La jornada de rodaje dentro del bar ya había terminado, los protagonistas de la película ya no estaban en la locación. A esa hora de la trasnoche, el bar alquilado ya se había convertido en un reducto donde un equipo de rodaje pernoctaba, porque Edgardo Cozarinsky salía escoltado a transitar las noches invernales porteñas para registrar su Ronda nocturna, un objetivo que el título de la película le regalaba. Esa noche el frío era tal que el vaho al hablar producía unas volutas envolventes y la iluminación de la calle, o los reflectores del equipo de fotografía, las convertía en un aura vaporosa alrededor de cada persona. En la vereda, Cozarinsky imaginó el último plano de la noche: filmar a la protagonista caminando hacia el bar. Pero la actriz ya no estaba, lo que volvía difícil poder hac...
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