En las primeras horas del 29 de febrero, más de 110 palestinos fueron asesinados y varios cientos resultaron heridos en el norte de la Franja de Gaza, cuando un convoy de camiones que transportaban ayuda humanitaria llegó a la ciudad de Gaza, donde una multitud hambrienta se había reunido cerca de la costa. Israel inmediatamente negó su responsabilidad por los muertos y heridos, y publicó imágenes tomadas por drones –previamente editadas– con las que pretendió mostrar que sus fuerzas «no abrieron fuego contra quienes buscaban ayuda humanitaria» y que solo disparó a «algunas personas» que «representaban una amenaza»; al mismo tiempo, Israel acusó a los palestinos de desencadenar una estampida donde «pisotearon a otros gazatíes hasta la muerte». Sin embargo, los testimonios recopilados por el portal israelí +972 Magazine entre los palestinos que sobrevivieron a lo que ellos llaman la masacre de la hambruna describen que las fuerzas israelíes abrieron fuego contra la multitud de forma indiscriminada.
En la tarde del 28 de febrero, decenas de miles de palestinos que permanecen en el norte de la Franja de Gaza –una población que actualmente alcanza los 300 mil habitantes y que está empezando a morir de hambre como resultado de la intensificación del bloqueo israelí desde el 7 de octubre y la ausencia de ayuda humanitaria en esa zona de la Franja– comenzaron a acumularse a lo largo de la calle Al Rashid, al oeste de la ciudad de Gaza. Alrededor de las nueve de la noche, según testigos presenciales, las fuerzas israelíes llevaron adelante una operación de barrido de los bloques de edificios de gran altura que aún se encontraban en la zona. Los tanques lanzaron proyectiles contra algunas de las construcciones, mientras los soldados disparaban sus armas al aire para asustar a la multitud.
«En ese punto mi tío quiso volver a casa, decía que era demasiado peligroso», dice a +972 Abdel Jalil al Fayoumi, de 22 años, que estaba esperando en la calle Al Rashid con su tío Abbas y su primo Moatasem, de 15 años. «Pero la gente nos aseguró que el Ejército hace estas cosas solo para intimidarnos y que no nos harían daño directamente. Había una sensación de esperanza e incluso de alegría de que conseguiríamos harina para llevarles a nuestras familias.»
El convoy de camiones con ayuda humanitaria llegó finalmente alrededor de las 4.45 de la mañana, antes del amanecer, e inmediatamente fue rodeado por la multitud. «No pude ver el camión; apenas vi sus luces y la gente que corría hacia él», continúa Al Fayoumi. «De repente, comenzaron a disparar desde los tanques israelíes. Me separé de mi tío y mi primo. No sabía lo que estaba pasando; solo quería sobrevivir y escapar. Todos gritaban y huían. Había cadáveres en el suelo y heridos que pedían ayuda.»
Al Fayoumi buscó desesperadamente hasta las nueve de la mañana, pero no pudo encontrar a Abbas ni a Moatasem. Regresó a donde se alojaba su familia para comprobar si ambos habían regresado, pero no lo habían hecho. Decidió ir al Hospital Al Shifa con la esposa de su tío, donde muchos de los muertos y heridos habían sido trasladados en carros tirados por burros. «El hospital estaba lleno de muertos y heridos, y de madres que buscaban a sus hijos desaparecidos», recuerda.
Después de horas de búsqueda, encontraron a Abbas de pie frente a un cuerpo cubierto con una manta blanca ensangrentada. Moatasem, su hijo, yacía sin vida con partes del interior de su cabeza expuestas. Abbas explicó que cuando las fuerzas israelíes abrieron fuego contra la multitud, él y su hijo habían tratado de refugiarse atrás de los escombros de bombardeos anteriores. Moatasem levantó la cabeza por un segundo y fue alcanzado por una bala israelí.
«Mi tío no podía dejar de llorar delante del cuerpo de su hijo, y decía: “No pude traerte harina, perdóname”», relata Al Fayoumi, con lágrimas en la cara. «La única razón por la que fue con su hijo fue la necesidad extrema de llevar comida a la casa.»
La misma escena se repitió en hospitales de toda la ciudad de Gaza. El director del Hospital Kamal Adwan dijo a The New York Times que recibieron los cuerpos de 12 personas muertas por disparos de arma de fuego y otras 100 con heridas de bala. En el Hospital Al Awda, el director interino, el doctor Mohamed Salha, le dijo a la BBC que habían recibido 176 heridos en la mañana del 29 de febrero, 142 con heridas de bala. Un funcionario de la ONU que visitó Al Shifa después del incidente describió haber visto docenas de pacientes heridos de bala y le dijo a la BBC que las fuerzas israelíes habían «disparado a la parte más densa de la multitud».
«PARECÍA EL DÍA DEL JUICIO»
«La situación era catastrófica», dice a +972 Said al Suwairki, otro sobreviviente de la masacre, quien, como hermano mayor, había asumido la responsabilidad de conseguir comida para su familia. «Después de horas de espera, llegaron los camiones y todos corrieron hacia ellos. La gente luchaba y se empujaba para conseguir un saco de harina. Una vez que la gente se amontonó contra los camiones, los vehículos del Ejército israelí empezaron a disparar contra nosotros. Vi como baleaban a la gente.»
«Apenas vi eso, empecé a alejarme», continúa Al Suwairki. «Quería sobrevivir. Mientras retrocedía, tropecé con algo. Encendí la linterna de mi teléfono para poder ver y descubrí un cadáver en el suelo.»
«La escena era como el día del juicio final», prosigue. «Nadie se preocupaba por nadie. Todos querían conseguir harina o cualquier cosa que pudieran del camión. Había cadáveres en el suelo y gente herida que pedía ayuda a gritos, pero nadie les prestaba atención. El hambre llevó a la gente al extremo, hacia la muerte.»
Salameh Rafiq Obeid, de 27 años, dice a +972 que llegó a la calle Al Rashid alrededor de la medianoche, cuando ya estaba muy concurrida. «Casi todos los que viven en el norte salieron esa noche a buscar harina, tanto hombres como mujeres», explica. «Nadie quería volver a donde sus hijos con las manos vacías. Todos iban hacia los camiones; no había distancia entre los tanques israelíes y la gente.»
«Cuando la multitud se abalanzó sobre los camiones, cerca de las fuerzas israelíes, el Ejército respondió disparando indiscriminadamente contra todos, obligándolos a retroceder», relata Obeid. «Cuando vi eso, busqué desesperadamente a mis familiares para volver a la escuela», dice, en referencia al lugar donde se refugia su familia. «La situación era terriblemente difícil y peligrosa.»
«Volvimos a la escuela, pero algunos de los nuestros habían desaparecido», prosiguió. «A mi primo Nidal, de 13 años, lo mataron a tiros mientras intentaba sacar una bolsa de harina de un camión cerca del Ejército israelí.»
CAOS Y PÁNICO
En medio del pánico provocado por los disparos, muchos palestinos también murieron o resultaron heridos tras ser aplastados por la multitud y los propios camiones de ayuda humanitaria. Haitham Jarrada, de 51 años, sufrió una fractura en el pie derecho en medio del caos. «Estaba esperando ayuda, como todos los demás», dijo a +972. «Cuando llegó el primer camión, la gente se apuró a buscar harina y luego se escucharon disparos del Ejército. En ese momento no sabía lo que pasaba.» «Todo pasó en lo que dura un parpadeo», continuó Jarrada. «Estábamos esperando en la oscuridad. Algunos camioneros siguieron avanzando por miedo a que los alcanzaran los disparos. Yo intenté escapar, pero debido al amontonamiento, la gente me empujó delante del camión, que me aplastó la pierna.»
Mohammed Mushtaha y su hermano Ra’ed (primos segundos de este cronista) también estaban entre la multitud que intentaba llevar comida para sus hijos y sus padres ancianos, esperando desde las cinco de la tarde del 28 de febrero. «Desde el primer alto el fuego [en noviembre], no hemos tenido harina, casi 100 días», dice Mohammed a +972.
«Antes de ir a la calle Al Rashid, le dije a Ra’ed: “Déjame ir solo y te quedas con nuestra madre, tu esposa y tus tres hijos”», cuenta Mushtaha. «Él se negó y me dijo: “Soy padre, tengo que darles de comer a mis hijos. Vamos los dos y cada uno trae un saco de harina. No sabemos cuánto va a durar esta crisis”.»
Cuando comenzaron a sonar los disparos y se desató el caos, Mushtaha perdió de vista a su hermano y fue a esperarlo en un punto de encuentro que habían acordado de antemano en caso de que se separaran. Esperó durante dos horas con miedo y ansiedad, pero su hermano nunca apareció. Después de que la multitud se dispersó, regresó a la carretera costera y encontró el cuerpo sin vida de su hermano en el suelo. Ra’ed, insiste Mushtaha, fue asesinado por un proyectil de tanque disparado contra la multitud que esperaba ayuda.
Mushtaha ahora lamenta la pérdida de dos de sus hermanos: Ra’ed fue precedido por Ahmed, quien fue asesinado a principios de diciembre cuando Israel bombardeó su casa en el barrio de Shuja’iya.
En respuesta a un pedido de comentarios sobre lo descrito en este artículo, la Oficina del Portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel remitió a +972 a declaraciones efectuadas anteriormente por el Ejército y añadió que publicarán un relato más completo cuando finalice una investigación interna en los próximos días.
(Publicado originalmente en +972 Magazine. Traducción de Brecha.)