Hace cinco años que el trabajador social Daniel Flores1 invierte sus licencias en difundir audiovisuales sobre pueblos originarios, de Ushuaia a Jujuy. Lo conocí en una plaza de Alta Gracia, Córdoba, en la que desplegó su pantalla, proyectó sus documentales y dialogó con los presentes, bajo la bandera de la comunidad comechingona.
—Este proyecto difunde cultura andina.
—Cultura continental de pueblos originarios. Se llama Recorriendo las huellas de nuestros abuelos y su objetivo es dar cuenta, mediante funciones de cine foro, de la lucha, resistencia, dignidad y derechos de los pueblos originarios, en Argentina y el continente.
—¿Dónde nació y por qué?
—En Ushuaia, donde vivo, coconducía el programa radial Hijos de la tierra, donde habitualmente entrevistábamos a integrantes de las comunidades indígenas; un día propuse a los compañeros de equipo visitarlas durante nuestras vacaciones y concordaron, pero llegado el momento no pudo ser. Así que luego de una Corpachada (encuentro para compartir alimentos inmediato a la ceremonia de la Pachamama), nos largamos a concretar el objetivo con un hermano, René Vergara. Después las vacaciones de ambos no coincidían, así que seguí solo.
—Son viajes largos.
—Ese primero, en 2014, duró 15 días, el del año pasado 25, lo que demoré en llegar de Ushuaia a Jujuy. Las comunidades fueron conociendo y respaldando la llegada de este proyecto y también ha recibido apoyo de funcionarios municipales, comunicadores y actores sociales sensibilizados con la temática. En este viaje pude concretar más de 12 funciones, con intercambios tan productivos como el que acabamos de vivir.
—¿Te dan licencias especiales para hacer esto?
—(Sonríe.) Soy trabajador social y me desempeño en un centro de salud público de Ushuaia. Tenemos licencias anuales de 30 días en verano y diez en invierno, así que tengo margen para viajar.
—¿Cómo conseguís los documentales que proyectás?
—También difundo cine migrante o temático en Ushuaia, así que fui tejiendo una red de productores, directores y colectivos de producción audiovisual que me proveen material.
—Exclusivo, no disponible en la web.
—Difícilmente, en la página de algún director podés encontrar algo.
—¿Vos filmás?
—No, soy el único responsable de organizar y llevar adelante esta iniciativa, con lo cual se me hace imposible destinar tiempo y recursos a filmar. Por suerte en este viaje cuento con dos colaboradores, Silvio Parraga y Horacio Oropeza, que toman imágenes del antes, durante y después de las proyecciones, con las cuales vamos construyendo la bitácora.
—¿Cuáles son las áreas culturales a atacar para conseguir un avance sustantivo en las reivindicaciones de los pueblos originarios?
—Política y economía, que son las que los estados no ceden. Cuando una comunidad o un asentamiento hace sus reclamos, a veces consigue máquinas, algún servicio de salud, paliativos, pero jamás una porción de tierra. Y a los que la tienen se la quitan. Es el punto ciego de las políticas indigenistas, a pesar de que nos amparan convenios internacionales como el 169 de la Oit, firmado y ratificado por Argentina en el año 2000, o la propia Constitución del país, que en su artículo 75, inciso 17, reconoce que los pueblos originarios preexistieron a la formación del Estado. En el campo educativo también hay normas que prescriben la enseñanza de la lengua y la cultura originarias, pero cuando algún docente lo hace es cuestionado por sus superiores. Un caso emblemático fue el del profesor de educación física y hermano indígena José Daniel Gonzáles, que quiso enseñar a los estudiantes algunas palabras en quechua en Jujuy, una de las provincias argentinas con mayor presencia de hermanos, y recibió un apercibimiento de sus jerarcas. Hay secretarías indigenistas en algunas provincias que carecen de recursos para funcionar y sus cargos de dirección son políticos, no pertinentes. El año pasado Ushuaia fue sede de un congreso internacional, intercultural e interreligioso que reunió desde premios Nobel a ex presidentes, y ¿adiviná a quiénes no invitaron? “Las comunidades indígenas queremos decir que estamos acá”, exigimos al vicegobernador provincial, que terminó obsequiándonos, a regañadientes, cinco minutos en el evento.
—¿Qué sentido pedagógico tiene enseñar una lengua que maneja un pequeño porcentaje de niños?
—¿Qué referencialidad y pertinencia cultural tiene el idioma inglés con el territorio que habita la mayoría de los niños argentinos y latinoamericanos? Y sin embargo se enseña en escuelas públicas y privadas, a lo largo y ancho de nuestros países. También francés y alemán. Enseñar lenguas de pueblos originarios, y su música, costumbres y ceremoniales, acerca un poco a la realidad el discurso de la inclusión social.
—Teniendo en cuenta que no ganás dinero con este trabajo y financiaste de tu bolsillo la pantalla, el proyector, el combustible para tu camioneta, ¿cómo remontás la cifra de 15 espectadores que compartimos hoy?
—Desciendo de coyas por el lado de mi abuela, de la comunidad de Bolivia. Cuando decidí emprender este camino ella ya no estaba, pero la recuerdo como una “quechuista” fiel, que nunca abandonó sus ceremonias y el hábito de curarse con hierbas. Ella habilitó este camino de chasqui que emprendí, recuperando la misión de nuestros abuelos chasquis que llevaban mensajes de un lado a otro. Contribuyo, así, a la memoria e identidad de los hermanos mediante una herramienta artística, cuyos resultados se ven en la riqueza del intercambio, no en la cifra de espectadores. Y un solo espectador siempre vale más que ninguno.
- Daniel Jorge Ramón Flores Mena nació el 12 de noviembre de 1966 en San Salvador de Jujuy. Es licenciado en trabajo social, especialista en medicina social y comunitaria y técnico universitario en minoridad y familia. Desde 2013 coordina ciclos de cine migrante en Ushuaia, articulados con comunidades migrantes de Perú, Bolivia, Chile y Paraguay, y de cine y discapacidad. Integra el Consejo Consultivo Nacional de Pueblos Originarios.