En ellas el historiador dialoga con el crítico sobre libros y ediciones, sobre su “enloquecida nostalgia” de una inverosímil Montevideo, sobre esas dos décadas de acontecimientos políticos, sobre el amigo común que era Real de Azúa, el destino y la valoración de sus papeles póstumos y, ante todo, sobre cómo entender América Latina.
“El historiador de la ironía”, tituló Gerardo Caetano su obituario de la semana pasada, y la última carta de esta serie es un contundente argumento a favor de esa calificación. Además, la claridad y la franqueza del estilo de esta correspondencia ratifican que la endiablada (y bella) prosa que Halperin prefirió usar en sus libros no devenía de una presunta dificultad para explicarse, sino de una radical voluntad de hacer pensar.
Buenos Aires, 8 de agosto...
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