La Intendencia de Montevideo está distribuyendo 10 mil canastas de alimentos que incluyen libros. La iniciativa, cuenta el prosecretario del organismo, Juan Andrés Canessa, procura que la sensibilidad de los más infelices sea la más privilegiada.
—¿Qué motivó la decisión de añadir libros a las canastas con alimentos que están suministrando?
—El marco es la decisión de la Intendencia de Montevideo de entregar 10 mil canastas con unos 25 quilos de alimentos, que cubren las necesidades nutricionales de un hogar de cuatro personas durante 15 días, aproximadamente, en la primera fase de un plan que continúa. Estas ayudas están dirigidas a personas que carecen de otros apoyos estatales que ya fueron reforzados –como la Tarjeta Uruguay Social, del MIDES, y Asignaciones Familiares–, no tienen trabajo o integran grupos muy castigados por esta emergencia social, como los cuidadores de autos, los vendedores ambulantes que suben a los ómnibus, los feriantes de algunas ferias especiales y los artistas callejeros. Durante el intercambio sobre esto la División Artes y Ciencias y el Departamento de Cultura propusieron incorporar a las canastas 1.000 libros ganadores del premio Onetti, cifra a la que sumamos otros miles de ejemplares de literatura uruguaya y universal que compramos directamente a editoriales independientes y distribuidoras, y a responsables de la colección Un Libro, un Abrazo, que venden personas con afecciones psiquiátricas en el atrio de la Intendencia, hoy cerrada.
—¿Cuándo comenzó la entrega de libros, en qué fase está y cuántos ejemplares se distribuyeron?
—En la primera tanda, iniciada el 1 de abril, entregamos 5.245 libros: 1.000 ejemplares de diez títulos de la colección Un Libro, un Abrazo, 3.095 ejemplares de 79 títulos de la distribuidora Gussi y 1.150 ejemplares de títulos ganadores del premio Onetti entre 2014 y 2018 en las categorías narrativa, poesía, dramaturgia y literatura infantil y juvenil. La segunda tanda, en curso, lleva distribuidos 2.619 ejemplares, 1.000 de siete títulos de Un Libro, un Abrazoy 1.619 adquiridos de editoriales independientes. Los bibliomóviles o bibliocanastas, por su parte, son cajones que contienen 40 títulos de un listado aleatorio de más de trescientos, que el Servicio de Bibliotecas y Letras de la Intendencia comenzó a entregar el 23 de abril a la red de 70 ollas populares, no sólo las sindicales, vinculadas al PIT-CNT. El cajón incluye una carta dirigida a quienes lo reciben con la fundamentación de la propuesta, material informativo sobre la higiene y la desinfección de los libros, y el listado completo de 300 títulos para que los beneficiarios chequeen si recibieron todos los correspondientes a esa remesa. Si falta alguno y lo solicitan, el servicio lo consigue.
—Decías que últimamente agregaron algo más a los cajones.
—Sí, 1.800 juegos de mesa diseñados y producidos por la División Artes y Ciencias, uno llamado Los carteros del aire y el otro, Con Magallanes en cubierta. En 2015, Montevideo aplicó y fue incorporada a la red de ciudades creativas literarias de UNESCO, cuyo objetivo es fomentar la creación y la difusión literaria. Montevideo también participa como observadora en otras dos redes de ciudades, la magallánica y la de memoria aeropostal. La red magallánica está integrada por las ciudades en las que recalaron las naves de Magallanes y Elcano –este año se están cumpliendo los 500 años de que esa expedición denominara Montevideo a este paraje–, y la red de memoria aeropostal incluye las ciudades a las que servía la primera compañía de correo aeropostal, que funcionó de 1918 a 1920 y a principios de la década del 30. Despegaba en Toulouse (Francia), llegaba a África y en América del Sur aterrizaba en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay. Un ramal unía la Patagonia con Asunción del Paraguay. En esa compañía trabajaba, como cartero aéreo, Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito. Sus viajes inspiraron la mayoría de sus libros, además de que vivió un tiempo en Buenos Aires y estuvo en dos oportunidades en Montevideo.
—¿Tuvieron en cuenta, cuando pensaron en incorporar libros a la canasta de alimentos, que los recibiría población carente de hábitos lectores y escasamente alfabetizada?
—Sí, fue una decisión tensionada por una evidencia y una expectativa. La evidencia es que las personas marginadas del acceso a la cobertura estatal de múltiples necesidades no consumen libros –aunque sea habitual ver leyendo a gente que estuvo o está en la calle– y la expectativa fue que, aun así, un alto porcentaje de la población destinataria recibiera los libros con agrado, los leyera y, en el caso de que rehusara hacerlo, se los pasara a quien sí los deseara. Por esto, en las colecciones hay buena presencia de clásicos universales, textos uruguayos y libros para niñas y niños muy pequeños, que necesitan que un adulto les lea. Creo que esta acción apunta a concretar tres aspiraciones, que, en orden de importancia, serían: reconocerles a quienes reciben las canastas alimenticias su dignidad como seres humanos –en un gesto afectivo que contribuya a mitigar el sufrimiento de depender del Estado para obtener un plato de comida–, promover la lectura, y apoyar a nuestras editoriales independientes y a nuestras escritoras y escritores.