Un fantasma comenzó a recorrer España: bailaores
vestidos de mujer.
En Uruguay, donde ni tablaos hay, el bailarín y productor de espectáculos de
flamenco Jonathan Acosta1 defiende la diversidad de un género que le
abrió la puerta al cine.
—¿Qué reflexión te merece que el baile flamenco sea, en nuestro país, una disciplina
poblada casi exclusivamente por mujeres?
—Aquí
y en Latinoamérica persisten los prejuicios contra el hombre bailarín, que la
homofobia históricamente ha igualado al homosexual o al hombre feminizado. En
el Adn de la educación tradicional
del hombre la opción por la danza no existe, como mucho puede tocar guitarra,
piano o ser murguista. Y jugar al fútbol. Estos elementos conspiran para que un
hombre acepte identificarse con la danza.
—El hecho de que los movimientos de un...
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