Mientras la rotativa imprime estas palabras yo estaré muriendo. Hace pocos minutos todavía era objeto de interés periodístico. Me atrajo la bombita que iluminaba la pieza donde el tipo escribía. Mi vuelo centrípeto lo distrajo de la pantalla donde componía su columna. Me siguió con la vista las siete veces que rodeé la lámpara, vio como siete veces me estrellé contra ese sol falso, uno de los tantos que su especie enciende para confusión de todas nosotras. Mi octavo aleteo daba pena. Terminé cayendo sobre el teclado, de espaldas. El periodista arrimó su lápiz a mis patas. Me prendí de él y, mientras el hombre lo alzaba ante sus ojos para observar los dibujos de mis alas, encontré fuerzas para volar hasta el dintel de la ventana. Hasta aquí hemos llegado. La semana pasada, en Buenos Aires ...
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