Los ataques, insultos y persecución violenta de personas de aspecto “no alemán” en la ciudad de Chemnitz recordaron a los años treinta. Bastión de los neonazis alemanes, la ciudad oriental fue invadida por miles de extremistas de derecha que gritaban consignas xenófobas y hacían el saludo nazi. La insuficiente respuesta policial a las agresiones despertó especulaciones sobre una posible complicidad entre grupos de extrema derecha, la Policía y funcionarios públicos.
No se recuerda algo parecido desde la reunificación. Miles de neonazis y hooligans recorren las calles de una ciudad alemana gritando “¡Fuera los extranjeros!” y “¡Alemania para los alemanes!”, mientras amedrentan y apalean a extranjeros y a todo aquel que se les ponga en su camino.
Escenas fantasmagóricas que recuerdan a los pogromos, a las persecuciones de judíos, que tuvieron lugar durante la república de Weimar antes de que Hitler se alzara con el poder a principios del siglo pasado. Así describe el semanario Der Spiegel la noche del lunes en la ciudad de Chemnitz, en el este alemán, la tercera mayor del estado de Sajonia. El reportero de dicha publicación Raphael Thelen cuenta cómo un neonazi ataca por la espalda a un joven sin mediar palabra, lo tira al suelo y lo golpea una y otra vez hasta que llega la policía, que esa noche estaba más que sobrepasada. Episodios como este dejaron como saldo un total de 20 heridos.
Funcionarios encargados de la seguridad al parecer se mostraron sorprendidos por la gran afluencia de radicales a la manifestación, que la televisión pública Mdr cifró en más de 5 mil. Eso es al menos lo que aseguraba la jefatura de policía en la ciudad, que sólo estuvo presente “con pocas unidades” en la manifestación (véase recuadro) que comenzó en la plaza central de la ciudad, paradójicamente bajo un gran busto de Karl Marx. No se sabe por qué fue así, puesto que el día anterior ya se habían producido incidentes en esa misma ciudad en una manifestación organizada tras difundirse la noticia de un crimen cometido por dos personas, una de nacionalidad siria y la otra iraquí (véase recuadro), que desató la ira y encendió los ánimos de la extrema derecha.
El ministro del Interior, Horst Seehofer (Csu, demócratas cristianos), no dijo ni una palabra sobre los hechos hasta el mediodía del martes, cuando anunció que se enviarían más policías al estado sajón y que condenaba los ataques xenófobos. Hizo esto después de que los verdes, la izquierda y su propio socio de coalición, el Spd (socialdemocracia), criticasen que no se hubiera pronunciado al respecto. Seehofer sabe que quizás sus votantes bávaros se alegren de que haya quien haga justicia por mano propia, como pedía la Alternativa para Alemania (Afd, extrema derecha).
EL ESPECTRO DE KÖNIGSBERG. En varias ocasiones durante la manifestación se hicieron saludos hitlerianos, algo prohibido en Alemania, y por los cuales se presentaron ocho denuncias esa noche. A la manifestación acudieron militantes del llamado III Weg (tercera vía, un partido neonazi) con una pancarta que rezaba: “El multiculturalismo mata. Paremos el terror de los extranjeros”.
En un video grabado por la agencia de noticias Ruptly puede escucharse cómo en la manifestación un ruso-alemán decía en un altavoz: “Mi nación es la ciudad de Königsberg. Como alemanes vivimos en Alemania con la idea de volver a nuestra patria”. Königsberg era la capital de Prusia oriental, hoy es una ciudad rusa llamada Kaliningrado. Una referencia clara al pasado imperial y nazi.
Hubo un momento determinado en que varios periodistas abandonaron el lugar y aseguraron que era demasiado peligroso continuar realizando su labor. Cuando los neonazis pueden salir a la calle en masa a apalear inmigrantes y a gritar consignas xenófobas ya se ha alcanzado un punto de no retorno.
No es normal, coinciden los medios, que en Alemania, con la historia del horror nazi y de las ideas de superioridad de la raza aria, de repente sean aceptadas, sin más, las tesis ultranacionalistas. Pero la prensa tampoco obvia que, tras la reunificación, tuvieron lugar pogromos contra inmigrantes, y que hay un racismo en la sociedad que no se ha conseguido erradicar.
Por una parte, a la economía alemana no le había ido tan bien desde la reunificación, y es cierto que la sociedad de este país es cada vez más desigual. Otro punto fundamental es que el partido populista de derecha Alternativa para Alemania (Afd), con lazos comprobados con la extrema derecha, es la tercera fuerza en el parlamento.
DEMOSTRACIÓN DE FUERZA. Las manifestaciones en la capital del país que sorprendieron a los alemanes a partir de 2016, en las que neonazis se mezclaban con ciudadanos enfadados por la acogida que se daba a los refugiados, no fueron más que el preludio de esta gran demostración de fuerza de la derecha más extrema. Esta fue a su vez precedida por acontecimientos como la manifestación en honor a Rudolf Hess, en agosto, en las calles de Berlín, en la que unos 700 nazis con camisas blancas y pantalones negros, en recuerdo de las SS, marcharon por el este de la ciudad con un gran cartel que decía “No me arrepiento de nada”, para honrar la memoria del lugarteniente de Hitler que murió en una prisión tras ser condenado a cadena perpetua por el tribunal de Nuremberg.
Alemania, que para muchos es un ejemplo por el proceso de desnazificación llevado a cabo en la posguerra, muestra cada vez más cómo éste en realidad fue más bien un parche temporal, ya que muchos de los antiguos funcionarios y jefes nazis permanecieron en sus puestos, y los juicios fueron más ejemplarizantes que otra cosa. Sin embargo durante un tiempo el ultranacionalismo era tabú en la sociedad, y el recuerdo del pasado ominoso estaba presente. La nueva derecha encabezada por la Afd parece querer acabar con esto, y figuras destacadas de ese partido, como Björn Höcke, no se avergüenzan al afirmar que Alemania tiene que dejar atrás el complejo de culpa por ese pasado. No sería extraño, entonces, que Alemania viviese su otoño de revueltas extremistas.
El jueves (al cierre de esta edición de Brecha) se preparaba otra marcha en Dresde organizada por el movimiento de extrema derecha Pro Chemnitz.
(Tomado de El Salto, Brecha reproduce fragmentos por convenio. Copete y recuadros de Brecha.)
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El crimen “perfecto”
Una chispa para encender la pradera
Los ataques sistemáticos a inmigrantes se desataron el domingo en Chemnitz tras la noticia de que un hombre de 35 años habría sido apuñalado a muerte por dos extranjeros, un sirio y un iraquí. En redes sociales se dijo que los presuntos atacantes además habían acosado sexualmente a mujeres, un detalle que la policía desmintió bastante pronto, pero que para entonces ya había tenido efecto. Se trata de un relato muy habitual en el discurso que usa la extrema derecha en Europa para incitar a la violencia contra personas de origen extranjero y a hacer justicia por mano propia. La narrativa típica de la extrema derecha –que es ampliamente difundida a través de noticias falsas o tendenciosas, tanto en redes sociales como en medios que gozan de una mejor imagen institucional– es que los inmigrantes son violadores. El potencial movilizador de la idea de la mujer blanca violentada por un “salvaje” y la necesidad del hombre blanco de salvar su honor han quedado demostrados en otros eventos recientes. Entre otros, el año pasado en la ciudad de Friburgo, la violación y el asesinato de una estudiante alemana por un solicitante de asilo motivó una manifestación organizada por la extremista Alternativa para Alemania. Pero los ataques violentos hacia inmigrantes y refugiados son innumerables. Según el sitio del canal de televisión alemán Die Welle, sólo en 2017 se han registrado en Alemania más de mil ataques hacia campamentos de refugiados (30-VIII-18).
F R T
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Infiltrados en la policía y el sistema judicial
La “Pegizei”
Los violentos ataques xenófobos de esta semana no tardaron en desatar especulaciones y despertar sospechas sobre una posible complicidad entre los grupos ultraderechistas, la policía y el Poder Judicial. Para contener a los alrededor de 6 mil simpatizantes de extrema derecha que se reunieron en Chemnitz el lunes pasado, la policía de Sajonia desplegó 591 efectivos y no pudo evitar que unas 20 personas resultaran heridas por los ataques de los manifestantes. Por eso fue severamente criticada, ya que el día anterior mil militantes ultraderechistas se habían congregado con el mismo fin en la misma ciudad. La policía de esta región admitió que no había estado a la altura, y su primera justificación fue que no había esperado una concurrencia tan masiva de neonazis, hooligans y practicantes de artes marciales (estos dos últimos grupos estaban estrechamente vinculados a la extrema derecha) a la manifestación. Pero el miércoles la policía sajona fue acusada de mentir, luego de que se revelara que la oficina sajona de protección de la Constitución le había advertido con anticipación que miles de neonazis y otros ultraderechistas conocidos iban a presentarse en la movilización del lunes en Chemnitz (The Guardian, 30-VIII-18).
La difusión en las redes sociales de la orden de detención contra los dos sospechosos del acuchillamiento a muerte del alemán de 35 años (con detalles personales de los acusados), crimen que había provocado la movilización neonazi del domingo, fue otro elemento que despertó inquietud, ya que en Alemania este tipo de información es secreta y está prohibido y penado por la ley difundir detalles de casos que están siendo investigados por la policía o la fiscalía antes de que haya un juicio público o antes de que concluya el proceso judicial. La filtración de la información fue confirmada por las autoridades, y el jueves el diario alemán Bild reveló que un funcionario judicial de Dresde, Daniel Zabel, de 39 años, confesó haber sido el responsable: “Yo fotografié y difundí la orden de detención”. El funcionario, que fue suspendido y podría ser condenado hasta a cinco años de prisión, afirmó que “quería que la verdad y sólo la verdad llegara al público”, y acusó a los medios de “manipular” la información y a las autoridades de “mentirle” al pueblo (Dailymail.co.uk, 30-VIII-18). La foto que tomó fue publicada o reenviada más de mil veces por muchas personas –que de ese modo habrían incurrido en el mismo delito–. Una de ellas fue Jan Timke, diputado regional de Afd, quien luego del allanamiento de su casa admitió que la había difundido. Timke es ex policía y miembro del sindicato de policías.
La policía de Sajonia informó el jueves (Cnn, 30-VIII-18) que uno de sus oficiales había abandonado el cargo tras revelarse que había participado, el 16 de agosto pasado, de un acto organizado por el grupo militante de extrema derecha Pegida, cuyo discurso es islamofóbico y está íntimamente asociado al partido Afd.
En Sajonia, apunta la periodista de The Guardian Kate Connolly, la policía se ha ganado el apodo “pegizei”, un híbrido entre polizei (policía en alemán) y Pegida.
F R T
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