Los asesinos del Sid y el Ocoa –los dos organismos militares que monopolizaron la represión del terrorismo de Estado durante la dictadura– no podían prever que el descubrimiento de la doble hélice a mediados de los cincuenta iba a desarrollar, cuando la seguridad nacional levantó vuelo, la técnica de la huella dactilar del Adn, que permite una identificación inapelable a partir de la información genética heredada, siempre que se disponga de la referencia de la línea directa de parentesco.
El tejido
blando de un cadáver puede ofrecer evidencias incómodas (huellas de los dedos,
cicatrices, marcas de nacimiento, rasgos y facciones), de modo que, para
completar la desaparición, era necesaria una eliminación total. Los asesinos
creyeron, equivocadamente, que cubriendo los cuerpos de sus víctima...
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