El 6 de abril, el diario estadounidense The New York Times dio a conocer que en redes sociales se estaban difundiendo documentos clasificados particularmente sensibles, originados en el Pentágono. Fue el primer medio que dio la noticia. Luego se supieron gradualmente, por esa y otras publicaciones (The Washington Post, The Wall Street Journal), detalles de los documentos: que eran alrededor de un centenar, que se habían distribuido a través de fotografías de diapositivas y textos y que abarcaban un período corto y reciente, desde fines del año pasado hasta marzo del actual. También se fue divulgando parte de su contenido: la mayoría de los documentos estaban relacionados con la guerra en Ucrania, pero también trataban sobre el espionaje practicado por agencias de inteligencia estadounidenses a países aliados como Corea del Sur, Canadá, Israel y la propia Ucrania, además de a Rusia y al secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Los documentos circularon, primero, por Discord y, después, por Twitter y Telegram. El Pentágono reconoció casi de inmediato su autenticidad.
Los días siguientes, los medios –y por supuesto las agencias gubernamentales estadounidenses– se enfocaron más en saber quién había sido el informante, la garganta profunda, que en debatir sobre los documentos en sí y lo que dejaban al descubierto. Cuando lo hacían, no era raro que entreveraran las cartas.
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El 13 de abril el FBI detuvo en los alrededores de Boston a un sospechoso, identificado inicialmente por su apodo en redes, OG, y luego por su nombre real, Jack Teixeira, al que definió como «un joven y carismático entusiasta de las armas». De 21 años, Teixeira trabajaba en una base de la Guardia Nacional Aérea del estado de Massachusetts y era oficial de sistemas cibernéticos de transporte. Se dijo que lideraba un chat cerrado de la aplicación Discord, habitualmente utilizada por fanáticos de los videojuegos, y que allí colgó sus primeras filtraciones, asegurando que se trataba de documentos top secret, supuestamente para impresionar a los otros usuarios, por lo general jóvenes como él. Luego los documentos pasaron a otras redes, hasta que llegaron a conocimiento de la prensa. El Washington Post se contactó con algunos de los 25 miembros del grupo de chat de Discord y les preguntó acerca de Teixeira. «Tenía una visión oscura del gobierno y hablaba de Estados Unidos, y en particular de las fuerzas del orden y la comunidad de inteligencia, como una fuerza siniestra que buscaba reprimir a sus ciudadanos y mantenerlos en la oscuridad», contó uno de ellos. Otro dijo que era racista y antisemita.
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Más allá de la figura de Teixeira, sus verdaderas motivaciones y su ubicación ideológica, lo que sacó a la luz es pesado. Por un lado, los documentos ponen en cuestión la capacidad del Ejército ucraniano para lanzar su contraofensiva contra el ocupante ruso, prevista para iniciarse esta primavera boreal, más precisamente, este mismo mes. Kiev estaría teniendo dificultades graves para hacerse de «tropas, municiones y equipos» suficientes como para recuperar las posiciones que ha perdido sobre todo en el sur y el este del país, y ni que hablar para bombardear Crimea, al punto que los ataques que podría lanzar estarían «muy por debajo» de los objetivos planteados. Esa realidad desmentiría las recientes afirmaciones optimistas del alto mando ucraniano, y también de responsables políticos occidentales que siguen apostando a una derrota militar completa de Moscú en el corto plazo.
Por otro lado, y es lo más relevante de las filtraciones a pesar de que fue lo menos comentado por la mayoría de los medios europeos y estadounidenses, se confirma que los países de la OTAN no solo apoyan a Ucrania con armas, municiones, inteligencia y dinero, sino también con soldados de alto nivel en el terreno. «Los llamados Papeles del Pentágono podrían cambiar el rumbo del conflicto de Ucrania si se verificara por otras vías, más allá de la documentación ahora develada, que varios países de la OTAN tienen ya tropas de elite sobre el terreno ayudando al Ejército ucraniano. La confrontación directa de los aliados occidentales con Rusia en Ucrania sería ya solo cuestión de tiempo», escribió en una nota publicada en el diario digital Público (13-IV-23) el periodista Juan Antonio Sanz.
De acuerdo a los documentos filtrados, unos 100 «agentes especiales» occidentales habrían llegado a Kiev; la mayoría de ellos son británicos (50), y el resto letones (17), franceses (15), estadounidenses (14) y uno de los Países Bajos. El documento que habla de este punto, que data del 23 de marzo pasado, no especifica desde cuándo estarían en suelo ucraniano esos agentes. Sugeriría, al menos, que «podrían estar participando en los preparativos de la esperada contraofensiva ucraniana», dice Sanz. «La BBC empezó a difundir la filtración de que tropas de países de la OTAN, sobre todo británicas, estarían ya en Ucrania cumpliendo misiones especiales. “Esto confirma lo que ha sido sujeto de especulaciones durante cerca de un año”, señala el cable: la presencia de fuerzas occidentales en Ucrania, peleando, con labores de mando o recabando inteligencia. […] Es de suponer que, casi un mes después y en medio de los rumores sobre la contraofensiva ucraniana, el número de efectivos […] pueda haberse incrementado sustancialmente» y que sean muchos más que un centenar, apunta el español en Público.
Sanz reconoce «un matiz»: que no serían soldados de la OTAN como tal, sino de países integrantes de la alianza atlántica. Un matiz, en efecto, que no minimiza lo esencial, y es que «sería la primera confirmación de que Occidente está participando con hombres en la guerra y la enésima vez que cruza líneas rojas en este conflicto».
Sería igualmente un aval a las denuncias rusas sobre la presencia de tropas occidentales en Ucrania y una excusa para que, llegado el caso, Moscú concrete su amenaza de emplear armas nucleares tácticas. El Kremlin «lleva meses acusando a la OTAN, a Estados Unidos y a los países de la Unión Europea de intentar destruir a Rusia con esta guerra y con las sanciones derivadas de la invasión. […] La participación de comandos occidentales en la guerra para realizar operaciones especiales o participar en la vanguardia de una eventual contraofensiva ucraniana abre el abanico de pretextos para que Rusia emplee armas no convencionales en el conflicto si se viera abocada a una derrota», escribe Sanz.
Sin embargo, Rusia, lejos de hacerse eco de estos documentos y difundirlos profusamente en sus medios, a pesar de que estarían verificando sus denuncias, los ha minimizado. El vicecanciller ruso, Sergei Ryabkov, dijo la semana pasada que los documentos podrían ser falsificaciones difundidas a propósito por Estados Unidos para confundir a Rusia. Esa aparente contradicción se podría explicar, se dijo la semana pasada en el pódcast español La Base, por el hecho de que Moscú no querría actualmente escalar la guerra. La semana pasada, Yevgeny Prigozhin, jefe de los paramilitares rusos del Grupo Wagner, que es decisivo en los combates en Ucrania, llamó al gobierno de Vladimir Putin a parar la llamada «operación especial» (como Moscú llama a la invasión de 2022) porque sus objetivos ya se habrían conseguido. «Ahora hay que concentrarse en defender las posiciones logradas», dijo. Sanz señaló, sin embargo, que si Ucrania o la OTAN atacaran Bielorrusia o el propio territorio ruso (la base de Rostov es un blanco que habría fijado el gobierno de Volodímir Zelenski para su «contraofensiva de primavera») estarían cruzando una línea rojísima que haría inevitable la declaración de guerra de Rusia a la alianza atlántica.
Por otro lado, las filtraciones también señalan que habría varios choques en la interna de las fuerzas de seguridad rusas, con la agencia de inteligencia FSB acusando al Ejército de no contar los muertos de la Guardia Nacional Rusa, los de la firma Wagner y otras tropas que pelean por Moscú, con el fin de presentar una imagen menos dura de las bajas rusas en combate. De acuerdo a lo manejado de forma confidencial por el Pentágono, el FSB las estimaría en 110.000 a fines de febrero (los enemigos de Rusia afirman que son el doble de esa cifra), mientras Moscú hablaba públicamente en setiembre de menos de 6 mil.
En una nota publicada el 12 de abril en la plataforma Substack, el veterano periodista Seymour Hersh1 volvió a sugerir que el gobierno estadounidense, mucho más que los aparatos de inteligencia y que buena parte de los mandos militares del país, está decidido a escalar el conflicto militar. Hersch se apoya en conversaciones que mantuvo con un agente de inteligencia de alto rango según el cual Washington ya dispone de miles de soldados de elite en los países de la zona prestos a intervenir en Ucrania: «El agente mencionó el poco conocido y apenas comentado despliegue en la región, que Joe Biden autorizó, de dos batallones con miles de las mejores unidades de combate del ejército de Estados Unidos. Una brigada de la 82a División Aerotransportada ha estado entrenando intensamente y realizando maniobras desde su base en Polonia, a pocas millas de la frontera ucraniana. A finales del año pasado se reforzó con una brigada de la 101a División Aerotransportada que estaba desplegada en Rumania. El número real de soldados entre las dos brigadas […] podría ascender a más de 20 mil».
Esas unidades tendrían una participación central en la guerra y vendrían a suplir las carencias del Ejército ucraniano, desnudadas por los nuevos Papeles del Pentágono. «En un documento fechado el 23 de febrero y al que pudo acceder el diario británico The Guardian –apunta Sanz– se indica que se están formando 12 nuevas brigadas con 253 tanques y otros 1.500 vehículos blindados. De esas 12 brigadas, tres correrían a cargo de Ucrania y las otras nueve se formarían con apoyo de Estados Unidos y sus aliados. Según el informe, cinco de las brigadas no habían comenzado en esa fecha el entrenamiento indispensable y seis no tenían ni la mitad del equipamiento necesario para participar en una ofensiva a gran escala».
La presencia de «especialistas militares» en la zona de combate también se explicaría por la desconfianza que tendrían en la eficacia de las fuerzas armadas ucranianas y en general en el gobierno de Zelenski, minado por una corrupción rampante que los documentos revelados (y también la fuente de Hersch) ratificarían.
1. En febrero pasado Hersch publicó una investigación sobre la voladura de los gasoductos rusoalemanes Nord Stream que dio mucho que hablar. Brecha trató el tema en varios artículos, entre otros «El patrón de la vereda» (24-II-23).
Filtradores
Hay quienes ven en Jack Teixeira a un «lanzador de alerta» del tipo de Chelsea Manning, una exsoldado y analista de inteligencia que en 2010 filtró a WikiLeaks miles de documentos secretos sobre las actuaciones de Estados Unidos en Irak y Afganistán, o Edward Snowden, aquel consultor tecnológico que tres años más tarde transmitió a medios de prensa estadounidenses documentación sobre programas de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad. Manning estuvo presa varios años, Snowden debió exilarse en Rusia.
Entre los que piensan que el joven bostoniano se acerca a personajes de esa estirpe figura Santiago O’ Donnell. «La irrupción de Teixeira en el universo de las megafiltraciones es un bienvenido regreso al periodismo de investigación de los alertadores o denunciantes filtradores», escribió el periodista argentino en Página 12 (16-IV-23). «Esta semana la cobertura de los Discord Leaks de los grandes medios de Estados Unidos puso el foco en la vulnerabilidad del sistema de inteligencia de ese país y en presentar a Teixeira como un criminal irresponsable y fundamentalista. Asimismo, ignoraron el aporte del filtrador al ejercicio de la libertad de expresión y, sobre todo, al derecho a la información en ese país y en el mundo entero. Pero el valiente paso adelante dado por él, desafiando el cuasimonopolio que han logrado las grandes potencias en la publicación de información clasificada, no puede taparse con versiones hasta ahora no corroboradas de su supuesta ideología racista y antisemita. Teixeira no está preso por lo que piensa, sino por haber revelado secretos».
Wired, la famosa publicación estadounidense especializada en estos temas, no le da tanta relevancia a la figura de Teixeira ni lo inscribe en el linaje de los whistleblowers, pero sí sostiene que estas filtraciones estarían marcando el inicio de una «era de revelaciones en tiempo real» (14-IV-23). El caso de estos nuevos Papeles del Pentágono «posee algunas características específicas que reflejan el momento actual: es relativamente reducido y contiene información reciente, en lugar de una gran cantidad de datos de hace meses o años», dice la revista digital. Y más adelante señala: «A medida que las redes sociales y otras plataformas de comunicación digital se convierten en escenario en tiempo real de todo tipo de acontecimientos resulta lógico que las filtraciones también sean cada vez más ágiles y selectivas».
Sea o no Teixeira un lanzador de alertas, lo más probable es que le espere un destino similar al de Manning: que lo acusen por la ley de espionaje de 1917 y que pase largos años en prisión. Una ley, dicho sea de paso, que pretenden aplicarle también al fundador de WikiLeaks, Julian Assange, que más que un whistleblower era un receptor y difusor de filtraciones. Cuando hay voluntad política…