe que me encanta, y a Flavio, también… Por suerte coincidió todo y pudimos armar la fecha.
—Cuando hablan de afinidad estética, ¿a qué se refieren?
Flavio Lira —A los tres nos gustan las canciones pop y que las letras sean buenas. Si bien cada uno se maneja de forma diferente, creo que los tres tenemos esa conexión de hacer algo que sea cursi y sentimental, por un lado, muy raro, por otro, y muy gracioso, de una forma extraña, por otro.
Dani Umpi —En mi caso, aunque no los veo tan seguido, siempre me siento muy cercano, justamente por cómo armamos las canciones.
—¿Cómo va a ser la formación?
F L —Cada uno va a tocar por separado. Dani va a tocar con Coghlan, en el dúo Umpi-Coghlan.
—¿En qué etapa estás vos, Flavio, de tu carrera solista?
—Yo estaba en una banda que se llamaba Carmen Sandiego, que dejó de existir porque dos de sus miembros se fueron a vivir al extranjero. Pero tenía unas ideas, cosas anotadas, un par de instrumentos con los que tenía ganas de trabajar, que eran dos sintetizadores viejos. Hablé con Fabrizio Rossi, que es con quien hicimos la producción del disco de Patricia, y le dije que tenía diez canciones y que creía que funcionaban bien juntas. El disco va a salir este año.
—¿Qué quiere decir, para ustedes, sonar bien?
F L —El otro día estaba escuchando un mash-up de rock uruguayo de los dos mil, de toda esa gente que se caracteriza por decir lo bien que hicieron sonar a la música uruguaya, pero así, escuchando las baterías grabadas de un disco de La Trampa, me parecieron espantosas.
D U —Eso de “sonar bien” es un concepto que se instaló muy fuerte, y recién ahora hay gente que trata de abrir un poco la cabeza. Yo no soy un especialista en música, pero, sobre todo, las mezclas siempre me parecieron muy homogéneas, esa cosa estándar de tener la voz adelante y no experimentar.
P T —A algunas personas les choca que yo cante así como canto y no entienden que eso puede ser una elección estética.
D U —Es la misma gente que creció escuchando a Cabrera, Mateo y otros artistas que cantan rarísimo. No entiendo por qué no pueden abrirse y sacarse los prejuicios.
—¿Los tres se definen como artistas pop?
P T —Yo no, me considero muy ecléctica. Me cuesta etiquetarme.
F L —No sé. Me siento pop si lo pienso en oposición al rock, a ese club de chicos cantándole a la minita. Me parece un lugar muchísimo más inclusivo y dado a experimentar.
D U —Es que, en Uruguay, se le pone el rótulo de rock a algo muy de acá, muy particular, y a los que no estamos en eso nos parece todo muy igual. Yo, cuando era más chico, no podía diferenciar La Vela de No Te Va Gustar, era todo la misma cosa.
—¿Cuál es la relación que encuentran entre música y política?
F L —Yo creo que todo lo que haga siempre va a tener un costado político, pero igual no tengo una posición muy fija, y eso me parece saludable, me da cierto margen para el cambio. Lo que me interesa es que las canciones tengan un carácter antagónico. No me interesa para nada el héroe, la narrativa tradicional del “ven conmigo, seamos libres, súmate a mi amor”.
D U —A veces se piensa sólo como política la canción más panfletaria, o que tiene un mensaje medio paternalista de tirarte la posta. Eso no es lo que yo decido hacer. Igual tengo una canción que se llama “La yuta”, que es como la más política, en esa tradición.
P T —La música no está para pasar un mensaje político, pero, sin embargo, si vos estás inserto en un lugar y en un momento, algo te llega de lo que sucede. Hay una canción mía que se llama “Frente a mí” que habla de una mina que se encuentra con el ex y él le cuenta todo lo que no pudo hacer con la mujer que lo dejó, ¿no? Y entre las cosas que tenían planeado y no pudieron hacer juntos, una era comprarse una casa para no seguir pagando el alquiler. Entonces, no es que yo diga, bueno, hay un capitalismo acá, el sistema asfixia a las personas, pero es algo que está implícito, que se deduce de las historias que cuento.
—Pero la melodía, la armonía, la forma de hacer música, ¿tiene, o puede tener, un contenido político?
F L —La forma de hacer música en cuanto a cómo la distribuís y la manejás, sin duda. Ahora, en cuanto a cómo combino acordes… no sé. No podría decirlo.
P T —Yo estoy bastante interesada en el tema de las raíces, del folclore. Reconozco que soy bastante vaga para estudiar música; quiero que me salgan las cosas naturalmente, no quiero forzar lo que soy. Pero la forma en que uno envuelve las canciones está diciendo a qué cultura pertenece. No me gusta mucho que no haya ningún tipo de raíz en la música, que no represente tu lugar o tu tiempo.
D U —También estamos en un momento bastante complicado, entonces es lógico que surja cierto tipo de canciones. Pero es algo que me cuesta, porque algunas me parecen muy demagógicas, aunque comparta la lucha en la que se enmarcan. Al final soy como un viejo que dice “no me gusta la forma” [risas].
F L —Lo que pasa es que también hay una demagogia un poco cómoda. Como que no le estás explicando al no convertido, estás como en una burbuja, cantando para la gente que comparte tu mensaje.
D U —Sobre todo si la canción es cantada por alguien que no tiene conciencia de clase. A Kevin Royk, por ejemplo, yo le creo todo, me parece perfecto que diga todo lo que dice. Pero después, a otros, que se ponen en causas de otra gente… no sé.
—¿Tienen una mirada sobre las políticas culturales de estos años?
F L —Supongo que un montón de gente se benefició de fondos, yo nunca lo logré, y tampoco lo intenté demasiado. Pedí plata al Fonam para una guitarra, me obligaron a ir a tocar frente a ellos y odiaron profundamente todo lo que estaba haciendo.
—¿Pero creen que ha crecido la escena cultural?
F L —Ahora es mucho más fácil grabarse. Hoy un pibe con un buen celular y una tarjeta de sonido puede hacer una música que esté de más. Ahora, lugares para que eso exista en un nivel físico, no virtual, yo la veo bastante complicada. Creo que seguimos en la misma que hace 15 años o peor.
D U —Cuando salió todo eso de la campaña del Frente Amplio, que estaba basada en determinado grupo de artistas, enseguida la derecha empezó a jugar con el tema de los fondos concursables. Ahí me di cuenta de que yo tenía ese discurso, porque siempre estuve en esa de ah, siempre les dan a los mismos, siempre son todos amigos, pero vi que eso se usaba desde otro lugar, entonces me cuestioné un montón. Yo siempre traté de hacer la mía y no presentarme a esas cosas; primero, porque sabía que no me iban a elegir, y después porque, yo qué sé, me parece que esa noción del Estado como la única opción que tenés de crecer y de poder vivir de lo que hacés es muy asfixiante. Aparte, a mí tampoco me gusta que me den algo sólo porque es políticamente correcto ahora y no hace cinco años, porque ahora sí tienen que darle plata a un puto, pero hace cinco años, no.
P T —Yo no soy tan negativa, me ha tocado ser jurado… El tema no son los fondos, el tema es que no se apoya lo nuevo, lo original. Se apoya lo más tradicional, y es difícil encontrar personas que estén dispuestas a tomar decisiones con una cabeza más amplia y menos utilitaria.
D U —Y ahora ni siquiera sabemos si eso va a continuar. No sabemos cómo van a hacer con el tema fondos, pero, sin duda, es mejor que existan a que no existan.
—¿Qué papel cumple la imagen en su trabajo?
D U —El acercamiento a la música, en mi caso, comenzó por la imagen, y eso es particular, fue medio mal visto, pero bueno, fue así. Uno arranca por donde le sale. Sigo un poco así, pero ahora tengo intereses más musicales, aunque siempre confié en el criterio de los músicos que tenía al lado.
F L —El tema de la imagen es esencial, pero tiene que responder a lo que estás haciendo musicalmente. Siempre me preocupé por hacer cosas que a mí me pareciera que estaban buenas, sin realmente considerar si eso podía ser bueno para un profesor de diseño. Me gusta trabajar con gente con la cual siento que tengo una afinidad estética y ética, que me guste lo que hace. No podría trabajar con alguien porque supuestamente es bueno o es importante.
P T —Hoy en día, si sacás un disco, un video tenés que tener, mínimo. Si podés tener cinco, mejor. La gente le da mucha pelota a los videos, y es mejor que te escuchen por algún medio. Una cosa que a mí me gustó mucho de los videos de Dani es que dije: bueno, si él hace esas cosas, yo también puedo hacer lo que se me cante. Es muy importante encontrarse con gente que tiene una libertad estética tan grande.