—¿Cómo comenzó tu interés por la obra de Eduardo Galeano?
—Por unos exiliados argentinos del Prt que hacían teatro en Bahía Blanca, teatro Alianza se llamaba; teatro militante, naturalmente, y Coral Aguirre fue mi profesora de literatura grecolatina en la universidad. Luego nos hicimos amigos y luego familia. Coral y su esposo me dieron para leer el tercer volumen de Memorias del fuego, para que yo pudiera saber cómo se podía escribir al puro hueso.
—¿Cuántos años tenías?
—Veintitrés o 24. Y leer las Memorias... fue como una pequeña revelación. En ese tiempo leía mucho a Arthur Miller, a escritores eróticos, literatura alemana, y ver esa concisión, esa forma de mezclar géneros, que es lo que sigo trabajando en Eduardo, esa forma de derribar las fronteras literarias, el burocratismo literar...
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