En las últimas semanas, se han presentado en Montevideo algunas propuestas de teatro inmersivo, que ocupan diversos espacios de la ciudad y permiten al público posicionar la mirada cotidiana desde otro lugar. Es el caso del proyecto Los derechos de la salud, que está a cargo del Núcleo de Investigación de Cultura Visual de la Facultad de Artes de la Universidad de la República, en colaboración con el Hospital de Clínicas. El espacio ocupado por la intervención fue el antiguo Museo de Anatomía Patológica del Hospital, que contiene materiales que aluden a la medicina, evidenciando el enfoque sobre la salud y la enfermedad que se reproduce cada día en el ambiente hospitalario.
La serie de instalaciones toma como punto de partida el texto de Florencio Sánchez, publicado en 1907. De la investigación participaron, en una primera etapa, la actriz Susana Souto y la dramaturga y directora Mariana Percovich: ambas han vivenciado, en los últimos tiempos, intensas experiencias con la salud desde diferentes roles, como pacientes y como cuidadoras. Ellas trabajaron con Karen de los Santos y Florencia Lindner; Florencia cuenta con importantes trabajos anteriores de intervención en espacios no convencionales, como Habitación 105 y Lado B.
La búsqueda del equipo reunió a un grupo de performers que pudieran identificarse con el personaje de Luisa, del texto de Sánchez, y que se hubieran enfrentado recientemente, desde algún punto de vista, a la dicotomía salud/enfermedad. El resultado de la investigación derivó en un conjunto de estaciones en las que los performers están presentes mientras el público transita sus historias. En un primer recorrido, los espectadores se encuentran con códigos QR que los llevan a diversos textos sobre los estados de salud/enfermedad que atraviesan la experiencia de los artistas; de ahí en más, ni el tránsito del público ni el vínculo con él está pautado por reglas claras, pero el acercamiento se vuelve natural y la experiencia inmersiva comienza a tomar forma. Los artistas dialogan con el público y responden espontáneamente a preguntas o intervenciones.
Percovich cuenta sobre los detalles de la investigación con su computadora en la falda. Expone los insumos que fueron llevando al equipo a interesarse por esta temática mientras detalla su experiencia personal con la enfermedad y el dolor. «Soy el caso 16», comenta mientras señala el QR que contiene su texto. Entre otros artistas, del montaje también participan Ximena González, egresada de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, que logra un vínculo muy cercano con sus interlocutores, y el primer egresado de la Licenciatura en Danza, quien presenta su caso vinculado a los trastornos alimenticios. El objetivo del equipo es ahondar en el nexo entre el arte y los derechos humanos, y este es el primer proyecto de un colectivo que espera continuar trabajando en el futuro.
A su vez, hay un vínculo cercano del equipo con los funcionarios del Hospital de Clínicas, ya que la intervención se planteó en conjunto con Fernando Miranda, el decano de la Facultad de Artes, y es un proyecto universitario. De la performance forman parte objetos e historias vinculados al hospital, y muchos de los funcionarios se hacen presentes, incluido el coro, que logra un cierre conmovedor con varios de sus participantes evocando la figura de los cuidadores.
La experiencia termina convirtiéndose en una mirada cercana sobre la dolencia del otro. Busca y logra una empatía y comunión con estas historias, que muestran la continua marginación de los cuerpos atravesados por el dolor. En ese sentido, invita a reflexionar sobre las formas en las que se aborda la enfermedad desde las instituciones y sobre cómo varían los recursos para afrontarla en la vida privada y familiar. Así, deja entrever las falencias o carencias en el abordaje socioemocional de la persona enferma, a la vez que resalta la figura de los cuidadores como sostén de los pacientes en estado de vulnerabilidad. Sin ser un espectáculo convencional, tampoco se define bajo ningún formato, pero se acerca a la instalación y es el puntapié para gestar formas narrativas nuevas, originales, nuestras.